Impuestos: el ‘robo’ perfecto del sistema y los políticos

Confidencial Colombia. Opinión. Desde mi Rincón.

Tienes un empleo… pagas impuestos
Vas a cine o al fútbol… pagas impuestos
Generas empleo con tu panadería… pagas impuestos.
¿Ah? ¿Qué eres independiente?… pagas impuestos
Compras una manzana, un libro o una silla… pagas impuestos
Adquieres cualquier cosa de plástico… pagas más impuestos
¿Tú hija quiere estudiar danza?… pagas impuestos
¿Quieres cambiar de coche?… a pagar impuestos, y si es de motor diésel mejor ni lo intentes
Vas a la consulta del médico… pagas impuestos
Coges un bus para ver a tu tía Julia… pagas impuestos
Enciendes el aire acondicionado… pagas impuestos
Compras tu casa… pagas impuestos (muchos) Vendes tu casa… pagas impuestos (más)
Heredas algo de tus padres… pagas impuestos. Te mueres y tampoco te escapas… a pagar impuestos, o tus herederos, mejor dicho. Aún los esquilmadores oficiales de lo público no tienen acuerdos de doble tributación con el más allá. Todo llegará.

Ciudadanos mediocres eligen políticos mediocres

Se puede decir que la vida es todo lo que pasa entre el primer y el último impuesto que pagas antes de fallecer. A veces no somos conscientes de la presión fiscal a la que los ciudadanos estamos sometidos. Según el país en el que vivas, entre impuestos directos e indirectos, nos quitan entre un 40 y un 80% de los que ganamos. Dicho de otro modo: trabajamos para que el Estado recaude y distribuya como quiera. Y cuando distribuye, que es en el mejor de los casos, y no se pierde como pasa muchas veces.

En algunos países, ese reparto del dinero público sí se ve en las calles, en centros deportivos de primer nivel, en hospitales, infraestructura vial, en la calidad de los servicios públicos en general… En otros, como Colombia u otros muchos más, lamentablemente, te queda la sensación de que tu dinero, literalmente, se pierde, o buena parte de él, por ser justos. Les pagamos la fiesta a los políticos, para que, con nuestro capital, capital logrado después de esfuerzo y trabajo, ellos hagan lo que les dé la gana. Derroche y corrupción.

Sentido común fiscal

Entonces ¿No hay que pagar impuestos? No, no quiero trasmitir ese mensaje. Sí hay que pagar impuestos, pero impuestos racionales. Evitar doble tributación por lo mismo, y sobre todo, eliminar los que son injustos, desproporcionados Vs lo que recibe y los que se alejan del propio sentido de la norma. Dejar de abusar. Gestionar y emplear el dinero de todos en lo esencial: sanidad, educación y seguridad. Punto final, el resto sobre, el resto son ‘fiestas’ y prebendas para los amigos o simpatizantes del partido de turno.

‘Robar’ no es solo robar, entiéndase que se lleven el dinero a su casa o a un paraíso fiscal. Robar es malversar, es gestionar mal, es freír a impuestos con fines recaudatorios únicamente. Acaparar dinero, que es lo que hacen los políticos inmorales. Inventarse partidas de gastos innecesarias para colocar en el cargo a afines o devolver favores. Eso es corrupción, eso es robar. Y como la ‘fiesta’ del Estado cada vez es más grande y lujosa, la tenemos que pagar los sufridos contribuyentes. Impuesto va, impuesto viene.

Todo comienza con la basura en los colegios

Está demostrado que las regiones o países con menor carga fiscal son más ricas y prósperas. El ciudadano no se siente atrapado ni estafado y siente interés en participar en la construcción del bien común. Paga y no evade. Se generan más empresas, más empleo, más oportunidades y se disminuye la economía sumergida. El famoso ‘en B’, que no es otra cosa que la picaresca económica a la que recurre el sufrido pagador de impuestos, cansado de ver como el fruto de su trabajo no le rinde en la nómina. O peor, desesperado pensando que yendo con todas las de la ley, es casi imposible arrancar un negocio. Al final, las políticas de baja presión fiscal acaban recaudando más, paradójicamente a lo que se cree. Muchos un poco, suman más que pocos un mucho. Así de sencillo.

Y luego está el despilfarro, y la corrupción, que sin duda es lo que más nos ofende a todos. Entre el derroche y la corrupción hay una línea muy delgada la mayoría de las veces. Proteccionismo exagerado, privilegios a colectivos falsamente victimizados, y así un largo etcétera de situaciones que a veces nos hace cuestionar lo ético del propio sistema, que siempre castiga al que trabaja, al que produce.

¿Por qué el político de turno nos obliga a apretarnos el cinturón subiendo o inventando impuestos, mientras él malgasta los recursos públicos? Pasa, todos los días. Lo vemos y es indignante. Si yo gano 100 podré gastar 100, algún mes 105, pero tendré que compensar al siguiente… No, esa norma de matemática básica no funciona para la casta política, que gasta y gasta y luego se pregunta como conseguir el dinero. Dinero que lo sacan de los que sí trabajan y producen riqueza. Si lo piensan, el sistema es un sinsentido. Porque además, el endeudamiento público es un pozo sin fondo. Pozo que terminan pagando las generaciones posteriores.

Guerra de ideologías

La democracia va evolucionando en esta vertiginosa era digital. Las etiquetas de ‘derechas’ o ‘izquierdas’ quedaron desfasadas. Las nuevas generaciones ya ni saben que es eso. Ahora hay dos tipos de políticos: la mayoría, los que quieren controlar tu vida, tanto en el ámbito personal, como en el bolsillo; y otros pocos que te dejan más o menos respirar dando ciertos espacios de independencia.

En este mundo polarizado, con cada vez hay menos separación de poderes, la democracia es la que sufre, es menos democracia. Están resurgiendo los extremos: por un lado, los nuevos comunistas, básicamente igual que los de antes, pero con un discurso más amable. Para estos, la lucha obrera dejó de existir. Ahora miran al joven, a la mujer, al animalista, al discapacitado, al ecologista… o a colectivos más bien creados de una manera artificial. Colectivos que intentan conquistarse con mensajes personalizados y en los que el elemento común es que la culpa del fallo del modelo es de los otros, casi siempre es del sector privado o del que tienen algo que quitar.

Y usan un truco psicológico bien interesante después de 200 años diciendo lo mismo: intentan hacer ver que la libertad de las personas y el éxito que puedan tener es sólo egoísmo e insolidaridad frente al resto de la sociedad. Y ojo que les funciona.

Por otro lado, y como reacción al discurso neocomunista, surge un nuevo anarco-liberalismo. Más extremo que el liberalismo clásico. Una corriente que básicamente quiere terminar con la casta política. Su intervención, cuanto más pequeña, mejor, como si no existen. Veremos si algún día llegan al poder y pueden desarrollar lo que dicen. Aunque suene atractivo el discurso hay que ver que tanto es realizable, entendiendo que el político se corrompe en las alturas y al final busca lo que todos. Controlar las voluntades de un pueblo ojalá manso como ovejas.

El resto de ideologías tradicionales, las más centradas y que durante décadas fueron exitosas, e hicieron crecer al mundo como nunca antes lo había hecho, tienden a desaparecer. No vivimos en tiempos de tibiezas ni moderaciones entre tanta ira de la redes sociales, que se encargaron de polarizar el debate y a la calle.

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Marcial Muñoz es periodista y consultor de comunicaciones y es director de Confidencial Colombia