Lo conocí en la campaña presidencial del 2010 cuando acompañamos a Sergio Fajardo en la construcción de su propuesta programática. Como Ministro de Salud, le envié el documento de un proyecto en el cual acababa de participar: Ciudad Salud Región – un complejo de servicios de alta complejidad, de investigación y de nuevas industrias de salud -, en la zona donde está ubicado el conglomerado de siete clínicas y hospitales en el entorno del Hospital San Juan de Dios en el centro de Bogotá.
Sin embargo, el proyecto murió en la memoria de unos computadores de la Secretaría Distrital de Salud. Clara López le prestó atención. Pero, ni Petro, ni Peñalosa, ni Claudia López, ni el gobierno nacional entendieron su perspectiva. Si Ciudad Salud Región se hubiera desarrollado (aún es posible hacerlo), posiblemente Colombia no habría sufrido tanto en la pandemia del covid dada su dependencia científica y tecnológica y en la producción de equipos y dispositivos para el sistema de salud. La discusión de si el San Juan de Dios se debe tumbar o reconstruir, es irrelevante. Ciudad Salud Región se pensó como un asunto estratégico para el Estado colombiano, y no como un problema de ladrillos.
He comenzado con este recuerdo porque acabo de leer Otro fin del mundo es posible, libro de Gaviria en torno a la vida y obra de Aldus Huxley, uno de los grandes visionarios del mundo en el último siglo. El problema de Colombia y de quienes la dirigen, es precisamente la falta de visión para identificar situaciones y convertirlas en desafíos que generen nuevas oportunidades de trabajo, inversión, aprendizaje, conocimiento, arte, cultura y desarrollo.
Como ministro, Gaviria tuvo seis años para reactivar la producción de vacunas e impulsar una industria de salud de alta complejidad, de esa manera hubiera contribuido a superar el neoliberalismo de César Gaviria, el cual ha encapsulado y frenado el desarrollo de industrias y servicios de alta tecnología, agudizando el desequilibrio en la balanza comercial y en la de bienes de mayor contenido tecnológico. Estos desequilibrios explican la sostenida devaluación del peso y el encarecimiento de insumos, tecnología y bienes de consumo importados, que tienen enredada la economía: el Banco de la República sube las tasas de interés, se acelera la devaluación, y los precios al consumidor final aumentan porque el gobierno no tiene política de control de precios que impida subir los productos básicos, afectando la demanda, constriñendo la economía y neutralizando la reactivación. Al final, Colombia siempre termina “salvada” por el narcotráfico y por otras economías ilegales.
En consecuencia, el cambio estructural que necesita la economía colombiana para transformar el sistema productivo y poner la ciencia, la tecnología, la innovación y la educación al frente de la productividad y de una nueva oferta de exportaciones, no ha llegado por el sector de salud ni por otros sectores. Por eso dije en mi anterior columna que Gaviria es un neoliberal de la misma línea de los tres exministros de Hacienda que también son precandidatos a la presidencia.
A pesar de lo dicho, recomiendo leer a Gaviria por el rigor, sensibilidad y pasión en su investigación, y por el enfoque, temas, orden y manera de abordarlos a través de una fluida y agradable narrativa. Es una obra muy bien estructurada, que aporta y conduce a la reflexión de otro mundo posible, no de otra Colombia posible. Su manera de abordar y de escribir se asemeja a la nueva saga de escritores que van al pasado y luego conectan con nuestros días y con los días por venir, como El infinito en un junco de Irene Vallejo; y como Svetlana Alexiévich en Voces de Chernóbil: crónica del futuro. Es un texto corto pero refrescante en esta Colombia de insoportable temperatura política y angustia existencial.
Pero ¿escribirá Gaviria sobre política y las políticas de desarrollo que necesita Colombia para cimentar la paz y proyectar un desarrollo distinto a la condena neoliberal que le impide a Colombia crecer, desarrollarse y soñar?
Dudo que lo haga porque está entrampado en las telarañas del mercado y de un Partido Liberal que practica un liberalismo degradado, pensamiento que se debe refundar porque el buen liberalismo murió hace medio siglo cuando terminó el gobierno de Lleras Restrepo. Desde esta perspectiva inquieta el pragmatismo que lo caracteriza, porque le gusta más reformar que hacer cambios, y lo que necesita Colombia son cambios serenos, pacíficos, decididos, creativos, rotundos, profundos y duraderos, que den respuesta a la protesta social neutralizada por la brutal represión del A.C.A.B. (All Cops Are Bastards), y no por nuevas políticas de Estado.
Encadenado al liberalismo de César Gaviria
Preocupa el carácter dubitativo de su relación con el ala del partido liberal que dirige el expresidente, lo cual divide a los partidarios en dos vertientes.
Los que dicen que debe entender y acercarse a las prácticas dominantes del partido liberal que dirige el expresidente, amigables con el clientelismo, con la corrupción, y con un estado parcelado a los congresistas, algunos no lejanos del paramilitarismo y de las economías ilegales que también han conquistado al Partido Conservador, a Cambio Radical, a la U, y por supuesto al Centro Anti Democrático.
Y otra vertiente conformada por congresistas disidentes del gavirismo, y por juventudes liberales que piensan que no tiene que adaptarse a un viciado liberalismo, por el contrario, el que debe cambiar es César Gaviria y sus mañosos políticos para alinearse con el candidato. Él no debe cambiar, los que deben hacerlo son el partido y su veterano líder. Fajardo tiene razón cuando dice que es un error aceptar ser el candidato del Partido Liberal de César Gaviria.
Lanzó tarde su candidatura y escogió el paraguas equivocado. En pocas semanas ha cometido varios errores, el último, decirle a Federico Gutiérrez que se fue a la derecha, después recular, cuando ese señor sí es de derecha porque con distintos nombres es portador y vocero de los tres huevitos de Uribe. Además, su talante dice lo que no puede ocultar. La ultra derecha es tremenda en manipulación, mentiras y engaños.
La Coalición de la Esperanza no incluirá a Gaviria en una consulta si éste no define a quien representa y qué representa. Gaviria baila solo y no encuentra pareja. Tal vez la encuentre para el 2026, pero no en el 2022, el año de su aprendizaje.