El día más triste del año. El tercer lunes del nuevo año. Día en el que uno es consciente de que en tan sólo tres semanas han bastado para abandonar paulatinamente todos los propósitos de año nuevo. Y así, sin más, nos damos por perdidos. Derrotados. Sin gracia. Sin firmeza. Eso es al menos lo que el márquetin de números y estadísticas nos quieren hacer creer, de hecho, hay todo un mercado dedicado al fracaso, a la procrastinación, a vivir sin esfuerzos y a envolvernos en una espiral que impida pensar qué estamos haciendo y hacia dónde dirigimos nuestros esfuerzos. ¿Lo han notado?
El devenir de los días ha ido borrando ideas, argumentos, historias y cuentos y me encuentro junto al fuego perdida, como este lunes negro.
Nota recomendada: No sean grinch, la opinión de Almudena González Barreda
Quería hablarles del robo de la libertad en Venezuela, de cómo Chávez se robó la democracia y Maduro ha perpetuado esa infamia con el beneplácito de los gobernantes españoles que miran sin disimulo el rumbo que ellos mismos van cogiendo. PSOE, Podemos, Sumar, Esquerra, Bildu… Ninguno ha salido a defender la libertad y el derecho de un pueblo y mucho me temo que es porque ellos tocan las mismas teclas, bailan al mismo ritmo y sueñan esos sueños de dictador empedernido que va poniendo coletillas a las leyes según se las van saltando en su propio beneficio, como hacían los cerdos de Orwell a medida que acaparaban poder y se iban envileciendo y diferenciado del resto, para acabar poniendo : “todos los animales son iguales, aunque algunos más iguales que otros”.
Soltar cabo
En algún momento empaticé con la Reina Letizia y solté sus lágrimas al ver partir a Elcano con su primogénita a bordo. Este año me aguarda la misma suerte, no es que se embarque en un buque escuela, es que se va a estudiar fuera y soltar cabo cuesta. Y he aquí un dolor del emigrante; el olvido, el dejar de tener un sitio, el que dejen de contar contigo. Aunque como dice Ana Milán; “mientras hay padre hay casa y pase lo que pase hay un lugar al que volver, donde siempre eres esperado”. ¡Ojalá mis hijos tomen nota!
Pensé hablarles de la digitalización de las aulas y quise proponer un cambio en los métodos de estudio. No como experta, si como madre. No es que esté a favor de la barra libre de pantallas, ¡no, por favor! Sino que al igual que pasó en la antigüedad, deberíamos dar alguna oportunidad a la tecnología. Tal vez haya que dar lugar a la voz, hacer pensar al alumno y recitar la lección, no tanto de memoria, sino como si fuera una presentación, usando la tecnología, sin menoscabo de la memoria y la razón. Si han leído, El infinito en no junto, de Irene Vallejo, Ed. Siruela, podrán entenderlo mejor. Es un ensayo magnífico, soberbio, redondo, interesantísimo. Yo hasta lo metería en un plan de estudios y creo que lo considero un must have de cualquier biblioteca. Lo he leído a ratos, subrayando, fotografiando y señalando mis pasajes favoritos. Lo he leído en la playa, en la chimenea, con música clásica y con el Gin Tonic de los viernes. Hoy lo termino feliz, sabiendo un poco más y amando- si cabe también más- a los libros, mirándolos con ojos nuevos, y con necesidad de seguir leyendo.
Puede interesarle: Tiktok no va más en los Estados Unidos
Quería explicarles la paradoja del tiempo, esa que hace que cada año pase más rápido siendo siempre el mismo tiempo.
Quería recordarles que estamos en un Año Santo, que peregrinen a Roma y atraviesen la puerta santa o lo hagan en su ciudad pero que busquen la abundancia de la Gracia, que es el año de la Esperanza y éste es el super poder ante tanta tristeza, tanta desgracia, tanto sinsentido y vida malograda. Es el mejor remedio para acabar con el lunes negro.