“Hace cuarenta y cinco días empezó en Colombia la protesta social más grande del último siglo, sin embargo, hasta ahora no hay soluciones y el Paro no ha parado”
Jaime Acosta Puertas
La protesta tomó de sorpresa al poder político y empresarial, incluso, el Comité Nacional del Paro quedó sorprendido por la magnitud, persistencia y duración de la movilización.
Al negarse a negociar el gobierno con los jóvenes, perdió el manejo de la protesta por eso ha recurrido a la represión. Colombia tiene hoy un mal presidente, unos desastrosos partidos de gobierno, unos empresarios miedosos de sus propios inventos y errores, y unas fuerzas militares alejadas de una democracia de todos para todos.
¿El paro debe parar?
La gente que está en la protesta no tiene quien la represente porque la democracia representativa les ha fallado. La inmensa mayoría de colombianos no creen en quienes se autoproclaman sus voceros. Entonces, partidos políticos, expresidentes de la república, gremios económicos, alcaldes, gobernadores y organismos del estado cooptados por el gobierno, están atrincherados protegidos por la policía y los pistoleros de la “gente bien” con el fin de “defender las instituciones” aquellas que les han fallado a los jóvenes que ahora piden que el el Estado les dé lo negado.
Cuando la razón desaparece, la violencia, la mentira, el incumplimiento, el fanatismo y la dilación aparecen. Es el estilo de mal gobernar de Duque, y la manera de gobiernos con prácticas de facto nutridos en las fuentes del fascismo, como ocurre en Colombia desde hace 25 años cuando los privilegiados le entregaron a un individuo la tarea de resolverles el acoso de la guerrilla y protegerles las economías ilegales, la corrupción y la toma del estado. Uribe el elegido.
Luego de mes y medio el movimiento pacífico y democrático debe hacer una pausa por cuatro razones, ninguna porque esté agotado, ni mucho menos.
Primero, el gobierno a finales de 2019 eludió los reclamos de la protesta. Ahora, en 2021, las soluciones se dan según lo que Duque diga, piense y haga de acuerdo a lo que Uribe le ordene. El objetivo, evitar la debacle del uribismo recurriendo para ello a la desestabilización y al caos al no atender los reclamos de quienes por justa razón están en las calles, por el contrario, mientras la calle habla Duque calla, aunque ha permitido una ola de crímenes de lesa humanidad que ya se tramitan ante la justicia internacional. Por eso en el mundo nadie acepta lo que dice Duque, su vicepresidenta canciller, y sus embajadores, porque se han dado cuenta que es un gobierno cínico, represivo, mentiroso y sin buenas intenciones.
Entonces, hay un monólogo por el negacionismo gubernamental dada su falta de perspectiva, inteligencia y sentido democrático. Igual ocurre con los empresarios que podrían ser la fuerza que empujara al gobierno a negociar con los jóvenes. Así, gobierno, empresarios y políticos de la vieja guardia, son prisioneros de sus intereses y equivocaciones por lo cual no quieren entender y atender al movimiento social.
Desde el poder se está generando una especie de lucha de clases que nadie en la protesta invoca. El poder es el que se imagina lo que no es, en consecuencia, la negociación política está neutralizada lo cual es un monumental error estratégico.
Segundo, el covid se disparó desde el 28 de abril. De esa manera, el llamado a marchar debe hacer una pausa, sin dejar de trabajar, mientras el pico de la pandemia vuelve a bajar. Del covid se ha agarrado el poder para sumarlo al cuento de los bloqueos y de los vándalos, y así dilatar las negociaciones. Al final, el uribismo dejará el país en una UCI.
Tercero, los jóvenes son la maravilla de este movimiento. Están empoderados de su responsabilidad y desafíos, por ello empiezan a construir una organización y a estructurar una narrativa pues no todo puede quedar en consignas de marchas y concentraciones porque después se van a las casas con el entusiasmo, las fotos y videos de una gran manifestación, o con las imágenes de sus confrontaciones con el Esmad. Las movilizaciones deben terminar en fiesta, arte y cultura política, en asambleas de discusión y construcción política y de un proyecto nacional de desarrollo. Y desde el comienzo transparencia en todo.
Cuando se logre un movimiento de la primera y de todas las líneas, la dinámica será imparable y crecerá de manera silenciosa y contundente mientras los grandes medios le hacen la contra replica que la pauta publicitaria les ordena. Debe crear un texto autónomo, libre y limpio pues será la propuesta de una nueva nación. Ese texto iluminador ya se ha empezado a construir desde las universidades y en las calles. Debe ser bello en el sentido absoluto de la estética, de la contundencia y la armonía de las palabras, el arte y las imágenes.
Debe continuar el paro
Primero, porque hay un mal gobierno, represivo y enemigo de las mayorías. Además, la dirigencia de hoy es la peor de los últimos cien años.
Segundo, el país necesita un nuevo discurso para una nueva realidad y unas nuevas instituciones derivadas de un nuevo contrato social. Ahora hay una juventud inmensamente inteligente, necesitada y decidida. Asimismo, un grupo cada vez mayor de profesionales, investigadores, analistas, artistas, pensadores y opinadores, conscientes de la urgencia de un cambio en el contrato social, están listos a apoyar a la Primera Línea. De igual manera, existen unos cuantos empresarios que pueden conectar con la protesta: aquellos con sentido social, que hacen investigación y desarrollo, y miran el mundo como un mercado para las exportaciones que aumentarían la productividad y las oportunidades.
Tercero, existen problemas estructurales profundos que necesitan un cambio contundente y de largo plazo aceptando que la realidad de Colombia ya no se puede remendar.
Cuarto, hay que trabajar en la mentalidad del poder para que entienda que otra sociedad es posible y necesaria para responder con soluciones a la indignación. A los privilegiados les conviene un cambio, pero también los compromete con desafíos que han eludido respecto a la equidad, la productividad, la modernización y avance de la especialización de la economía, retomar la industrialización desde las industrias digitales y otras de alta tecnología, la inversión en innovación científica y tecnológica primero que repartir dividendos, y abatir la evasión y la corrupción. La plata para la inversión social, el hueco fiscal y la inversión en desarrollo se la roban por billones entre empresarios y políticos y entre políticos, por eso no debe haber reforma tributaria sino una reforma contra la corrupción previa devolución de lo robado.
Quinto, una nueva dimensión política está surgiendo mientras agonizan el uribismo y los partidos aliados. Suficiente constatar las torcidas reformas que tratan de imponer burlándose de quienes están en la calle. Asimismo, son enormes los desafíos para los movimientos y partidos de la oposición, pues son los que pueden catalizar y lograr unas listas que los lleve a ser mayoría en el congreso. La propuesta programática de la Coalición de la Esperanza entiende de la necesidad de una nueva sociedad. Seguro que el Pacto Histórico también lo hará, pero la fuerza central está en los jóvenes de la Primera Línea. Tratar de anularla y de quitarle protagonismo sería suicida porque la gente los quiere y ampara, son su esperanza.
Una fuerza política de la Primera Línea o de la que llegue hacer parte, ganará en marzo del 2022 y en la primera vuelta en mayo, porque los jóvenes exigirán un Pacto de la Esperanza ya que su lucha no la van a endosar porque sí. Están empoderados de su destino y del destino de Colombia. De lograrse el objetivo de acceder al Estado, será necesario reformar a fondo la constitución.
Colombia está detrás de un cambio inédito que nada tiene que ver con fanatismos o esguinces ideológicos del pasado y del presente. Los perdedores serán la corrupción y la ultraderecha paramilitar del señor de los falsos positivos.