El carácter entendido como el conjunto de cualidades que tiene una persona que la hacen única y la distinguen de las demás, es una de las características ausentes en la gran mayoría de la población. En los actuales tiempos no es fácil encontrar personas con carácter. La gran mayoría de seres humanos se camuflan entre la masa, masa inerme que se mueven al vaivén de los vientos y a conveniencia personal. Tienen unos principios y si no aplican, tienen otros subsidiarios. El advenimiento de la mal llamada Inteligencia Artificial ha contribuido notablemente con la desaparición del carácter, porque las personas pierden cada día más la capacidad de reflexión, a menor reflexión mayor ausencia de carácter.
El carácter no se hereda, no se adquiere por reflejo. El carácter se cultiva día a día a partir de la objetividad de pensamiento e independencia de criterio que deberían ser inculcados desde la más tierna infancia. La ausencia de carácter ha pasado una grande cuenta de cobro a la humanidad, los grandes problemas de la humanidad empiezan en la ausencia de carácter. Las personas carentes de carácter exhiben marcadas tendencias hacia la pereza, la lascivia, la corrupción, la mediocridad, el dinero fácil y en general, hacia la realización de conductas inapropiadas.
Con pesar se debe afirmar que, en la escuela contemporánea no se incentiva la formación de carácter, porque cultivar el carácter exige templanza, paciencia, incomodidad, fortaleza, persistencia y disciplina e incluso dolor. Todo lo que se les quiere evitar a las nuevas generaciones y, la Escuela de hoy está concebida para recreación y bienestar. Al niño se le debe mantener confortable en la Escuela como si fuese un cliente, porque el cliente siempre tiene la razón y un cliente a gusto jamás se irá. Todo lo contrario, el carácter se forja en la incomodidad, a veces en la carencia y en la ausencia. La sociedad contemporánea aprecia la comodidad como un derecho, empero, no se trata de un derecho, la comodidad es una recompensa a un trabajo esforzado y valiente.
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El carácter no forma parte de los pénsumes de estudios, tampoco lo venden en las farmacias en forma de pastillas como si fuese remedio para alguna enfermedad. El carácter se forja como el hierro ardiente, a punta de acotillo que toma forma hasta terminar bruñido en una pieza única y perfecta. Un mal herrero jamás podrá crear buena forja. Padres y maestros carentes de carácter difícilmente, podrán tener hijos y discípulos con carácter.
Para quien tiene carácter la palabra tiene valor. Un sí es un sí y un no es un no. No cambia de parecer cual veleta que apunta según la dirección del viento. En tiempos de influenciadores falla el carácter porque todos los influenciadores, como la palabra lo indica, influyen en el comportamiento, pensamiento, conductas y gustos de los demás. No se puede esperar mucho, algunos son analfabetas funcionales que hacen de la guasa, de la gaminería, del mal gusto, de lo antiestético y de la vulgaridad piedras de toque y modelos. En Colombia muchos niños sueñan con ser influenciadores y estrellas de redes sociales, pareciera ser camino breve para el bienestar.
Una sociedad conformada por personas con carácter indiscutiblemente próspera, será feraz y gozará de riqueza general. En las sociedades pobres, oprimidas, arruinadas, inseguras e inviables el carácter reluce por su ausencia. La crisis mundial y en particular la colombiana que, se manifiesta en lo social, lo político, lo humanitario, lo económico, lo deportivo y lo dirigencial pasa por la generalizada ausencia de carácter de los colombianos. Hay ciudadanos que prefieren pagar para colarse en Transmilenio antes de pagar el precio del pasaje, y mujeres que destruyen mobiliario público y privado en pro del feminismo ¡El último que salga que apague la luz!
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