Siendo sincero con mis respetados lectores, les cuento que nunca había hecho tanto seguimiento a quien llegará como huésped de honor durante los próximos cuatro años al Palacio de Liévano, hogar oficial del próximo Alcalde de Bogotá, teniendo en cuenta mis profundas raíces capitalinas, mi sentido de pertenencia por una ciudad triturada en todos los frentes de desarrollo tras intereses populistas y politiqueros y por el verdadero amor a una imponente urbe generadora incansable de mi humilde evolución como ser humano. Votaré sí o sí.
La reflexión viene a colación porque los cachacos -especie en extinción-, rolos –cuando vamos a tierra caliente-, bogotanos -gentilicio para identificarnos con otras regiones, capitalinos -por ser del epicentro de Colombia- o esos miles de nacionales adoptados desde hace años por cosas del destino en @Bogotá, tenemos la histórica responsabilidad de poner una X sobre ese candidato de nuestra predilección, eso sí, con la responsabilidad de realizar análisis un a conciencia, emocional y académico. En esencia, se trata de un compromiso ciudadano, en el sentido de mirar con lupa ese líder comprometido con brindar reales y serias políticas públicas para más de 10 millones de personas. Nada más, ni nada menos.
Por todo eso, la ciudad más importante de Colombia mírese por donde quiera, poco o casi nada requiere de una estrategia de recordación, reconocimiento, posicionamiento o reputación. Eso lo tiene ganado desde el momento histórico (1538) en que fue elevada como la capital de propios y extraños que aun vienen de paso, visitan o se quedan para realizar sus sueños familiares, proponen sus ideas de negocios, diversifican sus pasatiempos, avanzan en sus estudios e incluso llegan a los cargos más poderosos de la vida pública.
De ese estatus debemos sentirnos más que vanidosos los puros “rolos” (producto de padres de otras regiones, pero paridos a más de 2600 metros de altura), en el sentido de valorar los avances, en materia económica, social, cultural, tecnológica, diversa, incluyente, eso sí, sin dejar a un lado las constantes “metidas de patas” de la clase política, que siendo honestos, debieron acelerar sendos proyectos para evitar los atrasos en diferentes frentes evidenciados y vividos a diario por parte del ciudadano de a pie.
Por eso, sería absurdo redactar estas letras sin tener presente la mala situación por la que atraviesa la ciudad, especialmente en temas de inseguridad, movilidad, infraestructura y empleo formal, lo que nos invita a generar un fuerte llamado de atención a los candidatos a la Alcaldía para que en sus ejes programáticos incluyan acciones estratégicas fuertes en aras de recuperar y fortalecer la reputación de la marca Bogotá.
“La reputación que se ha ganado Bogotá no es casualidad y está soportada por años de trabajo en los que la ciudad ha identificado cuáles son sus principales atributos y a partir de ellos ha construido una propuesta de valor sólida que pone a la ciudad por encima de muchos de sus competidores en la región”, destaca Forbes Colombia en una de sus ediciones digitales.
Quererla va más allá de estigmatizarla como herramienta sistemática para un progreso económico, académico o político. Quererla significa darle el valor histórico, cultural, humano y social. Quererla es respetarla por el hecho de brindarnos una suma de productos y servicios alentadores para seguir progresando, muchas veces, en medio de las dificultades propias de una metrópoli cercana a los 10 millones de habitantes y los desaciertos históricos de la clase política y sus intereses particulares.
Esa idea de “coger” la Alcaldía Mayor, el segundo cargo político más importante de Colombia, como trampolín electoral para llegar a la presidencia debe ser congelado de tajo por los aspirantes en las elecciones de octubre porque es el oportuno momento de revitalizar a una ciudad que merece los mejores honores por parte de sus administradores y habitantes de las 20 localidades. Esa es una tarea en equipo ciudadano para revitalizar la marca amarillo y rojo en su bandera.
El nuevo Alcaldesa tiene la loable oportunidad de llegar al Palacio de Liévano con una marca registrada que se viene posicionando hace 485 años. Por ello, sus acciones estratégicas deben estar enmarcadas en políticas públicas cercanas a las necesidades de la población, que van desde mejorar la calidad de vida, pasando por aceptar la inclusión de géneros y diversidad en todos los escenarios sociales y culminando por terminar con urgencia las mega obras de infraestructura. Que todo esto sea por Bogotá y los bogotanos…