En la gran aldea de los mercados, el ambiente estaba dividido entre los optimistas que veían el vaso medio lleno y los cautelosos que juraban que ya se estaba derramando.
El COLCAP, héroe local de la tierra colombiana, alcanzó su punto más alto en quince años. Después de una larga siesta, despertó rugiendo como un cóndor sobre los Andes, recordándole a todos que todavía sabía volar.
En tierras lejanas, los reyes Trump y Jinping decidieron firmar una tregua: bajaron aranceles y prometieron comerciar soya como si fuera oro. El reino de las acciones celebró con brindis de euforia.
Mientras tanto, en el sur, Milei, el mago libertario, consolidó su poder tras las elecciones. Su triunfo lanzó un hechizo de confianza que impulsó a los mercados argentinos y disolvió las dudas de los comerciantes.
En el norte, la Reserva Federal bajó las tasas de interés por segunda vez, pero lo hizo con la prudencia de quien pisa un terreno minado. Su mensaje fue claro: “no prometo más magia por ahora”. Las probabilidades de otro recorte se desvanecieron como humo.
El dólar rebotó, los bonos del Tesoro revivieron, y el S&P 500, como un guerrero veterano, siguió firme y casi indestructible. En los reinos de Colombia y Chile, las bolsas bailaron con alegría, mientras Brasil y México descansaban de sus batallas. El peso colombiano, a pesar del fuego del dragón del dólar, resistió gracias a los refuerzos del crédito público.
En la segunda parte de esta historia, los sabios hablaron del Trade Político y Cíclico, dos fuerzas gemelas que mueven el destino de las acciones.
El primero, el político, nació del miedo: cuando el pueblo creyó que el reino giraría hacia la heterodoxia, los precios cayeron. Pero al ver que los cambios radicales no se materializaban, el mercado volvió a creer.
El segundo, el cíclico, aún despierta lentamente: es el reflejo del crecimiento regional, que promete una nueva era de prosperidad si la energía del ciclo logra despegar.
Pero no todos los tesoros están encantados: Ecopetrol sigue bajo el hechizo del gobierno, y el riesgo país continúa alto por culpa del fantasma fiscal.
En otro rincón del mapa, los cronistas analizaban los votos de la izquierda. La consulta reunió 2.75 millones de almas, pero el balance fue desigual: perdieron fuerza en las montañas andinas y en las grandes ciudades, aunque ganaron terreno en las costas del Caribe. Los sabios concluyeron que el hechizo político del gobierno había perdido poder.
Finalmente, los guardianes del tesoro —el Banco de la República— se reunieron en consejo. Cuatro decidieron mantener la tasa, dos querían bajarla medio punto, y uno pedía un movimiento más leve. Pero el dragón de la inflación aún respiraba fuego, así que el Banco eligió esperar.
Desde el palacio del gobierno llegó presión: “¡bajen las tasas ya!”, gritaban.
Pero el Banco, fiel a su prudencia, respondió: “la suerte aún no está echada”.
Y así terminó otra semana en la gran aldea de los mercados, donde dragones, políticos y banqueros siguen jugando el juego de la suerte, esperando a ver quién lanza primero los dados del destino.
PORTADA
“No tengo investigación formal en mi contra”: Martha Peralta
Resurrección de la Mesada 14 para los docentes avanza a su segunda vuelta legislativa
Carlos Carrillo asegura que detrás de los señalamientos de Angie Rodríguez, está Armando Benedetti
Iván Cepeda revela sus prioridades de campaña