Dice el genetista de Harvard, David Sinclair, que hay cuatro hábitos que frenan el envejecimiento. Aseguran que él mismo a los 55 años tiene un cuerpo de 45.
Me planteo ponerlos en marcha, los he leído y se que no me costará mucho pues la mitad ya lo hago. Les cuento:
Correr, caminar rápido, nadar al menos tres veces por semana, media hora. Fácil, la único que uno tiene que hacer es proponérselo. Los solteros sin hijos no tiene excusas pues gozan de todo su tiempo, los que tenemos canes o niños pequeños lo tenemos aún más sencillo; los perros piden calle, exigen calle. Y los niños pequeños… a ellos conviene llevarlos al parque, sacarlos de paseo y que se cansen para tener un sueño reparador, todos.
El genetista habla de ayuno intermitente. Puede sonar a vida monacal y en cierto modo el ayuno consiste en eso, nada de picoteos, mini caprichos o excesos. Si uno lo piensa bien y maneja con firmeza el autocontrol se verá ayunando casi sin querer. Otro modo de cumplir con el ayuno es cenar temprano y desayunar quizá una hora más tarde de despertarse. Y el mejor de los tips, no tengan en casa aquello que no quieran comer, no compren ese dulce o los chips de patata “por si acaso” y si alguien se presenta por sorpresa siempre puede ofrecer algún snack saludable o una bebida refrescante casera a base de frutas y limones.
Llevar una dieta rica en antioxidantes, beber té matcha – que sabe a césped- … esto no es tan fácil pero seguro que pronto sale un nuevo híper alimento que da más vida a la vida de nuestras células y mitocondrias. Verduras, frutas, frutos secos, legumbres… tirar de lo que menos apetece, pero más nos conviene.
Y, por último, evitar el estrés. Si, y con estrés se refiere a todo aquello que nos altere pues es un acelerador del envejecimiento. Habrá situaciones que no podremos controlar, pero al imbécil que nos da la brasa, al vecino pesado, a ese que nos envejece sin consentimiento, a ese; esquinazo.
Me seduce esto de cambiar mi edad metabólica, ralentizar el envejecimiento, no por vanidad, sino por llegar en mejor estado a mi vejez- que no me quiero ni saltar, ni perder – y sé que todos estos propósitos tienen un tiempo de instalación- como las actualizaciones de software en los dispositivos inteligentes-, pero ante todo he de tener en cuenta amigos que entre empezar y procrastinar hay sólo un segundo en el que cambia todo, o no.
Ese segundo es que crucial. Ahí nos jugamos el envejecimiento, el propósito, el ser héroes y hasta la propia condena eterna. ¡Qué poco es un segundo y cuánto valor puede llegar a encerrar!
Ahí les dejo esta reflexión, para que, en este inicio de curso escolar, septiembre es como un enero adelantado, pero sin tanta alegría y sin el glamour de fin de año, se acuerden de ese segundo que lo cambia todo. Sin ir más lejos, muchos estaban ayer de vacaciones y en un segundo se acabó el receso estival y hoy estarán madrugando para volver al tajo de nuevo. A esos, eviten el estrés y al imbécil de turno, y tal vez envejezcan al mismo ritmo que venían haciéndolo, y se habrán ahorrado muchos minutos de condena terrenal.
Almudena González Barreda
PORTADA
Petro sanciona la ley que permite el acceso a las artes y las culturas en las aulas
Nacen las primeras diferencias en el Frente Amplio
Cámara aprueba iniciativa que previene el reclutamiento de mercenarios
Pacto Histórico es oficialmente partido político