Con una delegación enorme, de 300 personas, y como si fuera una genialidad, en la conferencia 28 del clima en Dubái, Gustavo Petro hizo el ridículo al atreverse a decir: “Colombia ha dejado de firmar contratos de exploración de carbón, petróleo y gas”. Y es un oso porque ese es un evento con gente informada, que sabe que así Petro condena a Colombia a quedarse sin su producción y exportaciones de hidrocarburos, irremplazables para la economía nacional, la obliga a importarlos a costos bastante más altos para el país y en nada modifica el problema del cambio climático global ni agiliza la transición energética.
Para empeorar su discurso bufo de falso ambientalismo, lo dijo poco después de anunciar que promoverá acuerdos con el gobierno de Venezuela para que Ecopetrol explote petróleo y gas en ese país y los importe a Colombia –a costos mayores que los nacionales–, con lo que confesó que sí hay riesgo de quedarnos sin hidrocarburos, pues las reservas probadas apenas si alcanzan para unos siete años. “El gas y el petróleo de Venezuela son buenos y los de Colombia son malos”, es lo que en la práctica dice. Ni que fuera venezolano. Su ridículo nacional e internacional se agiganta porque se sabe que el aporte de Colombia a los gases del cambio climático en el mundo es pequeñísimo, de menos del 0,6 por ciento, y que el CO2 por consumo interno de petróleo, gas y carbón es menor al 0,2 por ciento del global.
Si Petro no contara con tanta alcahuetería en Colombia, no se habría atrevido a hacer el papelón que hizo en Dubái. Porque allá, por cortesía diplomática, el disparate no se menciona y aquí suele presentarse suavizado.