El neofeminismo que degrada a la mujer

Marcial Muñoz

Episodio IV de la serie de Ismos que amenazan el mundo.

El feminismo actual degrada a la mujer, perdió su esencia moral y de lucha por lo que nació y se convirtió en un vulgar negocio. Perdió el foco. Ya no mira por las mujeres, ni busca equiparar las condiciones sociales y laborales entre hombres y mujeres. Eso ya se logró, al menos en los países desarrollados y libres. Por eso, ante la ausencia de una bandera justa, lo único que busca es dividir a la sociedad entre buenos y malos. Es un movimiento dogmático y sectario que impide la discrepancia y prefiere fabricar mujeres sumisas para que sus castas dirigentes no pierdan el privilegio en forma de subvención pública. En resumen, usa a la mujer, que se vuelve su excusa, su herramienta.

Para comprender cómo se lucran todas estas organizaciones que se ponen la camiseta del feminismo, es necesario entender que se trata de un círculo vicioso: cuanto más ruido generan en la sociedad, se da mayor dimensión al problema… y cuanto mayor es el problema, más ayudas públicas, más dinero. Detrás de las leyes mal llamadas ‘de Género’ se esconde una verdad políticamente incorrecta. Sobredimensionar la denominada violencia de género por parte del pensamiento hegemónico, retorciendo la realidad y los datos. Y así se genera el negocio. Esto sin obviar que miles de mujeres en Colombia y en el mundo sufren esta lacra invisibilizada muchas veces por posiciones de superioridad machista inadmisible. Todo mi apoyo y sensibilidad social hacia estas mujeres.

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Y hay cientos de miles de personas (mujeres y hombres) que comen gracias a fomentar este discurso de la agenda global. Y, por supuesto, estos cientos de miles de personas no quieren perder su forma de sustento. El neofeminismo es una SL (Sociedad Limitada). Un negocio de unos pocos y pocas, del que se aprovechan los políticos liberticidas.

Movimientos totalitarios y violentos

En la última década, el movimiento ha evolucionado hacia un fascismo-identitario. Pero, sobre todo, a ser un movimiento contraproducente para las propias mujeres. Contra la lucha que durante más de 100 años las valientes feministas vienen librando para ocupar el lugar en la sociedad que sin lugar se merecen. Estas ‘iluminadas’, en muchos casos analfabetas funcionales, activistas groseras y violentas, sólo buscan conservar sus privilegios en la organización de la que cobran de los impuestos de todos.

Hace más de un año lancé en este mismo espacio un reto dirigido a los lectores. Pedía que nos mostraran pruebas de empresas que paguen más a un hombre que a una mujer por el hecho diferencial de género en idénticas condiciones laborales y antigüedad. La famosa ‘brecha salarial de género’ es una de las grandes falacias asumidas por opinión pública y los medios de comunicación de una manera vergonzosa… Un año después, por supuesto, nadie ha aportado una sola denuncia de discriminación en este sentido. A pesar de ello, seguro en el imaginario de casi todo el mundo está que las mujeres ganan menos que los hombres como un karma social. Como soy un optimista natural, extiendo la propuesta otro año más si es necesario para denunciar hechos así si sucedieran.

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Entendamos, de una vez por todas, que hombres y mujeres somos iguales en esencia, pero somos muy distintos. Y esa diferencia biológica es natural, positiva y nos complementa. Políticos mediocres, no le tengan miedo a la libertad de las mujeres. No quieran dominarlas a través de organizaciones ‘sicarias’ subvencionadas con el dinero de todos. Nada hace más daño a la propia mujer que la teatralización del feminismo por parte de una minoría de mujeres también mediocres que no podrían ganarse la vida de otra manera que no sea generando división.

La mujer como vehículo de ‘compra’ de votos de políticos mediocres

El auténtico feminismo es empoderar a la mujer y no convertirla en un ser débil. Es darle herramientas para despegar en la vida y no limosnas para que se sientan menos que los hombres. Políticos mediocres, no usen a las mujeres para intentar comprar votos.

Soy padre de dos hijas y vivo feliz entre mujeres, por lo que no tengo que demostrar nada a nadie o sobreactuar con una ensoñación de sociedad más justa. Sólo deseo que mis hijas puedan crecer libres. Que su único techo sea su esfuerzo, sus capacidades o la libertad de decisiones que tomen ellas mismas, y no un techo de cristal ficticio, inventado por activistas manipuladoras que quieren vivir del cuento.

Activistas que, curiosamente, miran para otro lado en países de cultura islámica o estados con gobiernos totalitarios, donde es mejor ‘no meterse en líos’ por la ausencia de libertad de expresión. Lamentablemente, las mujeres de esos países no les importan. Dejen en paz a las mujeres de nuestras sociedades libres y póngase a trabajar de verdad. Así construirán sociedad y feminismo de verdad. Mujeres libres del mundo no se dejen, rebélense ante la tiranía.

Cada mujer tiene el derecho a elegir lo que le dé la gana. Si es quedarse en casa para cuidar de los hijos, maravilloso, si quieren ser ejecutivas, que lo sean, extraordinario también. Que decidan libremente si quieren casarse o ser solteras; heterosexuales o lesbianas, tener hijos o no, ponerse minifalda o hábitos de monja.

Dejen ser libres a las mujeres y, de paso, no criminalicen a los hombres.

Próximo episodio de los Ismos que amenazan en el mundo: el revisionismo