Donald Trump
“El concepto de calentamiento global fue creado por y para los chinos para hacer que la manufactura estadounidense no sea competitiva.” — (Tweet de 2012)
“El aire y el agua de Estados Unidos son los más limpios que jamás hemos tenido. No permitiremos que unos ambientalistas radicales destruyan nuestra economía con sus exageraciones sobre el cambio climático.” — (Declaraciones durante su presidencia, 2019)
Jair Bolsonaro
“Es una falacia decir que la Amazonía es el pulmón del mundo. La deforestación no existe como la están pintando. Es todo un juego para limitar nuestro desarrollo.”— (Discurso de 2019 en la Asamblea General de la ONU)
“No podemos dejar que el ambientalismo interfiera con nuestro derecho a utilizar nuestros recursos naturales para el progreso.”
— (Declaraciones en entrevistas públicas, 2020)
Rupert Murdoch
“El movimiento climático está impulsado por una élite urbana que quiere imponer restricciones costosas a la gente común mientras sigue disfrutando de sus privilegios.”— (Declaraciones en reuniones internas de News Corp, 2014)
Estos son algunos ejemplos donde se refuerza la idea de vincular la lucha contra el cambio climático con un discurso elitista, o de una élite en específico. Pero a diario vemos manifestaciones de estas ideas en Fox News, con el gobierno de Milei, con Putin, o con el Heartland Institute. No me sorprendería que este discurso llegue a las próximas elecciones colombianas en 2026.
Sin embargo, la idea de que la lucha contra la crisis climática es elitista no es nueva. Según la revista Shado, el elitismo ambiental ha existido desde el surgimiento del movimiento ambiental moderno a finales de la década de 1960. En 1986, los sociólogos Denton Morrison y Riley Dunlap identificaron tres tipos de elitismo que se critican a los movimientos ambientalistas:
Elitismo composicional: Los seguidores del ambientalismo provienen principalmente de clases socioeconómicas privilegiadas o altas, y la preocupación ambiental es más alta en estos sectores.
Elitismo ideológico: Las reformas ambientales tienen el propósito subyacente de distribuir beneficios exclusivamente a los ambientalistas, dejando de lado a los no ambientalistas y a las personas menos privilegiadas.
Elitismo de impacto: Ya sea de manera intencional o no, las reformas ambientales pueden “crear, exacerbar o mantener inequidades sociales”.
En el mismo artículo, los sociólogos afirman que el elitismo composicional es una exageración, ya que, aunque los ambientalistas suelen tener un estatus socioeconómico por encima del promedio (al igual que la mayoría de los activistas sociopolíticos), pocos pertenecen a la clase alta. El elitismo ideológico puede ser válido en algunos casos, pero los ambientalistas han mostrado una creciente sensibilidad hacia las preocupaciones de equidad y hay pocas evidencias de una búsqueda consistente de intereses propios.
Finalmente, el elitismo de impacto es el problema más importante y también el más difícil de evaluar. Parece que ha existido una tendencia general a que las reformas ambientales tengan impactos regresivos. Sin embargo, se reconoce cada vez más que problemas como la contaminación laboral y la contaminación por desechos tóxicos afectan de manera desproporcionada a los estratos socioeconómicos más bajos, por lo que las reformas dirigidas a tales problemas probablemente tendrán impactos más progresivos.
Los pecados del movimiento ambiental y la lucha contra la crisis climática
Con la sostenibilidad ahora respaldada con los “sellos sostenibles” por el capitalismo, las marcas de lujo, la élite económica e incluso grandes empresas que se comercializan como sostenibles y éticas han utilizado cada vez más a los activistas climáticos e influencers de sostenibilidad como una forma de acumular y justificar sus crecientes ganancias. A través de la asociación con los activistas climáticos, los poderes que promueven productos obtienen la licencia social para seguir operando dentro de estructuras capitalistas defectuosas, lo que constituye un tipo de “greenwashing” insidioso, o “social-washing”.
En el último año, un número creciente de empresas de lujo sostenibles y marcas de moda sostenible han vestido a activistas climáticos e influencers con sus prendas en diversos premios. Marcas como Stella McCartney, Gabriela Hearst y Coach (a través de su ramificación sostenible, Coachtopia) han vestido a activistas con sus prendas, cuyos precios oscilan entre los $300 USD y los $18,000 USD por pieza.
Otro ejemplo de captura por parte de las élites es la creciente inclusión de activistas climáticos en ocasiones sociales que históricamente solo reunían a la élite social, económica y política en la misma sala. Eventos como la Gala TIME100, la Cumbre Forbes 30/50, la fiesta Vogue Forces for Change y los Green Carpet Fashion Awards han premiado a los activistas climáticos y les han dado tiempo de palabra en nombre de distribuir atención al movimiento climático, utilizando a los activistas como representantes del movimiento.
Estas empresas utilizan la idealización de individuos, activistas y estilos de vida aspiracionales incentivados por nuestro sistema roto en beneficio material de la élite económica, las grandes empresas y las celebridades. Al mejor estilo de las tesis de Toni Negri o el neo-operaísmo.
