“Toda la congregación es santa, entonces, ¿por qué ustedes se elevan por sobre la nación de Dios?”
Kóraj
El capítulo bíblico que se lee esta semana relata la rebelión liderada por Kóraj y 250 hombres distinguidos durante la travesía en el desierto con el objeto de cuestionarle y arrebatarle a Moisés el liderazgo sobre el pueblo judío. Kóraj acusa a Moisés de actuar por su propia cuenta y acumular poder. También se quejan de los vínculos privilegiados de Moisés con D’s, así como de la entrega del sacerdocio a su hermano Aarón. Durante la protesta, los seguidores de Kóraj queman incienso frente al pueblo para probar que son meritorios del sacerdocio.
Kóraj era una persona respetada y admirada, un líder religioso con visión profética y uno de los encargados de cargar el arca. Por esto, Moisés se angustió mucho. Cansado por tantos problemas, Moisés le pide a D’s que lo libere de la responsabilidad liderar al pueblo judío. Sin embargo, D’s se enoja con Kóraj y con sus seguidores, hace que la tierra se abra y se trague a los revoltosos.
La pregunta es: ¿siendo el judaísmo una religión que valora el debate, los desacuerdos y las diferencias de opinión, ¿cómo es posible que D’s haya reaccionado de esta forma, quitándole la vida a Koraj y a los manifestantes?
La respuesta está en las verdaderas intenciones de Kóraj. Kóraj no había organizado un motín para mejorarle la vida a la gente, ni por razones altruistas. Era únicamente poder lo que buscaba. Construyó una fachada ideológica para para ir contra Moisés, pero su verdadera motivación era satisfacer su ego y sus propios intereses. Por esto, D’s se enfadó, se abrió la tierra y Kóraj pereció junto a sus seguidores.
En el río revuelto de las protestas en Colombia han aparecido algunos líderes con discursos populistas como Kóraj. Estos no persiguen el bienestar de la gente, solamente quieren aprovechar la situación para adelantar agendas propias.
La protesta es buena y necesaria. Es una expresión democrática legítima y conveniente. Pero hay que tener mucho cuidado con líderes tóxicos que ponen el idealismo al servicio de su protagonismo.
Hemos escuchado a algunos líderes decir cosas que demuestran que están motivados por envidia, odio, resentimiento y rencor. Están muy lejos de aportar a la transformación social que el país necesita.
Ojalá cambien de actitud, no vaya a ser que, como a Kóraj y a sus seguidores, se los trague la tierra.