Vuelve y juega. La violencia contra las mujeres en política, en este caso verbal, volvió a ser noticia nacional y caso de repudio por parte de gobernantes locales, regionales, nacionales, periodistas y líderes de opinión. «¿Qué podemos esperar de una vaca que no puede parir? ¿Nos toca inyectarla o qué?», expresó, en plena sesión de la corporación, el presidente del Concejo Municipal de Ortega, Luis Eduardo Suárez cuestionando a la gobernadora del Tolima, Adriana Magali Matiz. Todo un comentario salido del más bajo nivel social.
Frente a este ordinario episodio debo recordar que en varias oportunidades he venido destacando el papel de las mujeres en escenarios políticos principalmente desde su rol como serias, encumbradas y recordadas lideresas que van desde ser presidentas en Latinoamérica, pasa por la valentía de María Corina Machado para liberar a su pueblo del régimen «madurista» y termina con la abierta posibilidad de una mujer siendo la primera mandataria de los colombianos. Son féminas públicas de honorable respeto.
Como de honorable respeto es cualquiera de las 32 Senadoras y las 32 Representantes a la Cámara que diariamente debaten a «capa y espada» proyectos de ley en el escenario legislativo, entendiendo la mayoría de fuertes y poderosas posiciones de los «varones o machos» de la política tradicional y sus radicales posturas ideológicas o particulares intereses. También un llamado urgente de tolerancia para con las seis gobernadoras, 146 alcaldesas y 2.267 concejalas encargadas de velar por el bienestar de las comunidades en sus regiones pese a la negligencia del gobierno central para atender sus peticiones.
Amigo lector podría seguir investigando cifras de las cientos de mujeres que por medio del ejercicio político han llegado a sus cúspides para trabajar en la función pública. Ese no es mi punto. Debo recalcar en que han enfrenta numerosos desafíos durante más de siete décadas para empoderarse en la contienda electoral porque en cierta medida se les ha buscado limitar, restringir y, en muchos casos, anular el ejercicio de los derechos políticos en nuestra criolla patria. Esos poderosos e históricos esfuerzos merecen un incuestionable respeto en una sociedad marcada por el decadente «machismo».
Machismo popular escenificado en las palabras de un disque honorable presidente del Concejo Municipal de Ortega, Tolima. Estas palabras o frases, se infiere, propias de la jerga local llevan su carga de sarcasmo, gracia o risa en aras de alimentar una narrativa barata que seguramente merecerá el total repudio de la sociedad colombiana y un pronunciamiento de la Procuraduría. Pero también, creo, en una reacción inmediata de la Gobernadora para exigir respeto a su rol como primera autoridad departamental. Estos constantes episodios de misoginia en nuestro radar político no deben entenderse como un simple «folclor político».
Lo más paradójico de todo esto es que, en la actual contienda política alrededor de 13 mujeres representando a partidos, movimientos e independencias por firmas se la están jugando en una cara a cara para ganarse su candidatura oficial que les permita ser posibles presidentas. Dos de ellas en particular han recibido agravios de fuerte calibre por parte del mismísimo presidente, Gustavo Petro, parte de sus integrantes de gobernanza y de sus influyentes alfiles en las redes sociales. ¿Dónde está el respeto por Ley 2453 de 2025 que busca prevenir, atender, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en la política?.
A propósito de la violencia contra las mujeres en la política, la Gobernación del Valle del Cauca, en cabeza de su primera mandataria regional, Dilian Francisca Toro arrancó la campaña #NoMáMisoginia, «una una iniciativa dirigida a rechazar la violencia, persecución y hostigamiento político contra las mujeres en la región y el país, especialmente en escenarios de poder público y político», destaca el periódico regional El País de Cali. Iniciativas como esta me inclinaron a estas letras como aporte a visibilizar el atroz ataque de reconocidos machotes de la «cosa política» contra las políticas que están de moda. La democracia sigue viva.
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