Además, no olvidemos que los multimillonarios y sus inversiones son responsables de 3.1 millones de toneladas de emisiones de carbono por multimillonario anualmente, más de un millón de veces superior al promedio de un individuo en el 90% inferior del mundo (2.76 toneladas de CO2 equivalente).
No es de la élite, todo lo contrario
Según la OMS, el cambio climático ya está contribuyendo a 150,000 muertes anuales por causas relacionadas con el clima, como el aumento de enfermedades respiratorias, enfermedades transmitidas por el agua y desnutrición, afectando de manera desproporcionada a las poblaciones más pobres. Igualmente, se espera que los cambios en los patrones climáticos, como las inundaciones y las sequías, aumenten las enfermedades transmitidas por el agua, afectando principalmente a las comunidades más pobres que carecen de acceso a infraestructura sanitaria.
Las personas que viven en la pobreza son hasta 10 veces más propensas a morir como consecuencia de desastres naturales (como huracanes, inundaciones y sequías) que las personas en países ricos, según la ONU. Se estima que el cambio climático podría desplazar a 200 millones de personas para 2050, principalmente de las regiones más pobres y vulnerables del mundo, como el sudeste asiático, África subsahariana y América Latina.
La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) alerta que 1.7 mil millones de personas que dependen de la agricultura de subsistencia corren el riesgo de ver sus medios de vida gravemente afectados por el cambio climático, debido a sequías, inundaciones y otros fenómenos climáticos extremos. Se estima que con el cambio climático podría reducirse la producción global de alimentos en un 2.6% para 2050, afectando particularmente a las poblaciones rurales y de bajos ingresos que dependen directamente de la agricultura.
El Banco Mundial estima que 700 millones de personas podrían vivir por debajo de la línea de pobreza debido a los efectos del cambio climático para 2030, si no se toman medidas urgentes de adaptación y mitigación. El 80% de las víctimas de desastres naturales son personas que viven en situaciones de pobreza, según el PNUD. Las comunidades más vulnerables tienen menos capacidad para adaptarse a los desastres climáticos.
Incluso The Guardian afirma que “Mientras que los ricos se pueden proteger de los desastres naturales mediante seguros y medidas de adaptación, los pobres no tienen acceso a esas herramientas y son los que sufren las peores consecuencias.”
¿Entonces los empresarios que favorecen políticas verdes son de la élite manipuladora?
A pesar de que las políticas ESG (por sus siglas en inglés) pueden ser percibidas como elitistas, la discusión debe ir mucho más allá. Existen medidas que los pequeños y grandes empresarios pueden tomar para escapar de esas falsas acusaciones:
Integración de la justicia social en la sostenibilidad: Pueden financiar proyectos que ayuden a mejorar la infraestructura en comunidades vulnerables.
Acceso equitativo a soluciones sostenibles: Podrían implementar tarifas progresivas de energía renovable o crear modelos de negocio que permitan a las personas de bajos recursos acceder a energías limpias a precios asequibles, como paneles solares comunitarios.
Colaboraciones con comunidades vulnerables: Un fabricante de productos agrícolas podría colaborar con comunidades agrícolas de bajos ingresos para ayudarles a adaptarse a la sequía y las temperaturas extremas mediante prácticas agrícolas sostenibles.
Transparencia y rendición de cuentas: Las empresas pueden crear informes anuales que muestren cómo las iniciativas sostenibles han tenido un impacto positivo en la reducción de la pobreza, el acceso a recursos básicos y la creación de empleo en comunidades de bajos recursos.
Proponer políticas públicas inclusivas: Las empresas pueden abogar por subsidios o incentivos fiscales para las energías renovables en zonas de bajos ingresos o en países en desarrollo, para que el acceso a soluciones climáticas no dependa del poder adquisitivo
Apuesta por la creación de empleo verde inclusivo: Las empresas de energías renovables pueden invertir en la formación y contratación de personas de comunidades desfavorecidas para trabajar en la instalación y mantenimiento de paneles solares o en la gestión de residuos.
Promover el consumo responsable y la economía circular: Implementar programas de reciclaje y reparación de productos en los que las personas de bajos ingresos puedan participar y beneficiarse económicamente.
Actualmente, como en muchos otros ámbitos, en estos tiempos de desinformación, noticias falsas y basura virtual, debemos ser capaces de identificar cuándo influenciadores, políticos o cualquier persona con acceso a una cámara afirman que la lucha contra la crisis climática es exclusiva de las élites. Está más que demostrado que estos actores carecen de la capacidad, la decencia y, en muchos casos, el interés por realizar una investigación rigurosa que les permita entender lo que exponen en redes sociales.
Es responsabilidad de la ciudadanía ejercer un filtro ante este tipo de informaciones. Debemos leer, comprender y apropiarnos cada día más del conocimiento necesario para establecer nuestros propios criterios y aplicar filtros ante la gran cantidad de información errónea que circula.
“La batalla contra las noticias falsas no la ganan las plataformas de tecnología ni los políticos. La ganan las personas que deciden pensar críticamente, informarse y no dejarse arrastrar por la marea de desinformación.” — Sundar Pichai, CEO de Google.