La depresión es un una de las enfermedades más frecuentes en las sociedades contemporáneas, muchas veces es un enemigo oculto que hace de las suyas y pasa silenciosamente arruinando la existencia de quienes la padecen y de paso la calidad de vida de su entorno personal y social. Es tan grave esta enfermedad que es un problema de salud pública en muchos países del mundo, y debe prestársele toda la atención del caso no sólo por parte de padres, educadores, gobiernos, autoridades sanitarias, también de el mismo paciente y su red de apoyo cercana.
La depresión es una enfermedad mental que afecta al paciente porque le coloca en estado de tristeza permanente o transitorio lo que le lleva a un rechazo por la vida, por la vida cotidiana, como en un estado de aislamiento y de incomunicación, donde se sufre demasiado especialmente en lo interno, y la mayoría de las veces quien la padece no encuentra sentido a la vida, ni motivo para sonreír o para tener una vida de provecho y fertilidad. Es tan voraz la enfermedad de la depresión, que el paciente puede terminar aislándose y actuando de maneras poco frecuentes, como con total inactividad, o en otros casos violentamente, o simplemente atentando contra su vida y la de otros, bien sea por conductas suicidas o dejándose morir poco a poco de manera interesada.
La persona con depresión puede caer en estados de desánimo, de incomprensión, de falta de aceptación y sobre todo de total carencia de amor y valoración propios, al punto de sentir que no pertenece a nadie, ni a ningún lugar, lo que le puede llevan a una inactividad y deseo de no vivir, mientras tanto el dolor interno es indescriptible, porque la traza de sufrimiento es muy cruel. Muchas veces se siente incomprendido y en la mayoría de las veces así lo es. La persona con depresión carece de energía, no se esfuerza por mantener sus funciones vitales, vive en el lamento y el reproche propio y de la sociedad.
La depresión esa enfermedad que no respeta sexo, religión, etnia, ni condición social o edad, es muy frecuente entre ancianos, pero también entre niños y adolescentes, muchos de los jóvenes suicidas han padecido cuadros de depresión. Hallar las causas de la depresión tiene diferentes motivos desde el funcionamiento fisiológico hasta el entorno dirán otros sapientes del tema, lo preocupante es que esta enfermedad debe ser un problema de política pública y los gobiernos deben tomar medidas para hacerle frente, como también las instituciones educativas desde las que atienden a la más tierna infancia hasta los más encopetados postgraduados.
De sufrir depresión no se escapa nadie, sobre todo, en un entorno donde la enfermedad mental está a pedir de boca. Factores como la contaminación ambiental, la desunión de las familias, la inseguridad, el miedo a lo desconocido, el estrés laboral y estudiantil, hasta las decepciones amorosas, sumadas al consumo de licor y sustancias psicoactivas pueden ser detonantes para esta enfermedad. Los padres de familia, los cónyuges, los hijos respecto de sus padres, están en la obligación de detectar los síntomas de la enfermedad para auxiliar a quien la padece, y ayudarles a solventar ese eterno dolor que pareciera no extinguirse y conduce al desespero a quien lo padece.
Debe haber más sentido de empatía hacia el depresivo y escucharle pacientemente; no siempre el consumo de medicamentos psiquiátricos para tratar la depresión es lo más favorable, pero es un mecanismo válido que está presente. Con esta columna quiero llamar la atención sobre esta enfermedad e invitar al lector a reflexionar sobre el tema, y antes de juzgar a quien sufre a tu lado, te pido que te detengas un instante para ser compasivo y estar dispuesto a escuchar. Porque el dolor que produce el sufrimiento es silente y no conoce fecha en el calendario. Que todo aquel que padece de depresión pueda superarla es mi palabra hoy.