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Desde hace unos años leo a Jaime Arizabaleta en Twitter. Admiro su compromiso y en especial, la defensa argumentada y respetuosa que realiza de los principios y valores del Centro Democrático.
Jaime es columnista de un portal colombiano desde hace unas semanas y su última columna se tituló “Petro, El Mandadero de Escobar”. El día que fue publicada y desde muy temprano, empezó a recibir mensajes en las redes sociales que fueron escalando el tono, cada vez más agresivos, más violentos y amenazantes. Además, no solo lo atacaban a él sino también a su familia, incluso, publicando fotos que tomaron de sus redes.
Muchos le manifestamos nuestra solidaridad ese mismo día por la estigmatización y la difamación de la que fue víctima. En la semana me enteré un poco más de la afectación que habían sufrido tanto el como su familia a causa de ese episodio; un episodio que los afectó en mayor magnitud de lo que algunos pudimos imaginar y que no se debería repetir. Quienes atentaron contra ellos, acudieron a la infamia de mencionar un proceso en el que padre de Jaime fue investigado, sin mencionar que fue declarado inocente en el 2003.
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Me dolió lo sucedido tanto a él como a su familia. Como él, escribo y participo en las redes sociales, un espacio democrático en el que dentro del marco legal y del respeto, todos, sin excepción, tenemos derecho a opinar. Me identifico también con su ideología política y respeto las ideas y planteamientos de las personas con quienes discrepamos. Pienso que es fundamental escuchar y leer a otros porque las diferentes posturas enriquecen el conocimiento, el criterio propio y nos permiten ratificar o corregir.
No puede ser que a los jóvenes se nos señale y agreda sistemática y organizadamente en redes sociales o a través de cualquier medio por expresar una opinión, por defender unas banderas y por querer contribuir a construir un mejor país para todos. No puede ser que con la estrategia del miedo pretendan silenciar nuestras voces y con la violencia verbal o escrita, truncar nuestros sueños.
Sobre los autores intelectuales y materiales de esos ataques digitales debe recaer todo el peso de la ley; por eso festejo que Jaime haya emprendido las acciones judiciales correspondientes. El silencio de muchos ante hechos como este se convierte en cómplice de un comportamiento que es un delito y que pretende restringir la libertad de expresión; un principio pilar de nuestra democracia.
Los invito a leer todos los domingos a Jaime, quien con la valentía que lo caracteriza seguirá escribiendo. Resalto el ejemplo de compromiso con Colombia que nos da. Fácil es retirarse y esconderse; admirable remar contra la corriente y continuar con firmeza hacia el futuro. Adelante Jaime!
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