En muchos jardines infantiles y colegios, la presión por mostrar resultados inmediatos se ha convertido en una verdadera carrera contra el tiempo o… ¿contra los niños?
Se busca que los niños y niñas lean sin errores, comprendan cada texto y, por si fuera poco, empiecen a multiplicar a los 6 años. ¿El problema? Estamos empujando a nuestros niños a una trampa que los lleva al agotamiento y, eventualmente, al fracaso académico en primaria.
Forzar a los niños y niñas a cumplir con estos hitos antes de tiempo no solo les roba la alegría del aprendizaje, sino que también afecta su autoestima y su relación con la escuela.
Llegan a primaria exhaustos, saturados y confundidos. En lugar de disfrutar del proceso de aprender, lo viven como una obligación, una carrera que deben ganar sin siquiera entender por qué están corriendo.
El afán de mostrar avances visibles no tiene en cuenta algo fundamental: cada niño tiene su propio ritmo, y no respetarlo es condenarlos al cansancio y la frustración.
Lo que vemos en muchos casos son niños y niñas que, al llegar a primaria, se enfrentan a una sobrecarga emocional y cognitiva que los apaga, los desconecta del placer de aprender y, en el peor de los casos, los lleva a sentirse como fracasos académicos.
Queremos resultados rápidos, pero a qué costo. Necesitamos recordar que el aprendizaje es un proceso de largo plazo, no un sprint en el que hay que llegar primero.
No se trata de leer sin errores ni de multiplicar a los 6 años, como tampoco de tener el colegio con el ranking más alto a costa de toda una generación que ya no quiere ir al colegio.