El derecho divino criollo: 2022

El derecho divino era una antigua idea que comenzó con los reyes medievales de Europa. Ellos afirmaban que habían sido elegidos por Dios y que eran sus representantes en la Tierra. Estos reyes tenían poder absoluto y podían hacer lo que quisieran. Se esperaba obediencia total de la gente a la que gobernaban. (Britannicascola.com.br)

A pesar de que esta es una definición que va ligada a las monarquías absolutas de la edad media, se puede aplicar a la Colombia del XXI. Entre tantos apellidos que se repitieron en el poder durante el S. XX, nada parece indicar que en las elecciones de 2022 vaya a darse un cambio.

Desde el proceso 8000 (Ernesto) a la Gerencia de la ANT (Miguel), desde la apertura económica (Cesar) a la dirección del DNP (Simón), desde el Ministerio de Educación (Luis Carlos) hasta el Congreso de la República (Juan Manuel), desde el Ministerio de Justicia (Rodrigo) hasta el Congreso de la República (Rodrigo Jr.), desde el fraude electoral del 19 de abril (Misael) hasta el fracasado proceso de paz con las FARC (Andrés), los que tristemente faltan por venir y los que me faltan por nombrar, padres e hijos (y hasta nietos), han estado desfilando por la Casa de Nariño, contribuyendo cada uno a su manera, al país que tenemos hoy, y eso no es necesariamente bueno.

En estas elecciones, y como todo en Colombia, se está dando un fenómeno que reta a la realidad. Evocando el romanticismo de quienes dicen “todo tiempo pasado fue mejor” y acudiendo a una muy falsa renovación de la política, se están presentando propuestas viejas-nuevas, donde los delfines están reviviendo los movimientos políticos de sus antecesores, como el Nuevo Liberalismo (los Galán y Lara), Poder Popular (Ernesto y Miguel Samper) y la CNE ya recibió la solicitud de resucitar al Movimiento de Salvación Nacional (Álvaro y Miguel Gomez).

Esto puede ser una jugada maestra de estos retoños para capturar el voto de los mayores de 50, quienes vivieron la gloria de esos movimientos en los años 90, llamando a la nostalgia electoral e impulsando aún más la conexión genealógica que tienen con sus padres.

Por otro lado, la supuesta renovación de la política acudiendo a unos movimientos de hace 20 y 30 años, no creo que sea la fórmula para llegar al voto nuevo, a aquellos jóvenes que se manifestaron hace unos meses o a quienes buscan realmente una opción nueva.

Pero entiendo totalmente la necesidad de crear nuevas sombrillas electorales, porque las de los partidos tradicionales o las grandes bancadas, ya están cooptadas por manzanillos o por expresidentes (¡gracias, Cesar!).

Con estas plataformas viejas-nuevas, los delfines han encontrado una nueva forma de disfrazar su caducidad y falta de ideas nuevas, con renovaciones políticas y propuestas frescas, que todos los colombianos sabemos a lo que nos conducen, que consecuencias traen y que legados nos dejan.

Al ver las elecciones en Colombia, en lugar de una campaña seria, con condiciones y en franca lid, me siento como haciendo una fila en cualquier EPS (¿pesadilla?), con el digiturno, esperando quien va a ser próximo en llegar a la presidencia. La diferencia es que en la fila yo no avanzo, los que van adelante en la fila, siempre tienen los mismos apellidos, mientras la sala de espera en urgencias recibe más y más casos que no dan espera.

Asumo, que no falta quienes dicen: “que gobiernen los que saben gobernar”, “ellos conocen como es eso”, “que la Casa de Nariño vuelva a sus verdaderos dueños” o quienes se ufanan de darle la mano alguna vez a algún político en una de sus correrías, y por eso es seguidor fiel de ese personaje. Pero esos/as que piensan así, también tienen su responsabilidad en esto.

Tener estos delfines y sus plataformas viejas-nuevas muestra lo árido de sus ideas, lo monotemático de sus campañas y lo idiotas que somos los colombianos, al seguir las propuestas y movimientos de quienes han colaborado para que seamos uno de los países más corruptos, con mayor número de lideres sociales muertos, con una devaluación por las nubes, y una economía que, gracias a la ilegalidad, nunca toca fondo.

En Colombia, el derecho divino pasa por el disfraz eterno de los herederos a la Presidencia de la Republica.