La salud en Colombia está en estado crítico. Por estos días atravesamos la que, tal vez, es la peor crisis de nuestra historia. Por ello tenemos la urgencia manifiesta de transformar el sistema de salud. Si hay quienes todavía piensan que no es así, aquí les van algunas razones.
En primer lugar, para que el sistema que tenemos sea considerado “exitoso”, necesita que la gente se enferme, eso garantiza su funcionamiento. Todo su esquema está basado en la curación de la enfermedad, no de la prevención, ni de la atención primaria. Si la gente evita enfermarse, las EPS y el sistema de salud en general no tendría nada que hacer. El sistema saca provecho de la enfermedad y es así como las EPS han logrado llenar sus bolsillos.
La calidad del servicio es tan baja que solo en 2019 la ciudadanía presentó 207.368 tutelas reclamando el acceso a servicios de salud, esto además de infame, es inhumano. Recuerden que la salud es un derecho y no un negocio, así está consignado en la ley estatutaria, pero en este país tiene las características de un lujo.
La calidad en la atención depende estrictamente de la EPS a la que usted esté afiliado, eso es totalmente inaceptable. Por eso es que uno ve que las personas que sienten que el sistema funciona de maravilla, son las mismas que consultan médicos privados o tienen el dinero suficiente para costear la medicina prepagada. Las urgencias en el país enfrentan un 244% de sobreocupación, servicio en el que los pacientes, que no tienen el mismo privilegio, deben esperar en promedio 9 horas para ser atendidos.
En Colombia la salud sigue entendiéndose por fuera de la cotidianidad, el sistema no hace parte de la vida diaria de los colombianos de a pie. De hecho, solo acceden al sistema en caso de necesitar el servicio de urgencias o de acudir a un control anual de rigor. Sin embargo, en un día cualquiera antes de la pandemia la salud hubiera sido un tema distante.
Otro de los problemas de este sistema es la explotación laboral, que es la norma y no la excepción. Los trabajadores de la salud no cuentan con seguridad contractual, salarial y mucho menos física, las tercerizaciones y las ordenes de prestación de servicios son el pan de cada día. La misión médica es atacada en sus visitas a las regiones, y en plena pandemia hay hospitales que deben a su personal hasta 36 meses de salario, ¡nefasto!
Ojo, a este problemita hay que sumarle la gran discusión que se tuvo que dar para que el gobierno le pudiera garantizar al personal médico los elementos de bioseguridad. Esto para poderse parar en la primera línea de defensa contra el coronavirus. En plena pandemia no se pudo garantizar de manera ágil la protección del personal de salud. Definitivamente esto es un escenario que solo nos dice que el panorama puede ser cada vez peor.
Por otro lado, el dinero que se destina para la salud en el presupuesto general de la nación, parece una limosna. La plata es siempre la que sobra de las demás carteras y lo poco que asignan no alcanza para cubrir las obligaciones del sistema. El dinero que sí fluye a través del sistema, antes de llegar a las clínicas, hospitales y prestadores del servicio ya ha pasado por múltiples bolsillos que han sacado su tajada y los últimos que ven esos centavos son los primeros en estar al pie del cañón.
Las EPS se enriquecen a costillas del sistema de salud, cada peso que se pierde en la administración de los recursos le cierra las puertas de acceso a un ciudadano. Son más las EPS en números rojos, que las que funcionan bien. Y todas esas deudas son las que terminamos pagando los colombianos de nuestro bolsillo, no se olvide de Saludcoop, Medimás y Cafesalud.
Por si fuera poco, los corruptos siempre se salen con la suya. Existen más de 14 modalidades registradas por la Supersalud, mediante las cuales se roban los dineros del sistema. Los ladrones roban campantes porque saben con antelación que la pena más fuerte que les espera será una casa por cárcel, eso si el caso llega hasta las últimas consecuencias. Robarse la salud en Colombia se convirtió en un deporte.
Y para ponerle el marco a esta pintura, no hay gestión en materia de salud pública. En Colombia por la lógica misma del modelo de salud, no hay un encargado de la promoción de salud y mucho menos de la prevención de enfermedades. Existen departamentos como el Chocó, La Guajira, La Amazonía o la Orinoquía cuya infraestructura es la garantía de que la gente se va a enfermar, no cuentan con agua potable, no cuentan con servicio de acueducto y alcantarillado, y mucho menos con vías de acceso que cumplan los mínimos requerimientos para una movilización oportuna. En muchos casos no tienen siquiera acceso a un punto de salud.
El sistema de salud no puede seguir siendo lo que es hoy, por el contrario, debe estar al alcance de las personas en todo el país, debe brindar una atención digna y sobre todo eficiente. Debe garantizar los mínimos laborales y humanos al personal de salud, y destinar el dinero adecuado para cumplirle a la ciudadanía.
Si ni siquiera una pandemia nos empuja a cambiar lo que no sirve, no sé qué más puede hacerlo. Pero un momento, ¡yo sí quiero transformar la salud! ¿Y ustedes?