España es un país bien atípico. Único por muchas razones, pero sobre todo por su política. Mis amigos extranjeros no alcanzan a comprender nada sobre cómo funcionan sus variadas y complejas instituciones, ni el sistema electoral que escoge a los cargos y ‘cargas’ públicos. Pero lo que menos entiende alguien ‘no ibérico’ es la propia idiosincrasia de la nación española.
En buena parte del mundo se envidia a España por su estilo de vida, por ser una sociedad enfocada al disfrute en general, su clima, gastronomía, cultura… Esa envidia que sienten los del exterior, paradójicamente, contrasta con el odio que tiene un altísimo porcentaje de españoles a su propio país, a su historia, a sus símbolos, a su esencia, a como se ha construido la nación durante los últimos cinco siglos para llegar a lo que es hoy. España, plagada de gente amable, contrasta con el espíritu cainita, por el que muchos de sus conciudadanos no se soportan entre sí.
Me cuesta explicarles a estos mismos amigos extranjeros (sin que me miren raro) que en buena parte de España es imposible (o caro) que los niños estudien en el colegio en su lengua materna y oficial: el español. Porque la enseñanza en los centros educativos públicos de al menos cinco Comunidades Autónomas sólo se imparte en la lengua regional. Sirva el paralelismo. Es como si un joven del Estado de Nebraska o Virginia no pudiera estudiar en inglés en el High School de su barrio, o como si un niño de Cali sólo pudiera estudiar en español si paga un colegio privado. ¿Raro? Pues esto sucede hace muchos años.
Anomalías de convivencia
Tampoco me creen cuando les digo que en esas mismas Comunidades Autónomas no se puede portar la bandera del país sin que te miren raro, te llamen fascista o directamente algún radical te pueda agredir verbal o físicamente; o que al dueño de un local comercial que rotule en español le pueden multar con unos cientos de euros. ¿Suena increíble verdad? Pues esto pasa.
España también es un país en donde los funcionarios públicos de esas regiones, mal llamadas históricas, su principal mérito académico es saber hablar la lengua regional por encima de sus capacitaciones profesionales, su experiencia o el talento. Por consecuencia, expulsan los buenos profesionales nacionales o internacionales, sustituyéndolo por una especie de tribalismo primario. ¿No se lo creen? Lean esta noticia viral de hace unos días sobre una violinista en Galicia. Y casos como este caso hay cientos más, especialmente grave es en el sector de la salud, donde no hay médicos suficientes para cubrir las necesidades.
Ley electoral particular
Otra cosa que los extranjeros no entienden muy bien es el hecho de que en España muchas veces el que gana las elecciones no gobierna. Pierde aun siendo el más votado. Estas elecciones las ganó el centro derecha del Partido Popular por un estrecho margen sobre el Partido Socialista, pero los de Núñez Feijoó no tienen prácticamente ninguna opción de llegar al poder pues el PSOE tiene el comodín de las múltiples alianzas con todos los partidos independentistas para alcanzar el gobierno del país que ellos mismos quieren terminar. Quizás me equivoque, pero esto no pasa en ningún otro país del mundo salvo en la ‘diferent Spain’.
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Todo esto viene al caso para intentar explicar los resultados de las recientes elecciones. La explicación rápida de la situación de incertidumbre política actual es porque una buena parte de los ciudadanos españoles no sólo no se sienten españoles, sino que odian a todo lo que represente España, y así votaron. Y además, la ley electoral les privilegia para que su efecto en las urnas se multiplique, como explicaré más adelante.
Siguiendo con lo ocurrido en las elecciones, los socialistas, para conservar La Moncloa, objetivo del presidente en funciones Pedro Sánchez, tienen que llegar a un acuerdo de investidura con los partidos independentistas vascos PNV y Bildu (estos últimos son, además, los herederos políticos de la banda terrorista ETA). En ese mismo acuerdo deben pactar también con los independentistas catalanes (ERC y JuntsXCat); y con los independentistas gallegos (BNG). Rizando el rizo ya rizado, estos cinco partidos van desde la extrema izquierda hasta la derecha más tradicional y reaccionaria.
