Glasgow: la eco-farsa de unas divas y otros millonarios

Marcial Muñoz*

Confidencial Colombia. Opinión. Desde mi Rincón.

Transcurridos los primeros días de la COP26, la cumbre del Clima de Naciones Unidas, en Glasgow (Escocia), ya podemos aventurar lo mismo que en cumbres anteriores. Mucho ruido y pocas nueces. Un nuevo ‘día de la marmota’, y con lo de marmota no me refiero al presidente Biden, que otra vez se quedó dormido durante un discurso en el primer día, supongo que aburridísimo, sino al eterno deseo de querer mandar mensajes alarmistas a una ciudadanía cada vez más escéptica porque siempre nos cuentan lo mismo, como en la película de Bill Murray.

Las Cumbres del Clima se han vuelto una mera pasarela de divas donde se habla mucho, se decide poco y se hace menos. Una juerga de políticos, millonarios y gente poderosa de distinto pelaje. Entre esa fauna encontramos de todo: algunos idealistas, unos más arribistas al sonido del dinero que se ‘juegan’, y muchos políticos inmorales, que predican unas cosas para hacer siempre lo contrario.

Esto va más o menos de lo siguiente: cada dos años, las divas se reúnen un par de semanas en una bonita ciudad del mundo, ciudad además que no se destaca demasiado por ser contaminante. Viaje va, viaje viene, jet privado arriba, jet privado abajo, hoteles y vidas de superlujos, en la mayoría de casos, a costa del ciudadano… para acabar diciendo al final que la culpa de la situación medioambiental la tiene el propio ciudadano que paga la fiesta. Se trata de eso, de ponernos en la diana por cualquier cosa: por encender el aire acondicionado o la calefacción, por echar gasolina al coche, por comer carne y ya hasta por ver Netfix un rato antes de dormirnos. Todo es huella y todo acabará con el planeta en pocos años. Las toneladas de CO2 en modo de emisiones son las nuevas calorías de nuestras vidas.

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En estos días, el diario británico Daily Mail publicó que al menos 400 jets privados llegarán a Glasgow durante los 12 días de agenda. Estos aviones emitirán en torno a 13.000 toneladas de CO2 a la atmósfera, el equivalente a la cantidad consumida por más de 1.600 británicos en todo un año. Seguimos pagando la fiesta, pero ojo, a ti no se te ocurra echar un papel en el contenedor equivocado…

Y entrando más en materia. Dicen que quieren “salvar el planeta”. ¿Pero cómo van a salvar el planeta si China, India, Rusia, tres de las potencias que contaminan más que el resto del mundo junto ni acuden a la cita, ni tienen intención de cambiar sus políticas energéticas. Es más, el propio Xi Jinping, presidente chino, se burlaba en estos días afirmando que le parecía muy bien que las potencias occidentales hicieran más ‘sacrificios’ por el Medioambiente. Mientras ellos, obviamente, hacen lo que les da la gana sin que nadie les rechiste, porque tienen la llave de la industria, el comercio y el dinero del mundo.

Un negocio rentable

Los políticos son los primeros que promueven este teatro. Al igual que los organismos supranacionales como la UE, la OEA o la ONU. El doble motivo es fácil de entender: el primero es buscar tener más recursos públicos bajo su control, al igual que las miles de ONG`s y los activistas que viven de esto. Todos quieren su parte de la tarta, tarta que pagas tú claro. Todo es dinero. Y el segundo motivo es el control social. Crearon una nueva religión en torno a dogmas que no se pueden cuestionar, precisamente para eso, para no discutir las decisiones que se toman con tus impuestos. Occidente ha perdido el norte por muchos motivos, pero este es de los más surrealistas.

La conservación de la Tierra, que es una labor loable y a la que todos estamos llamados a colaborar, se ha convertido en una religión laica antropocéntrica. Una especie de secta que haría las delicias de cualquier totalitario, desde Hitler a Mao. Una religión carísima que exige una fe ciega y un sentimiento de culpa permanente que recae sólo en los sufridos ciudadanos, que bastante tenemos con tratar de sortear la crisis del Covid-19.

En el tema climático hay un poco de todo: adoctrinamiento hacia un eterno pánico y un pesimismo apocalíptico, alguna dosis de buenismo y, sobre todo, negocio, mucho negocio. Una explotación que ha convertido al ciudadano en esclavo-responsable de todas las catástrofes naturales contemporáneas. Si llueve mucho porque llueve mucho: Si no llueve, igual también es culpa del ser humano. Terremotos, huracanes y hasta erupciones volcánicas. En este mundo contemporáneo todo lo que pasa (lo malo) tiene nuestra firma. El egocentrismo que demuestra esta generación nunca llegó tan alto a lo largo de la historia.

La voz a los que saben

Desde los medios de comunicación no se deberían fomentar los debates sin fundamento. El cambio climático nunca debió dejar de ser un asunto científico. Sería bueno que los que toman las decisiones se leyeran los informes rigurosos de científicos independientes, y así buscar siempre el equilibrio entre el costo y el beneficio de las trascendentales decisiones que se toman para nuestros bolsillos a través de las transiciones ecológicas.

Estas transiciones deberían ser graduales, con planificación de décadas, y basadas en métodos rigurosos de optimización de los recursos naturales que somos capaces de generar. Es irresponsable legislar en caliente sobre política energética. Sin saber si se puede hacer frente al reto del consumo de nuestras industrias y de nuestros hogares. Se avecina una crisis energética de difíciles consecuencias. El precio de la energía está frenando industrias y aumentando el desempleo en medio mundo. Pero esos temas no interesan a las divas de Glasgow.

Al final todo se reduce, y perdonen que les haga ‘spoiler’, a que los Gobiernos dediquen más dinero a ‘investigación subvencionada’ para reafirmar las tesis que quieren, y a que los ciudadanos paguen más impuestos verdes por cualquier ocurrencia, hasta por respirar ese aire contaminado. ¡Quién hubiera pensado que frenar el cambio climático era tan sencillo como subir los impuestos en occidente para que China, la fábrica del mundo, siga haciendo lo que le da la gana!

Greta y sus ‘gruppies’

Y luego está Greta. Nuestra Greta Thunberg de siempre, que nunca defrauda. Ya adolescente, la activista sueca, seguramente asesorada por alguna agencia de imagen internacional, ha dejado su cara de regañona profesional para cantar con sus ‘gruppies’ a son de un mundo más eco-feliz. Ya no está en las sesiones de la COP sino que monta su numerito en las calles. Vaya show, vaya bochorno intelectual. Sin duda el planeta está en peligro, pero desde el momento en que una joven de 18 años, sin oficio ni beneficio, sin ni siquiera el bachiller, marca la política energética y económica del mundo. Y luego nos extrañamos de las cosas que nos pasan.

Alok Sharma, presidente de la COP26, tuvo el descaro de abrir la cumbre con la frase poco original: “Esta es la última esperanza del planeta”. A ver si se ponen de acuerdo, porque en todas las cumbres anteriores repitieron lo mismo desde hace al menos 20 años. El mensaje de las divas es básicamente: o pagas más o nos extinguimos en unos años. Más ecotasas, más dinero invertido en informes para concluir por enésima vez que estamos al borde del apocalipsis, y lo más indignante ¿ustedes sienten que hayan mejorados los servicios públicos de sus ciudades, o su vida en general pese a pagar más impuestos? Pues no.

Pregúntense entonces dónde se pierde el dinero.

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* Marcial Muñoz es periodista, consultor de comunicaciones y director de www.confidencialcolombia.com