Invisibilizar a la mujer, nuevo peligro de la política ‘woke’

Ninguna ola del movimiento feminista anterior en la historia tuvo tal nivel de desprecio por la imagen de la mujer en general. Y nunca le hizo tanto daño a las propias mujeres como el wokismo actual. La Universidad Johns Hopkins, con 150 años de historia, a tan sólo 70 kilómetros de la Casa Blanca, fue foco de los medios de Comunicación en estos días.

A pesar de que es uno de los centros científicos de referencia en el mundo, en esta ocasión los titulares no fueron por ningún avance médico relevante, sino por uno de los impagables logros del movimiento woke. Sí, en esta ocasión el hito se debió a que la Universidad decidió redefinir en su propio glosario académico el concepto de ‘lesbiana’, que pasó a ser: “una persona que no es hombre atraída por personas que no son hombres”. Es decir, las lesbianas ya no son mujeres.

Esto no dejaría de ser una anécdota trivial de léxico si no fuera porque, detrás del hecho, además, de una ocurrencia naif porque nadie deja de ser nada por no aparecer en un libro, se esconde un nuevo intento de invisibilizar y transformar a la mujer. Y no viene precisamente desde los sectores más tradicionalistas y extremaderechistas. Sino que parte desde el ala más radical del Partido Demócrata, colonizado por el movimiento woke.

Perder la condición femenina

En este caso, la comparación de la definición de una lesbiana con la de un gay, además, es odiosa pues la misma universidad sí califican al gay como “un hombre que se siente emocional, romántica, sexual o afectivamente atraído por otros hombres”.

En resumen, un hombre sí puede ser gay, pero la condición de homosexual vendría a ser exclusivamente masculina, negando la pertenencia a dicho colectivo a las mujeres. Una vez más, la izquierda más retrógrada y totalitaria repartiendo carnets de lo que uno puede ser o no ser, o sentir en función de los genitales que tenga.

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Complejos woke

La vergüenza o el rechazo que viene generando la palabra mujer es enfermizo para ciertos movimientos sociales, que paradójicamente afirman proteger y querer mejorar la posición de las mujeres en la sociedad. Aunque con un resultado catastrófico, pues lo que logran es anularla y encasillarla en un colectivismo ramplón, y eso cuando le dan estatus de existencia.

Esta ola woke, en su afán de deconstruir un nuevo mundo, negando las más básicas leyes de la biología, la historia, la tradición y el sentido común básico, no duda ni un segundo en sepultar a la mujer. Ocultarla, menospreciar sus cualidades y maravillosas diferencias naturales con el hombre, con tal de imponer su estrategia de confrontación social. La guerra de sexos.

Sueñan con nuevo modelo de ‘mujer’ que esté por encima del hombre, pero sin ser la mujer que ha evolucionado durante milenios. Para eso tienen que crear una identidad, una condición nueva. Un híbrido de ente andrógino con superheroína de Marvel. Un modelo que la mayoría de mujeres rechazan, y que quieren imponer por aplastamiento cultural.

Eliminar la idea de mujer

En Gran Bretaña, el Servicio Nacional de Salud eliminó recientemente la palabra ‘mujer’ de su guía de salud para cambiarla por ‘titulares de cuello uterino’, entendiendo que esos órganos son exclusivamente de mujeres. Dificulto una payasada más grande… Aunque hay decenas de ejemplos más en nuestro decadente Occidente. Y todos estos ejemplos van en una misma dirección, como la moda de dudoso gusto de algunos políticos y activistas de no llamar mujer a la mujer, sino ‘personas menstruantes’, como afirman algunas ‘ilustres’ dirigentes del partido Podemos, en España.

Aunque lo más probable es que mienta por milésima vez, el presidente Pedro Sánchez, declaró esta semana en una entrevista a un medio de comunicación que es muy posible que a su gobierno se les haya ido la mano en contra de los hombres “de mediana edad” con el nuevo feminismo que desarrolló su ministerio de Igualdad en estos últimos 4 años. Toda esta arbitrariedad conceptual ¿Le mejora en verdad la vida a la mujer en sus problemas cotidianos? Ya les digo yo que no, en nada.

En una sola generación, hemos pasado de demandar la igualdad de los derechos sociales y laborales entre hombres y mujeres, a la rendición de esta honorable batalla, pues ya no hay sexos, todos somos lo que queremos ser cuando nos dé la gana. Las que supuestamente enarbolan la bandera de la defensa de la mujer ya no les dan ni entidad de mujeres. Así de nuevo es el nuevo feminismo radical.

Autopercepción y aceptación

Elon Musk afirmó hace unos días que es necesario “proteger la libertad de expresión”, y la libertad de expresión (afirma el omnipresente dueño de Tesla y Twitter) “solo es relevante cuando alguien que no te gusta dice algo que no te gusta. Porque la libertad de expresión que te gusta es fácil. Lo que pasa con la censura es que para aquellos que la defienden, recuerden que en algún momento se volverá contra ustedes”, dijo. Lamentablemente, en las universidades, se están acabando los espacios de discusión, de confrontación de las ideas y las libertades.

Cada cual tiene el derecho de autopercibirse como quiera, pero lo que no tiene derecho es a obligarnos al resto a que le percibamos como él quiere, y mucho menos a legitimar meterse en la conciencia de nuestros hijos y adoctrinarlos. El respeto y la aceptación del otro es la base de la convivencia y debe ser en todas las direcciones, sin imposiciones, ni discrimaciones o castigos. Cosa que no hace el movimiento woke allí por donde arrasa.

Que, precisamente, la Johns Hopkins entre en estos juegos de invisibilizar a las mujeres es de una gravedad añadida por ser una institución referencia en ciencias biomédicas. Las consecuencias de despojar la definición de ‘mujer’ de su anclaje biológico hace que la identidad femenina se convierta en algo subjetivo, etéreo y por consiguiente, más vulnerable.

Dignidad en cuestión

El motivo de esta degradación sistemática es un intento de separar ‘el ser mujer’ ‘de ser mujer’. No se trata sólo de un juego de palabras sino de quitar a lo femenino su dignidad humana, volviéndola algo transformable. Significa un peligroso ataque a la esencia de la mujer, que solamente la mujer, confrontando a estos movimientos totalitarios, podrá salir victoriosa.

Para la Hopkins, las lesbianas hasta ahora se sentían atraídas por seres mitológicos, fantasmagóricos, producto de su imaginación, o de una no cosa… o yo que sé, porque empatizar con un totalitario sectario es muy difícil. No puedo meterme en sus cabezas y ver lo que piensan.

La nota de esperanza en esta historia es que, tras el escándalo por esta ocurrencia sin gracia ni talento, los que redactaron el glosario, tuvieron que eliminarlo a los pocos días. No pidieron disculpas, eso hubiera sido demasiado, pero al menos sí perdieron esta batalla.

Totalitarios woke 0 – 1 Libertad.

Seguirá el partido en otras canchas.