En Colombia, el problema del centro está en que compró el cuento de la polarización, un invento de la ultra derecha de Uribe. Petro cayó en la trampa porque el uribismo lo ha puesto en el otro extremo de la polarización cuando su discurso es el de un social demócrata de izquierda, quedando los del centro como los Ángeles de la Esperanza.
De esa manera, el centro se ubica en una línea liberal conservadora matizada de socialdemocracia en un país destruido en sus valores y por tanto en sus instituciones. Peligroso puede ser el discurso del centro porque tiene buenas intenciones, pero carentes de contenido ideológico para construir una nueva sociedad que es lo que necesita Colombia.
El Centro no es alternativa a la ultraderecha si no se nutren de ideología, de pensamiento y de visión para unas transformaciones innovadoras y radicales como demanda Colombia, sin importar si son de izquierda o de centro izquierda o una nueva alternativa, porque de la derecha y del Uribe fascismo no se puede creer ni esperar ni con ellos nada se puede acordar. El pensamiento de derecha y la degradación uribista, han gobernado Colombia, y no han construido, ni remotamente, un buen país.
Esa estructura conservadora, cual virus letal contra la cual han fracasado las vacunas imaginarias de Patarroyo, ha sido, es y será la desgracia de Colombia si no sucede una inédita revolución política.
Colombia requiere ser pensada más con un espíritu de izquierda, para nada comunista, pero si transformadora del capitalismo neoliberal, para encontrar una nueva línea de conducta, de actuación, de pensamiento, de vida y de desarrollo. La abdicación de las ideas liberales y su deformación luego del gobierno de Lleras Restrepo, difícilmente se pueden retomar si no es con fundamento en una nueva lectura de lo que significa libertad, progreso, bienestar, igualdad y desarrollo en un mundo global cuya visión mundo neoliberal ha fracasado y se proyecta como el colapso de la humanidad.
Un discurso puro, bueno y salvador de reformadores, no de transformadores, como si se tratara de una nueva catedral, puede ser peligroso porque puede tener mucho de sofisma con ínfulas intelectuales. Mucho cuidado porque podemos volver al escenario del 2018. Salvadores de Uribe destructores de Colombia, porque el uribismo y los demás partidos de la unión de la corrupción encontrarán quien los lleve a la primera vuelta: Zuluaga, Echeverry, otro.
Si Alejandro Gaviria, con su ingenuidad de político naciente a los 55 años, no logra transformar las páginas de sus libros en páginas de una propuesta realmente innovadora que interprete a un país que ni remotamente tiene parecido en este planeta ni en las galaxias identificadas, será la última esperanza de las generaciones mayores, y los jóvenes tendrán que ir a las calles para hacer lo que los mayores les negaron. Más que pensar, con los medios jodiendo, de si es Fajardo o Gaviria, la decisión debe ser como confluyen y convierten sus buenas intenciones en palabras y acciones políticas, y después en un gobierno de cuatro, ocho, doce, veinte y más años.
Para superar un siglo de fanatismo conservador y del macro genocidio uribista, se necesita pensar muy lejos para ordenar las ideas y empezar a gobernar desde el 2022.
La justicia terrenal o la divina debe condenar a cien mil milenios a Uribe por no decir la verdad y condenar al silencio y al dolor sin reparación a millones de colombianos, y la JEP condenar a los de la más bárbara y estúpida de las guerras nacionales vividas en occidente en los últimos ochenta años.
Colombia no se puede asimilar a ningún país. Es otra fracasada experiencia de intervención de Estados Unidos en el mundo, y de un neoliberalismo que no aguanta palabras rebuscadas para justificarlo y salvarlo, menos para superarlo.
Gaviria fortalece a la oposición, Fajardo y la Coalición de la Esperanza lo convocan a conversar y unirse, porque pensar que Gaviria va irrumpir como Macrón o como Obama, o como las jóvenes presidentas en más de diez países, es ingenuo. Debe decir en las próximas semanas como ve una unidad política y programática que una a la centro izquierda y esta con el Pacto Histórico, antes de la primera vuelta. No todos pueden ser presidentes. Pero lo que sí pueden es pensar primero en Colombia, y nunca primero en yo.
Colombia puede evitar la segunda vuelta, que no es más que un negocio que llena muchos bolsillos con la plata de todos, que además le da aire al innombrable, y extendería la incertidumbre y la agonía de un desastroso gobierno. Rechazar a Petro porque lo dice Uribe y no molestar a los privilegiados, es irracional, porque además el líder de la Colombia Humana ya tiene partido, y esta que parece una figura simbólica, en términos políticos y electorales, no lo es.
A los privilegiados hay que hacerles entender que el país que crearon es el destruido país económico, político y social que hoy tenemos. Los hechos del último mes lo dicen:
Uribe pide amnistía general para él y sus bandidos. La ministra de las comunicaciones fue descubierta en el robo de las TIC, y será salvada. El ejército recluta a la fuerza jóvenes para incrementar unas fuerzas militares inútiles que la gente rechaza por ser defensoras de la ultraderecha y de otras cosas no santas. Unos medios de comunicación que distorsionan la protesta social y la criminalizan con tal de salvar a los privilegiados, empezando por sus dueños. El ministro de Hacienda se niega a poner IVA a las bebidas azucaradas. Duque nombra a Carrasquilla en un puesto en el que no debe estar porque ha sido el ministro de la inequidad y de la sinrazón neoliberal.
Hay que tener mucho cuidado con lo que se dice y se hace en estos días, porque se trata de un país cruzado por una violencia de una maldad inagotable, de un feudalismo rentista atrasado y criminal, con una inequidad pandémica y aniquiladora de sueños y esperanzas, y con una corrupción tan profunda y difundida que es mortífera, por eso Colombia camina sobre alcantarillas y no sobre caminos verdes y cielo azul llenos de gente alegre, bella, tranquila, libre, inteligente, creativa e innovadora, que es lo que hay detrás de todos los que desviaron su camino, por convicción o por obligación y que desgraciadamente mandan en este país.