Cada departamento del país tiene un desarrollo, empleabilidad, rasgos culturales, fiestas y tradiciones, violencia, influencia política y económica y características medioambientales diferentes, todos tienen una historia que a veces se ve estrechamente conectada o levemente relaciona. Esta semana varios de ellos compartieron una misma tragedia, Antioquia, Atlántico, Choco, La Guajira y el Archipiélago de San Andrés, Providencia e Isla Catalina, fueron los departamentos que resultaron afectados por las fuertes lluvias y por el huracán Iota, generando la pérdida de vidas humanas y animales, al igual que de una multitud de hogares destruidos.
Se podría decir que los cinco casos se generaron por una amenaza de la que estamos aprendiendo, una ampliamente mencionada y que causamos, pero todavía así le es indiferente nuestra existencia o destino, aunque por qué tendría que importarle: hablamos del cambio climático.
Distintos estudios e instituciones científicas han advertido que el calentamiento global puede generar climas extremos, afectaciones al clima natural y aumentar la frecuencia e intensidad de las tormentas, especialmente en las zonas tropicales, zona que en América abarca buena parte de México, atraviesa países como Costa Rica, Colombia –tierra querida pero descuidada-, Perú y casi toda Brasil.
Las temperaturas más cálidas de la superficie del mar podrían intensificarán las velocidades de los vientos de tormentas tropicales, lo que podría causar más daños al tocar tierra o pasar cerca de zonas habitadas, también que la magnitud de las lluvias asociadas a estas tormentas aumente en un 20 % en un radio de 100 kilómetros. Se estima que cada vez los huracanes de categoría 4 y 5 tendrán más intensidad, frecuencia y duración, y que las velocidades de los vientos huracanados aumenten hasta en un 10 por ciento.
Ahora, los gobernantes y sus instituciones tienen que cambiar la forma de gestionar y ver el cambio climático, esto porque tienen un doble frente que atender; buscar energías limpias, desde la firma del Acuerdo de París en el que más de 100 naciones se comprometen a apalancarse en la ciencia para buscar fuentes de energías limpias e ir gradualmente disminuyendo la emisión de dióxido de carbono, todo esto para evitar que la temperatura global no aumenten 1,5° centígrados; políticas de prevención, crear y ejecutar políticas que más que responder a crisis asociadas al cambio climático, busque prevenirlas.
El primer punto parece casi olvidado, los esfuerzos de las naciones firmantes han sido poco notorios, además, Estados Unidos bajo el mando del saliente presidente Trump, se retiró del acuerdo.
El segundo punto es crucial, como indica Germán Poveda, expertos sobre el cambio climático, se debe buscar generar políticas y acciones que además de responder a eventos causados por el cambio climático, como ser golpeados por huracanes, proteja y prevenga estos incidentes o parte de sus efectos.
Para ello, se necesita proteger ambiental y estructuralmente la zona, además de hacer pedagogía a nivel institucional y local. En la parte ambiental es necesario preservar las zonas de los manglares y los corales, además de evitar construir en zonas vulnerables, respecto a lo estructural, elevar construcciones vulnerables, alejar proyectos de construcción de zonas vulnerables y estructuras resistentes a fuertes vientos y escombros voladores.
Quizás el componte más importante sea el de tomar consciencia sobre el riesgo del cambio climáticos y sus múltiples impactos, cambiar la forma de planificar y gestionar planes, este como otros gobiernos habla de la importancia de trabajar para afrontar los desafíos que trae consigo el calentamiento global, pero no se ve mucho esfuerzo a largo plazo para implementar una visión y ejecución a nivel nacional y local sobre una nueva forma de asumir los retos que generan el cambio climático.
Las gobernaciones y alcaldías son claves debido a que de ellas depende buena parte la ejecución de esas medidas, además que deben también planear a mediano y largo plazo con la información que tengan a la mano, a medida que se adquiera más información, también ir adaptando o cambiando los planes y acciones existentes.
Cambio, esa es la palabra clave con la que lidiamos este año, quizás la palabra de la década, cambio en nuestra forma de relacionarnos y trabajar, cambio en la forma de abordar temas de salud y lugares públicos, cambio en la forma de abordar y actuar frente a las problemáticas mundiales. En general, las inundaciones y tormentas las conocemos y padecemos desde hace tiempo, pero por ser cada vez una problemática mayor, se deben hacer más acciones para afrontarlas y en especial prevenirlas.