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En esta tercera columna sobre la economía de Colombia, mostraré cual es el rumbo que debe tomar una vez que en las anteriores entregas aludieron a las evidencias y las razones de un inestable e incierto desempeño.

Colombia ha tenido desde la apertura de la economía dos políticas para insertarse en el comercio mundial: La Política de Competitividad que en distintas versiones duró 25 años, y rebautizada hace 6 como Política de Desarrollo Productivo (PDP). Cambio cosmético porque de fondo poco varía, puesto que ambas apuestan a las importaciones y con ambas se destruyó el 50% de la agricultura y de la industria. Cambiar de nombre no significa nada porque el boom minero energético se debió invertir en la reestructuración para superar la dependencia de los productos primarios.

Con la PDP supuestamente se buscaba impulsar un cambio estructural que permita avanzar en la línea de las nuevas olas de innovación que conduzcan al desarrollo con mayores impactos sociales y macroeconómicos positivos. Dice la política que el cambio estructural incluye preservar su especialización en productos primarios salvo los que van a desaparecer por el cambio climático y el cambio tecnológico, fomentar, diversificar y sofisticar las exportaciones en otros sectores. Sin embargo solo son enunciados pues no han sido bien entendidas las bases teóricas y conceptuales aceptadas dado que no se está avanzando a un desarrollo productivo de nuevo tipo.

Se dice de fomentar las exportaciones no tradicionales (distintas a café y las minero energéticas), para ello hay varios programas bien intencionados, pero como la transformación del sistema productivo no está sucediendo porque en la práctica no es el centro de la política, entonces las exportaciones no avanzan en su composición. Tampoco ha aumentado la baja inversión en ciencia y tecnología, entonces la productividad no mejora. Y un recurso humano de más calidad y pertinencia, tampoco se está formando, porque la educación no recibe señales claras de lo que se necesita.
El problema de fondo de la PDP radica en que sus acciones son de tipo transversal. Eso significa que los programas y estímulos son por igual para todos los sectores, sin tener en cuenta si unos son de alta, media o baja tecnología. Entonces, esa política no tiene focos sectoriales estratégicos que promuevan la transformación. Esto que parece tan sencillo, tan básico, tan de sentido común, pues así se ha construido el desarrollo de los países desde la revolución industrial, en Colombia no ocurre igual. Los gobiernos relegaron la producción a los mecanismos de los tratados de libre comercio, a la inversión extranjera sin retornos, y al narcotráfico. Cómo corregir esto.

La política de desarrollo productivo debe ser otra

a) Esta política debe reestructurarse pues debe tener tanto acciones transversales de beneficio para todo el sistema productivo: infraestructura, educación, servicios para las empresas, etc etc, y una agenda sectorial, que impulse nuevas actividades y a la vez apoye sectores existentes. Ambas agrupaciones sectoriales deben tener incentivos diferentes, consignados en una reforma tributaria que elimine y reestructure los actuales incentivos. Y también instrumentos diferentes. Las fábricas de productividad y de internacionalización no pueden ser iguales para unos sectores que para otros porque sus características y necesidades son diferentes.

Esto que igualmente tiene lógica, y que aparentemente es fácil, es la cabeza, es la inteligencia de esta política. La manera como se seleccionen los sectores, instrumentos e incentivos define la calidad de la política y sus impactos. Colombia no ha sabido hacerlo por eso los resultados no son buenos.

Una agenda centrada en desarrollos transversales jamás desarrollará la 8economía. Es como si todos los profesionales de la salud fueran médicos generales, y no hubiera especialistas. El estudio de la OCDE de 2019 que da recomendaciones para la PDP, sugiere una estrategia de largo plazo con focos sectoriales estratégicos.

b) La actual PDP tiene unas apuestas sectoriales dispersas: una para impulsar las exportaciones; otra para atraer inversión extranjera; otra para servicios; otra de ciencia y tecnología; otra de emprendimiento; y una irracional: las apuestas de 32 departamentos que el gobierno nacional no sabe qué hacer con ellas, porque no sabe cómo desarrollar la economía, a través de qué sectores, objetivos y estrategias de mediano y largo plazo. Esta dispersión dificulta la articulación, arroja pobres resultados, no hace posible la interrelación de todas ellas para conformar un complejo sistema de desarrollo productivo y de innovación, donde la productividad esté en el centro, las exportaciones sean objetivo principal, y la equidad, el bienestar para todos y la sostenibilidad sean el resultado.

c) Colombia tiene una PDP al 2025, el nuevo gobierno debe reestructurarla convocando a un Conpes antes de diciembre del 2022, para modificar el del 2015. Pero no puede esperar tres años porque no habrá buenos resultados y se perderá tiempo en un momento de grandes incertidumbres políticas, institucionales y económicas en la nación, y de cambios globales en la economía, la tecnología, y en el orden geopolítico y geoestratégico. La política será tan deficiente y quienes la dirigen igual, que Colombia no tuvo como enfrentar el covid con producción nacional y ahora está metida en un lío adicional con el trancón en la producción y transporte marítimo de ciertos productos industriales importados puesto que Colombia no produce ni bienes intermedios, de capital, materias primas y muchos productos de consumo. Recuerden que el déficit comercial de Colombia es de US$ 25.000 millones anuales en bienes industriales y que la retracción industrial y de la agricultura equivale a más de US$ 50.000 millones anuales.

d) No puede haber ni desarrollo productivo ni salto en la conformación y tamaño de las exportaciones, ni una contundente nueva generación de empresas innovadoras, ni un gran salto de pymes y grandes empresas, incluidas las multilatinas colombianas, si no hay un acuerdo duradero estado – universidad -empresa para desarrollar la ciencia, la tecnología y la innovación, y así incrementar sostenidamente la inversión pública y privada en investigación, una de las más bajas del mundo entre economías comparables. A la par la agricultura debe recuperar espacio en el PIB, la industria también, las exportaciones superar el 24% de participación en el PIB (ahora menos del 12%), y dentro de estas las de alta tecnología deben ser las principales para poner a Colombia en la situación de cuando las exportaciones altec en 1991 superaron al resto de productos.

Esto llevaría a crecimientos superiores al 6% durante un largo periodo. Ahora no lo puede hacer y así no es posible generar nuevas condiciones y oportunidades.

e) Se debe atraer inversión extranjera directa en producción e investigación, y no solo con oficinas de importaciones y de comercialización como ahora ocurre. Tampoco para seguir vendiendo todas las empresas nacionales, porque Colombia se está quedando sin aparato productivo nacional. En todo caso el país debe ofrecer recursos humanos y en ciencia y tecnología para captar inversiones en sectores de frontera.

f) Las instituciones financieras del estado (Bancoldex y otras) y los programas de apoyo a las exportaciones y al comercio internacional, deben preservarse, aunque su orientación y contenidos modificarse.

g) La contribución de la PDP a la paz es mínima como consecuencia de lo dicho. La paz y las nuevas políticas de desarrollo deben ir de la mano para superar la preeminencia de los actores de la violencia asociadas al narcotráfico, al feudalismo poco productivo, y a la especulación financiera. Colombia parece como si estuviera cogida por enormes garras de un monstruo gigantesco, pues comienza en Norte de Santander, avanza al Caribe, se extiende por la zona del océano Pacífico, y agarra Putumayo, Caquetá y parte del Meta. Pero ningún departamento escapa a su influencia y al lavado de activos incluidos los de la corrupción.

Jaime Acosta Puertas

jap@pandamediagroup.co

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