Confidencial Colombia. Nunca traté en persona con Diego Maradona, a diferencia de los cientos de millones de internautas que desde las redes sociales en la última semana o bien idolatran, o bien lo ‘volvieron a matar’. Como si fueran sus amigos íntimos y le conocieran de toda la vida. Pues no, no les engañaré. Yo no le conocí. De hecho, ni siquiera lo vi en persona salvo una vez, de joven, a 50 metros de distancia desde la grada en un partido entre el Real Madrid y el Sevilla. Fue en 1993 y yo era un adolescente aficionado al fútbol y asiduo al Santiago Bernabéu. Maradona estaba ya casi de retirada, pero todos queríamos verle jugar pues nadie de mi generación discutía que era el más grande. Y fue una ilusión con final extraño que luego les contaré.
Volviendo a la actualidad, desde el pasado miércoles que falleció en Argentina, todo el mundo juzga, habla de Maradona como si fuera uno más de la familia. Y tampoco. Casi nadie tiene ni idea de cómo era. Lo que pasa es que nos acostumbramos a hablar, a juzgar, sin tener ni idea de las cosas. Muy habitual de nuestra patética sociedad de chismosos, que prefieren hablar de las vergüenzas ajenas para seguramente olvidar o tapar sus propias miserias.
Dicho lo anterior, sí tengo dos buenos amigos que trataron regularmente con Maradona durante muchos años. Amigos de los que me fío y que tienen visiones opuestas sobre él. Un claro reflejo de la controvertida vida e imagen que arrastró siempre Diego.
Juan Castro, periodista español con el que trabajé varios años, era la sombra de Maradona allá donde fuera los últimos 20 años. Se vieron y compartieron momentos íntimos, unos alegres y otros muchos muy difíciles. Juan defiende que era un ser humano generoso, honesto y muy amigo de sus amigos, aunque también profundamente desconfiado de las personas en general por los grandes desengaños que sufrió toda su vida. A Diego se le acercaban a diario cientos de personas por intereses ocultos, por su fama, por su dinero… Durante años sufrió un entorno tóxico, entorno que le llevó a la ruina en todos los sentidos. Juan sostiene que Maradona era como un niño grande, con un corazón que no le cabía en el cuerpo, y le creo.
Muñeco roto
Mi amigo Rodolfo Blasi, más argentino que el tango, por el contrario, y aunque suene paradójico, fue bastante más crítico con El Pelusa en vida. Él lo trató desde que Maradona deslumbraba en Argentinos Juniors, y luego en Barcelona y Nápoles, en su etapa de ‘rey del mundo’ hasta que se dejaron de hablar abruptamente. Cuenta que Diego cambió muy pronto, la fama le mató antes que la droga me decía. Pasó de ser un chico humilde a un prepotente “odiador” de toda la gente, incluso de ‘su gente’. Realmente odiaba a casi todo el mundo. Y luego llegaron las adicciones. En Barcelona cogió el camino a la perdición. Fiestas, drogas, prostitutas casi a diario. En Nápoles su vida se acabó de torcer del todo. En lo deportivo le fue mejor que en Barcelona, pero su problema con la cocaína y la amistad con la Camorra (mafia napolitana), hizo que cayera definitivamente en el pozo negro, del que ya no salió aunque intentó volver a brillar en Sevilla, Newells y su querido Boca. Rodolfo pensaba que Diego se volvió un ser mezquino y lleno de odio, y también le creo.
Una vez retirado, su vida se volvió una montaña rusa de emociones y adicciones. Escándalos casi a diarios. Maradona se volvió el juguete roto perfecto para la opinión pública mundial, obviamente él puso mucho de su parte. Pocos seres humanos han sido tan idolatrados en el mundo como Maradona. Si la Biblia se hubiera escrito en el Siglo XX le hubieran tomado como ejemplo del becerro de oro. Y en ese aspecto la culpa no fue solo de él, sino de los que le alababan en muchos casos de manera interesada y en otros de forma falsaria o exagerada. Pero como les dije, opinar sale muy barato.
Ejemplo de casi nada
Los testimonios de mis amigos Juan y Rodolfo complementan mi imagen sobre Maradona, Y como todo el mundo ha opinado sobre la vida y obra de Diego, aprovecharé estas líneas para dar la mía. Un genio con el balón en los pies, único en este deporte, pero que definitivamente no fue ejemplo de nada en la vida fuera de las canchas. Al contrario, creo que hizo casi todo mal. Y eso más penoso viniendo de alguien que lo tuvo todo y todo lo tiró a la basura. Fue un mal ejemplo para los jóvenes por su adicción a las drogas, para la sociedad por sus casos de maltratos intrafamiliares, para la prensa que lo idolatró que los sacó a escopetazos. Apoyó y blanqueó a dictaduras políticas y a sus líderes totalitarios, mientras que sus pueblos se morían de hambre y había presos políticos en las cárceles… Todo fue un despropósito en su esfera. Muy lejos de otros mitos del deporte, dentro y fuera de la cancha, como Michael Jordan o Roger Federer, que sí serán recordados como ídolos del deporte y sus valores.
Finalizaré contándoles que ese partido de fútbol en el que vi jugar a Maradona terminó en goleada madridista (5-0) ante un apagado Diego y un mediocre Sevilla. Recuerdo aquella tarde de primavera volver en metro a mi casa feliz por mi equipo, pero con la sensación agridulce de ver el ocaso de alguien que había sido un ídolo de niñez. Y eso que el peor infierno para Maradona aún estaba por llegar.