Colombia necesita esperanza

En este 2024 hemos atravesado tiempos difíciles y tal vez turbulentos por ciertas realidades que padece Colombia. En medio de la desazón que deja la violencia en las regiones, la inseguridad, la desigualdad, la corrupción, los altos precios de la canasta familiar y de la gasolina, las dificultades para adquirir vivienda propia y un sinnúmero de situaciones que marcan el diario vivir en un país como el nuestro, debemos llenarnos de esperanza y saber que mejores momentos seguramente vendrán.

La esperanza no puede ser un sentimiento pasajero, sino una virtud que se ancle en nuestros corazones bajo la certeza de que siempre existirá un propósito y un plan, incluso en medio de las tormentas más duras.

Nuestro amado país atraviesa desafíos que, aunque parezcan insuperables o complicados de resolver, debemos saber que sí tienen solución. Pese a estas situaciones no podemos perder de vista lo más importante: no estamos solos. Hay un Dios que ve nuestras situaciones más difíciles y que obra a través de quienes se levantan con fe y amor a servir.

Es crucial detenernos y reflexionar sobre lo que realmente sostiene a nuestra sociedad. En mi concepto, estas bases también están fundamentadas en el hogar, la familia, los principios y valores.

La Biblia señala en Romanos 12:12: “Alégrense por la esperanza segura que tenemos. Tengan paciencia en las dificultades y sigan orando”. Este llamado no es solo para quienes somos creyentes, sino también para todos aquellos que anhelan una nación diferente.

Colombia nos necesita; el país requiere de hombres y mujeres dispuestos a sembrar esperanza, a trabajar con valentía e ímpetu y a recordar que los pequeños actos de servicio generan grandes resultados. Son vitales los líderes y comunidades que se conviertan en faros de luz en medio de la oscuridad.

Debemos creer que, aunque hoy las cosas parezcan complejas, el bien siempre triunfará. Ya es hora de que tendamos puentes, de sanar heridas, de escuchar al que piensa diferente y de trabajar en unidad.

Hoy, más que nunca, debemos proclamar que Colombia tiene esperanza, porque hay un propósito para esta nación. Nunca olvidemos que nuestra fe no solo nos sostiene, sino que nos impulsa a ser agentes de transformación.

En este 2025 seamos portadores de esperanza, habrá desafíos y decisiones que tomar, incluso teniendo en cuenta que será un año preelectoral, donde las tensiones políticas seguramente se acentuarán, pero es justo allí donde tendremos el desafío de soñar con un país mejor, en el que se recomponga el rumbo y en el que vuelva la seguridad.

Andrés Barrios Bernal