Donald Trump y la guerra entre Rusia y Ucrania marcaron la agenda internacional

Cuando arrancó el año lo hizo ya con un horizonte global marcado en gran medida por las elecciones y, a lo largo de estos doce meses, las urnas han dejado retornos como el del magnate Donald Trump en Estados Unidos, la falta de transparencia en procesos como los de Venezuela o Rusia y el temor a la injerencia de este último país en otros contextos, especialmente en Europa.

Alrededor de la mitad de la población tenía ya claro el 1 de enero que acudiría a votar en algún momento de 2024, como le ocurrió por ejemplo a la ciudadanía estadounidense, que tenía el 5 de noviembre marcado en el calendario. Tras una campaña marcada por la inesperada dimisión del teórico candidato demócrata, Joe Biden, Trump firmó su vuelta a la Casa Blanca con una sólida victoria ante la vicepresidenta Kamala Harris.

El 20 de enero tomará posesión del cargo y los socios de Washington están ya expectantes ante el giro que Trump ha anunciado en políticas clave, también en el ámbito internacional. Uno de los bloques que no oculta su recelo es la Unión Europea, 27 países que también acudieron a votar a principios de junio para renovar la Eurocámara.

La victoria de los conservadores permitió a la alemana Ursula Von der Leyen repetir cinco años más como presidenta de la Comisión Europea, en una terna de poder que comparte con el socialista António Costa, presidente del Consejo, y la también ‘popular’ Roberta Metsola, al frente del Parlamento Europeo.

Los comicios europeos sirvieron para constatar la consolidación de partidos y posiciones ultraderechistas, como lo demuestra el hecho de que, por primera vez, un miembro de esta familia política ostente una vicepresidencia del Ejecutivo comunitario, aupado por el éxito de la italiana Giorgia Meloni.

La UE ha visto, además, cómo sus dos principales economías, Alemania y Francia, atravesaban su particular ‘via crucis’ hacia las urnas –en el caso alemán habrá elecciones en febrero de 2025–. El presidente francés, Emmanuel Macron, adelantó a junio y julio las parlamentarias para tratar de ganar estabilidad y se ha encontrado con una aritmética aún más compleja en la Asamblea Nacional.

El experimento de Michel Barnier como primer ministro, sin una mayoría sólida a su favor, concluyó de manera abrupta con una moción de censura, hito inédito en más de medio siglo. Pase lo que pase ahora con el centrista François Bayrou, Francia no podrá volver a votar al menos hasta julio de 2025.

En Portugal, los conservadores han vuelto al poder; en Austria una alianza tripartita inédita liderada por el canciller Karl Nehammer eclipsó el triunfo electoral de la ultraderecha; y en Irlanda los números anticipan la reedición del acuerdo entre el Fianna Fáil y el Finne Gael para seguir compartiendo el poder.

Bélgica también está en plenas negociaciones –y van más de seis meses– y Bulgaria sigue sumando elecciones ante la falta de una mayoría sólida en el Parlamento –han votado siete veces desde abril de 2021.

La sombre rusa

Dentro de la UE se ha seguido con especial preocupación el caso de Rumanía, que en pocas semanas celebró parlamentarias y presidenciales. La victoria contra pronóstico del ultranacionalista Calin Georgescu hizo saltar todas las alarmas, especialmente después de que los servicios de Inteligencia hiciesen públicas sus sospechas sobre una injerencia rusa. El Tribunal Constitucional ha ordenado repetir todo el proceso.

La sombra de Moscú ha estado igualmente presente en Moldavia, que sigue teniendo de presidenta a Maia Sandu, y en Georgia, donde el oficialista Sueño Georgiano se ha consolidado entre acusaciones de fraude y protestas ciudadanas. El temor compartido es que estos intentos de Rusia por influir en el este de Europa se acrecienten en los próximos años, habida cuenta de que no hay cambios a la vista en el Kremlin.

