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Muchas cosas se han perdido con la masificación de la información y en la era de la hiperconectividad, por ejemplo, la exclusividad, la originalidad y, sobre todo, la capacidad de encontrar discursos e ideas con buen argumento y que soporten un análisis profundo en sus planteamientos. Me temo que estamos en la época de los lugares comunes y porque no decirlo: de los charlatanes.

Esto que afirmo supone un riesgo para mi profesión y oficio, como consultor, formador y en algunos momentos periodista. Pero, también supone un enorme desafío para encontrar un punto equilibrado en los discursos y en las conversaciones. Todo apunta a que ahora más que nunca, tienen la ventaja aquellos que hablan más fuerte y bonito.

Las redes sociales son el alimento preciso para que los humanos nos nutramos del reconocimiento, la aceptación y la validez. Además, quien hoy tenga habilidades comunicativas asume que puede convertirse en chef profesional, entrenador físico, psicólogo o crítico de moda. Si se combinan estos dos factores, nos enfrentamos a la triste realidad de validar y posicionar personajes y liderazgos que terminan por convertirse en actos teatrales.

Y está bien pensar que somos libres de aspirar a cualquier cosa. El asunto es cuando esas aspiraciones tienen un impacto alto en la organización y en el equilibrio de las cosas. Los charlatanes le están ganando el pulso a la formación académica y a la experiencia consolidada.

El asunto toma mayor importancia cuando están en juego posiciones de poder y liderazgo en la vida pública. De esto nos da una ‘sutil’ prueba Gustavo Petro, quien, sin ruborizarse, ha puesto a liderar las entidades y los presupuestos del Estado a personas que claramente su mayor habilidad ha sido repetir una y otra vez estribillos simples y desteñidos. Esta tarea requiere de cinismo, que, aunque tenga mala connotación el calificativo, hoy es una capacidad clave para usurpar posiciones en las cuales no se tiene experticia y ni respaldo académico.

Lo más grave es que estos antecedentes les ha abierto el apetito a quienes buscan desenfrenadamente ese reconocimiento y poder que da la administración pública. Otra ‘sutil’ prueba la da una periodista histriónica, escénica y expresiva, que, con un discurso plagado de frases de cajón, sin contar con experiencia previa, ni formación técnica al respecto, aspira a tomar las riendas del país. Si bien el periodismo es una labor necesaria para el equilibrio de la democracia, y la señora tiene basta experiencia en el campo, estoy seguro de que se requiere de habilidades que no las da 30 años de trayectoria periodística. El cargo al que aspira es de enorme responsabilidad y con cualidades específicas. Pero claro, desde hace dos periodos el listón ha ido cayendo.

Como la famosa periodista, saltarán otros ‘iluminados’ que con gritos, frases escandalosas y miradas punzantes creerán que tienen la fórmula para encantar y ganar. Mientras tanto nos queda aprender del presente, y ver el ejemplo de cómo alguien se quedó atrapado en su charlatanería, sin poder ejecutar lo que prometía en discursos. Hablar es gratis y todos tenemos una opinión (así como un par de zapatos dice el tenista Jimmy Connors), pero la capacidad y la habilidad para ejecutar está reservada para quienes se han formado de manera integral.

Es muy probable que muchos charlatanes sigan usurpando lugares que no les corresponden: ni por formación, ni por experiencia, y a veces por falta cualidades humanas. Debemos estar atentos para digerir más esos discursos llenos de tremenda retórica y mucho dramatismo, para darle más cabida a la razón, la sensatez y el equilibro que sí se tiene cuando nos alejamos de las ‘frases de cajón’ y el vacío de las palabras.

Luis Carlos Martínez

Luis Carlos Martínez

lcarlosm_088@yahoo.es

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