Se da la circunstancia, digamos surrealista, que la investura y gobernabilidad del presidente de España depende exclusivamente del SÍ de un prófugo de la justicia española, Carles Puigdemont, acusado de delitos de sedición y malversación de caudales públicos, y quien lleva 4 años huído en Bruselas.
Poder independentista
Con estos mimbres ¿Qué le puede salir más a Pedro Sánchez para formar Gobierno? Pues por increíble que parezca no le puede salir nada mal, porque a todo ese bloque les une una cosa en común: el odio hacia la idea tradicional de España. Y es una visión, además, validada por los más de 7 millones de votantes socialistas, que sabían lo que había, las consecuencias de estos pactos con los independentistas y no les importó, validando la política del ejecutivo anterior, en la que ya se llegaron a acuerdos con estos partidos.
España era un país que durante muchos años se sentaba en la misma mesa con el grupo de países más importantes del mundo, pero debido a ese tribalismo pueblerino, unido a una casta política de escasa preparación y dudosa moral, ha conducido al país a la irrelevancia en el panorama internacional. Eso tampoco le importa a la ‘poco crítica’ masa crítica de votantes de la izquierda actual. Cualquier precio es barato para mantener al líder en el poder y que no gobiernen los otros. El votante español ha perdido la racionalidad, y la ha sustituido por un espíritu de Hoolliganismo.
Bajo control sanchista
Y reitero que nada le saldrá mal a Pedro Sánchez en su intento de forzar el gobierno con los socios que quieren acabar con el país. La razón es sencilla razón: el ‘gran éxito social’ de los políticos de la izquierda española es haber normalizado entre sus simpatizantes a los partidos políticos que odian al país. Hasta el punto de que los ven como una obligación. Pactar con los golpistas y herederos del terrorismo es legítimo y bueno como tapón ‘necesario’ a los partidos de la derecha.
El gran fracaso de la política nacional española está en el propio sistema electoral, que al final hace posible que una minoría regional sea la que marque el paso de la mayoría debido a la complicada Ley D’hont, que privilegia el voto concentrado en regiones. Así, para que se entienda, entre los cinco partidos declarados nacionalistas/independentistas suman poco más de 1,5 millón de votos, que se traducen en 26 diputados de los 350 que hay en el Congreso… mientras que partidos de ámbito nacional como VOX o SUMAR, con el doble de sufragios, por encima de los 3 millones cada uno, y tan sólo acumulan 33 y 31 diputados, respectivamente; sólo 5 y 7 más, teniendo más del doble de votos. ¿No suena muy justo, muy proporcional verdad? Pero es la Ley, y nadie la ha querido cambiar. La consecuencia es que un voto indepedentista es mucho más fácil de convertir en diputado que uno de un partido nacional. Al final la minoría tiene la sartén por el mango en la gobernabilidad del país.
Dogmas sobre política
Ya en lo puramente pragmático, del previsible próximo gobierno de Pedro Sánchez junto con los partidos independentistas no se esperan grandes planes de gestión. Ni ambiciosas medidas políticas de largo alcance para mejorar la vida de la gente. No, no, eso no va a pasar. Como en los cinco años anteriores, Se hablará mucho de independencia, de modelo de Estado, de dogmas, división, de Franco, de fascismo, de rupturismo.… Cero de economía salvo subir impuesto, cero de sostenibilidad del sistema de pensiones, cero de avances sociales reales, lejos de la subvención.
Que España sea gobernada bajo la batuta y el poder de los que la detestan no es cosa nueva. Ha pasado más veces por la ley electoral, pero sí aventuro que en esta legislatura será más extremo todo porque el Gobierno depende del 100% de los votos de todos estos partidos rupturistas para cualquier movimiento, aprobar cualquier ley, no pueden fallar ni uno solo.
España mantendrá el ‘Gobierno Frankenstein’ mientras la ya débil economía se sostenga más o menos en el relato de los noticieros. El día que eso ya no pase si llega una crisis aguda que esperan en Bruselas, los españoles irán de nuevo a las urnas. Irrespirable para cualquier político que no sea Pedro Sánchez, que ha demostrado ser un maestro de la supervivencia en situaciones críticas. Fácil, cambia de opinión como quien cambia de camisa y a tirar ‘palante’. Sólo pasa en la atípica, única, y simpar España.