En esta semana la noticia más impactante para muchos en Colombia fue el paro y más aún la expedita y certera resolución que el team del cambio le dio a la mesa de negociación, muy bien por Petro, nuestro presidente, felicitaciones a las dos ministras de Transporte y Trabajo y al ministro de Hacienda por conseguir la fórmula para negociar con los transportadores. Y mientras que Bogotá volvía a la normalidad, también los emberas dejaban el Parque Nacional con los acuerdos establecidos a por dos grandes defensoras de DDHH Lilia Solano y Patricia Tobón. Se respira un aire fresco y de alegría, avanza el cambio. En nuestro país esta semana hubo motivos de orgullo.
Mientras tanto al otro lado del mundo, la televisión y redes sociales se inundan con la escalofriante historia de la cual Gisèle Pélicot es protagonista y victima, porque la noticia real, es la valentía de esta mujer, al descubrir que su esposo el marido ideal, el papá de sus hijos fue un psicopata que abusó de ella y sus familiares. El durante más de 10 años le suministró ansioliticos y barbitúricos hasta dejarla inconsciente y él, el autor de una escena perversa, con premeditación total, permitía y conducía a otros a que fuera violada no por dinero si no por ver y grabar, por voyerismo, y fueron 51 hombres; que son los padres, hijos, abuelos, tíos, cuñados, primos o hermanos de alguien, estudiantes, profesionales, abogados, bomberos, deportistas, administrativos, técnicos y demás, hombres “de bien” hasta ese día, una aberración que sucedió por más de 10 años en el lindo pueblo de Mazan en la campiña francesa.
Qué condiciones llevan a esta cantidad de hombres a cometer semejante atropello consensuado con el marido, premeditado y acordado en la clandestinidad, con instrucciones de donde parquear, por donde entrar y cómo abordar el cuerpo para no ser descubiertos ni despertar a la víctima. Un hecho atroz que tal vez le devolvió vida fuerza y voz a esta mujer de edad otoñal, que crio a sus tres hijos y confiadamente acogió en su casa a sus nietos, y después de descubrir que también le hizo daño a sus hija y nueras y posiblemente a sus nietos.
Los modelos de la conducta tal vez puedan explicar algunos traumas, algunas desviaciones y hasta haya técnicas para reparar psiquiátricamente a este señor, a quien no le faltó nada y vivió en medio de privilegios, ¿pero que explica que tantos hombres hayan sido los clandestinos cómplices y violadores? ¿En una ciudad francesa del viejo mundo donde se supone que todo es mejor? ¿Cómo no cuestionar todo un complejo clandestino de pornografía que es promovida en las redes sociales? El mundo donde se supone que se vive mejor y sabroso.
Y después de esto vuelvo al inicio de este artículo, Colombia está viviendo un cambio, en nuestro país en el paro se ha usado el diálogo, el análisis económico y financiero, y nadie perdió un ojo. En nuestro país las políticas de la igualdad avanzan en manos de muchas mujeres que trasforman las entidades en favor y para el respeto hacia las mujeres, como es el caso de la URT, la ARN, Ministerio del trabajo entre otras, reconociendo no solo la brecha de desigualdad sino trasformando entornos para el bienestar de las y los colombianos.
Y es que es inconcebible, porque, en el imaginario social, países como Francia son seguros y en el mundo de categorías sociales la familia es un espacio seguro y para Gisele ni lo uno ni lo otro, y ella una valiente pone la cara, por qué no tiene vergüenza, los de la vergüenza son ellos la cadena de violadores que la agredieron sexualmente.
Hoy dedico esta columna a las millones de víctimas de abuso sexual que en el mundo han tenido que afrontar estas situaciones, y especialmente a aquellas que por miedo aún no han podido denunciar a su agresor, para decirles que no hay que tener miedo, ni vergüenza, que hay que tener valor y dignidad, a las autoridades judiciales, que hay que escuchar a las víctimas y creerles, que no importa donde estaba, como estaba, ni cómo vestía, que el consentimiento sexual es un acto consiente premeditado y deliberado por dos partes.
¡Que se haga justicia! ¡Ni una más nunca más!