De hecho, las presidenciales celebradas en marzo en Rusia fueron más un trámite burocrático para Vladimir Putin que una disputa política real: no había rivales opositores mínimamente relevantes y el Gobierno controla todas las instituciones. Gracias a la última reforma constitucional, Putin tiene vía libre para seguir hasta 2036 si así lo desea.

También dentro de Europa, 2024 ha sido año electoral en Reino Unido. El ‘premier’ Rishi Sunak adelantó la cita ante su creciente debilidad y cedió Downing Street a Keir Starmer, que ha devuelto al Partido Laborista al Gobierno 14 años después del final de la anterior etapa.

Entre el continuismo y la polémica

En América Latina, los presidentes de El Salvador, Nayib Bukele, y República Dominicana, Luis Abinader, han revalidado sin problemas sus respectivos cargos, mientras que en México el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) ha cambiado el rostro de Andrés Manuel López Obrador por el de Claudia Sheinbaum, la primera mujer en alcanzar la Presidencia de este país.

La renovación ha llegado a Panamá, de la mano de José Raúl Mulino, y a Uruguay, donde Yamandú Orsi ha recuperado el cetro presidencial para la izquierda –tomará posesión el 1 de marzo–.

Sigue en el aire, sin embargo, el futuro de Venezuela. La oposición y gran parte de la comunidad internacional ponen en duda la victoria que los órganos chavistas atribuyen a Nicolás Maduro, presidente desde el año 2013, en la medida en que no hay actas oficiales que así lo avalen.

Sí han presentado muestras de estas actas los partidos opositores, que insisten en que el vencedor real fue el antiguo diplomático Edmundo González Urrutia. Desde su exilio en España, González insiste en que quiere volver a Venezuela y tomar posesión del cargo el 10 de enero.

Asia y África

En el frente asiático, por su parte, Japón ha vivido un año convulso marcado por la dimisión en agosto del entonces primer ministro, Fumio Kishida, y un adelanto electoral que ha dejado al gobernante Partido Liberal Democrático más debilitado, ahora con Shigeru Ishiba como estandarte al frente del Gobierno.

En Taiwán, el oficialista William Lai obtuvo la Presidencia, lo que ha supuesto para la isla la continuidad de las políticas previas y que implican, entre otras cuestiones, marcar distancia con Pekín y sus aspiraciones soberanistas.

Bangladesh concluye el año de una manera muy distinta a cómo lo empezó, y todo ello pese a que en enero la veterana Sheij Hasina revalidó el puesto en unas elecciones parlamentarias que dieron paso en cuestión de meses a manifestaciones sin precedentes. Hasina terminó dimitiendo tras 15 años en el poder y Bangladesh tiene ahora al frente al premio Nobel Mohamed Yunus.

Pakistán aupó a Shehbaz Sharif como primer ministro en las generales de febrero, mientras que en un Oriente Próximo convulso el egipcio Abdelfatá al Sisi inició un nuevo mandato e Irán eligió al moderado Masud Pezeshkian como nuevo presidente, en unos comicios forzados por la muerte en un accidente de helicóptero de Ebrahim Raisi.

El año electoral en África ha supuesto el inicio de un nuevo mandato para el argelino Abdelmayid Tebune o el ruandés Paul Kagame, en este último caso tras lograr el 99 por ciento de los votos, según datos oficiales. En Chad, Mahamat Déby ha pasado de encabezar la transición tras la repentina muerte de su padre a lograr el aval de las urnas.

Namibia tiene desde este mes de diciembre por primera vez a una mujer en la Presidencia, Netumbo Nandi-Ndaitwah, y en Senegal la división política se ha hecho patente con el pulso entre Bassirou Diomaye Faye, vencedor de las presidenciales de marzo, y Ousmane Sonko, designado primer ministro y cuyo partido se impuso en las legislativas de noviembre.

En Mozambique, el año concluye entre protestas con decenas de muertos, después de que las autoridades diesen como vencedor de las presidenciales al oficialista Daniel Chapo y la oposición, encabezada por Venancio Mondlane, contradijese estos resultados.