En los últimos años, Bogotá ha sido testigo de una transformación notable en términos de seguridad urbana. Sin embargo, detrás de las cifras y los informes oficiales, persisten realidades complejas que demandan una mirada profunda y comprometida por parte de las autoridades competentes locales e incluso nacionales.
La realidad en la percepción de inseguridad del ciudadano de a pie, sigue siendo una preocupación constante, existe un continuo enfrentamiento con desafíos significativos; La delincuencia común, los hurtos y la violencia interpersonal todavía representan amenazas palpables para la calidad de vida y el desarrollo económico y social de los capitalinos.
Es claro que existe una discrepancia significativa entre los informes con cifras oficiales y la percepción pública, siendo que, por ejemplo, según informe de la Policía Metropolitana de Bogotá presentado a través de la gestión realizada en los primeros 100 días de trabajo del alcalde Carlos Fernando Galán se ha realizado la captura de 8.302 personas, de las cuales 136 estaban relacionadas con homicidios, 2.973 por hurto, 1.562 por tráfico de estupefacientes y 340 por porte ilegal de armas de fuego y entre otras cifras que a grandes rasgos muestran al tenor de júbilo y regocijo la disminución porcentual en diferentes categorías delictivas.
Es innegable que la reducción de ciertos tipos de delitos ha sido notable. La implementación de estrategias como la vigilancia electrónica, la ampliación de la cobertura policial y la rehabilitación urbana han contribuido significativamente a esta tendencia positiva. No obstante, la percepción ciudadana sobre la seguridad en Bogotá dista mucho de reflejar una plena tranquilidad, entonces ¿Qué se debe hacer?
El análisis de la seguridad urbana no puede limitarse a la disminución de indicadores específicos de delincuencia, la sensación de inseguridad se nutre de una multiplicidad de factores sociales, económicos y culturales que trascienden la mera acción policial. La desigualdad económica, la segregación espacial, la falta de oportunidades educativas y laborales, entre otros, conforman un entramado complejo que repercute directamente en la percepción de seguridad de los ciudadanos.
Los desafíos de Bogotá en materia de seguridad exigen una estrategia integral y holística. Esto implica no solo fortalecer las capacidades de las fuerzas de seguridad, sino también implementar políticas públicas que aborden las raíces estructurales de la violencia urbana. Invertir en programas de inclusión social, promover la cohesión comunitaria y mejorar la calidad de vida en los sectores más vulnerables son pasos fundamentales hacia una ciudad más segura y equitativa. Además, es crucial fortalecer la confianza ciudadana en las instituciones encargadas de la seguridad, que, a día de hoy, son desvirtuadas constantemente teniendo en cuenta aspectos como: el uso adecuado de la fuerza por parte de las autoridades, la transparencia en las investigaciones criminales y el acceso efectivo a la justicia.
Abordar la seguridad en Bogotá requiere un enfoque multidimensional que trascienda los enfoques simplistas y estadísticos, es crucial fortalecer la capacidad institucional y la coordinación entre las diferentes entidades responsables de garantizar la seguridad pública; es claro que, aunque las cifras disminuyan, la preocupación sigue siendo una constante latente en el sentir de los Bogotanos y esto deja un mensaje que va mucho más allá de cualquier informe con cifras de gestión, que a fin de cuentas, lleva a preguntarse ¿Bogotá camina segura?