“Mediterráneo americano” es un concepto del influyente politólogo y geopolítico Nicholas Spykman para definir la importancia que ha tenido y tiene para los Estados Unidos su hegemonía en la cuenca del Caribe. Para Atenas fue el control sobre el Egeo y para Roma, el control del Mediterráneo, el Mare Nostrum. En 1898, los Estados Unidos derrotó a la flota española en la guerra hispano-estadounidense y, con ello, expulsó definitivamente a las potencias coloniales europeas de la cuenca del Caribe. Esa cosa maravillosa que había comenzado en el Reino de Castilla cuatrocientos años antes terminaba en el mar donde empezó, y fue a partir de ese hecho que Estados Unidos se convirtió en una verdadera potencia mundial y, de alguna manera, tomó forma su vocación imperial. América se hizo consciente de sí misma aquel 3 de julio, en medio de la destrucción de la escuadra naval española en Santiago de Cuba, e iniciaba, casi sin saberlo, un nuevo capítulo de lo que Kipling llamó “la carga del hombre blanco”. Unos años después abriría el Canal de Panamá y pasaría el siglo XX defendiendo su “mar intermedio” de la piratería impulsada desde La Habana, pagada por Moscú. Eso quedó atrás.
Ahora América ha vuelto al Caribe. La operación “Lanza del Sur” constituye una redefinición del poder global. El hemisferio occidental se encuentra frente a una amenaza emergente: el crecimiento desmesurado del crimen organizado en la región. Ya no se trata de delincuentes; se trata de actores criminales capaces de capturar Estados. Pasó en Venezuela y, estratégicamente, se proyecta sobre Colombia. Es más que un problema de inestabilidad: es una amenaza a la seguridad nacional de los Estados Unidos. El Cartel de los Soles no quiere el poder para hacer negocios; ha replanteado el paradigma criminal y ahora entiende que el poder es el negocio. El régimen venezolano imagina su posición desde la perspectiva que Chávez llamó “El Gran Caribe”, “un polo de poder” alternativo al dominio histórico de Estados Unidos en la región. El Gran Caribe implicaba crear una zona de influencia donde la presencia militar estadounidense fuera contrarrestada por acuerdos de cooperación militar ruso-venezolana y cubano-venezolana en el Caribe. El Cartel de los Soles ha seguido impulsando este objetivo. El Caribe es un punto sensible para la proyección rusa, dada la base militar en Cuba y los acuerdos con Venezuela. La flota americana limita la capacidad rusa de amenazar el Estrecho de Florida o apoyar a Caracas con envíos de armas y energía, como se vio en el incidente del Seahorse. Además, amenaza indirectamente a Cuba desde el sur y el norte, reduciendo su rol como “puente” para influencias rusas en el Atlántico.
La designación del Cartel de los Soles como una Organización Terrorista Extranjera (FTO) supone que el gobierno venezolano ya no será tratado como una dictadura criminal, sino como una fuerza hostil que afecta gravemente el equilibrio político del hemisferio y la seguridad nacional de los Estados Unidos. Sus jefes y sus miembros, a todo nivel, serán considerados como “combatientes enemigos” y, por lo tanto, sujetos de fuerza letal en cualquier caso donde ello sea pertinente. Esta organización terrorista utiliza la inmigración como un arma, realiza operaciones clandestinas en el extranjero a través de una fuerza ilegal creada por sus organismos de inteligencia, a la que denomina Tren de Aragua, y cuenta con ejércitos proxy que usa para socavar la democracia en Colombia, traficar drogas, explotar minerales ilícitamente y gestionar redes internacionales de lavado de activos. Este cartel es socio de Hezbolá y Hamás y apoya actividades ilegales para burlar las sanciones internacionales impuestas a Irán y Rusia. No se le reconoce a este cartel-Estado ninguna legitimidad.
Desde México hasta Venezuela, las nuevas organizaciones criminales se expanden como un vector viral que devora la sociedad mientras intentan convertirse en carteles de Estado usando medios típicamente terroristas. Washington ha puesto en práctica una estrategia para responder a esta agresión. Los países latinoamericanos que se encuentran amenazados deben tomar atenta nota y replicar los medios militares, legales y narrativos que Estados Unidos está aplicando en medio de este rediseño estratégico. Una nueva visión para una nueva amenaza.
Jaime Arango
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