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La semana pasada, el gobierno nacional expidió un decreto en el cual convoca a la organización de la movilización campesina para apoyar la reforma agraria. El decreto en sí no habría generado un mayor escándalo si no fuera por la cantidad y dimensión de prejuicios que persisten en el país, entre los cuales se encuentra el más nefasto de todos: la percepción de que la organización campesina y su movilización son violentas.

En síntesis, y a solicitud de muchas organizaciones campesinas, el gobierno va a apoyar logística y financieramente la creación de comités e instancias municipales para la reforma agraria. Y ahí es donde en Colombia se unen dos palabras malditas: reforma y agraria. En virtud de ese pánico, un periodista le preguntó a la ministra de Agricultura, Jhenifer Mojica, si el Estado iba a financiar grupos armados que participaran en las protestas. La respuesta pudo ser perfectamente un NO tajante, porque en ninguna parte del decreto se puede inferir que movilización equivalga a protesta, que se permitirá a grupos armados participar en ella, y peor aún, que se financiará a los mismos.

No obstante, la ministra respondió con firmeza: «¿De dónde saca eso?» Acto seguido, reprendió a la periodista por estigmatizar el movimiento campesino. Repetí el video varias veces, y, por supuesto, se notaba la molestia, pero nunca hubo un tono alterado.  Eso sí, su respuesta fue contundente y categórica. Las críticas, tanto en la forma como en el fondo, no se hicieron esperar. Al final, el debate se abrió, y es evidente que el gobierno de Petro busca implementar una reforma agraria y respaldar al campesinado junto con sus organizaciones en un país que tiene una deuda no solo histórica, sino también infame, con los y las campesinas. También es evidente la incomodidad de varios gremios, acostumbrados a gobiernos que tenían canales de diálogo exclusivos para ellos y que ahora deben compartirlo con el campesinado. Aún más, se pone de presente cuán distanciados han estado los gobiernos pasados – incluyendo el de Juan Manuel Santos – con las agendas más básicas de la ruralidad colombiana.

A pesar de ello, la discusión que llenó las redes sociales fue la forma en que respondió la ministra. Una vez más, el debate se centró en «el tono». Y una vez más, aquí estamos, llenas de hilos y columnas mayoritariamente escritas por hombres que nos explican cómo las mujeres debemos hablar y responder en público. Ramiro Bejarano, notable columnista y líder de opinión, llegó a mencionar en X que el tono soberbio y hostil de la ministra impedía, entre otras cosas, el acuerdo nacional. No dedica ni dos líneas de análisis a la propuesta. Solo pide que sea serena.

No sé si el señor Bejarano se dará cuenta de que su comentario es un machismo clásico, puro y duro, de ese que muchos tienen interiorizado y que instintivamente les hace rechazar cuando una mujer, además de tener poder, habla con firmeza. No gritando, no amenazando, no insultando. Simplemente con firmeza, o incluso solo siendo enfática, como es el caso. Me llama la atención y me pregunto con frecuencia si estos hombres, tan acostumbrados al halago, alguna vez se preguntan a sí mismos si esas frases contundentes que postean con facilidad se deben a un mínimo nivel de análisis o simplemente son expresiones de la frustración y el rechazo a un rol que en el fondo no quieren ver.

Si ellos quisieran hacer la tarea, al menos de pensarlo en silencio para evitar validadores y aduladores, podrían hacerse la pregunta: ¿Se le ha atribuido el mismo tono hostil y soberbio a un hombre en un cargo público similar, en un caso parecido? ¿Por ejemplo, cuando responde a una pregunta que claramente está fuera de contexto? ¿Ha exigido la misma corrección, postura y serenidad a otras mujeres cuando hablan con firmeza sin faltar al respeto? ¿Compara a las mujeres que tienen un tono tal vez enfático con otras mujeres con poder que hablaban de una forma más dulce o elegante?

Hay temas difíciles y la reforma agraria tal vez sea uno de los más polémicos, y el hecho de que una mujer esté liderando la cartera también va a agregar dificultad al debate. No sé si ustedes, queridas personas que me leen, se han dado cuenta de que también la semana pasada se aprobó una rebaja significativa en las tasas de interés para campesinos y pequeños productores: un 4% de interés efectivo anual. ¿No les parece que lo realmente sorprendente es que algo tan básico nunca se haya hecho antes? Sin embargo, aquí estamos hablando del tono de la ministra.

Laura Bonilla

Laura Bonilla

heckika@gmail.com
Gerente para América Latina, Fundación Paz y Reconciliación

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