Han pasado siete meses desde que comenzó la Alcaldía de Federico Gutiérrez, y todas las promesas se han convertido en excusas. Las basuras inundan el espacio público, los huecos en las calles aumentan, la sensación de inseguridad crece y el desempleo preocupa cada vez más a la gente. Recientes encuestas afirman que el 55% de la población cree que Medellín está empeorando. Los comentarios en redes sociales tienen en común una petición: empiecen a gobernar.
Durante el primer semestre del año, el propósito del gobierno local en Medellín ha sido atacar al Presidente Petro y a la anterior administración. Estas peleas permanentes los han desgastado rápidamente y los han distraído del reto de afrontar mediante estrategias y acciones concretas los principales problemas de la ciudadanía.
Bajo el relato de que Medellín era un paraíso que desvió su camino, han sido incapaces de reconocer los problemas estructurales que vive la ciudad desde hace décadas y los profundos cambios que ocurrieron producto de la pandemia. Con un diagnóstico equivocado, nunca encontrarán las soluciones correctas. A todo esto, hay que sumarle un Alcalde completamente ausente que dedica su tiempo a viajar a foros nacionales e internacionales, cimentando sus sueños presidenciales.
Es un secreto a voces que su deseo es renunciar el próximo año, y por eso no planteó ningún proyecto de envergadura dentro del Plan de Desarrollo. La transformación de los colegios y las sedes deportivas fue aprobada por el anterior Concejo mediante vigencias futuras, el Metro de la 80 obtuvo viabilidad técnica en 2020 y Parques del Río Norte fue un proyecto concebido en el cuatrienio anterior.
En los barrios, la gente se siente desilusionada y engañada. La gestión no se ve por ningún lado. Se preguntan cuándo van a empezar a gobernar, pero el problema es que puede que ya estén acabando. La gente votó engañada creyendo que estaban escogiendo a un Alcalde comprometido con la ciudad, y parece que eligieron a un candidato presidencial buscando escampadero.