Tratando de parafrasear el título de la columna con la histórica y respetable frase del dirigente político chino, Deng Xiaoping: “no importa que el gato sea blanco o negro, siempre y cuando cace ratones”, que viene como anillo al dedo a un año de elegir una nueva o nuevo alcalde para Bogotá y teniendo presente, como suele suceder en un país electoral como Colombia, la diversa baraja de candidatos provenientes de todos los colores y líneas ideológicas.
El proverbio popular de Sichuan, la provincia donde nació, Xiaoping, lo podemos matizar y actualizar con el potencial electoral capitalino de 5.935.722 (3.150.219 mujeres y 2.785.503 hombres), según la Registraduría Nacional, una cifra nada despreciable para los aspirantes, que estratégicamente estarán planificando sus agendas programáticas en aras de obtener el segundo cargo político más importante de Colombia y un trampolín seguro para pelear una presidencia.
Electores y Alcaldía se convierten en una tajada apetecida por candidatos de izquierda, derecha, centro, independientes y demás figuras constitucionales para ser elegidos en la tambaleante democracia criolla. Esa tambaleante democracia, le permitió a la izquierda estar durante tres periodos consecutivos (Luis Eduardo Garzón, Samuel Moreno, Gustavo Petro) administrando los destinos de Bogotá y los bogotanos. Siendo realistas y apoyándome en generadores de opinión, analistas y periodistas esos liderazgos aún son criticados por “divisiones, mezquindades, caudillismo y corrupción”.
En esa misma línea, Claudia López reprochada por su falta de intuición administrativa, liderazgo en determinados frentes, escases de gobernabilidad, usar el cargo como “plataforma” política para sus más cercanos, y a futuro, para llegar pelear la presidencia. “(…) Tampoco se trata de tener maestrías y doctorados. Para la muestra está Claudia López, con varios diplomas y una nefasta alcaldía, a la que llegó sin tener idea de administrar y que como resultado tiene a la capital del país vuelta un muladar”, dice Andrea Nieto, periodista de Revista Semana.
Una mirada global al ciclo de las últimas seis alcaldías (periodos de cuatro años), le permite a un ciudadano coherente con la realidad admitir como Enrique Peñalosa (cubierto en varios partidos y movimientos políticos) durante sus dos alcaldías logró obras urbanas alentadoras para la ciudad y los ciudadanos, eso sí, teniendo presente las duras críticas de sus detractores de toda su vida en la complicada arena política, la izquierda local radical, que siempre le tilda de oligarca y burgués.
No importa el color, ni la tendencia política a la hora de asumir con seriedad, responsabilidad y una verdadera gobernabilidad, las riendas de la ciudad que urge de una estrategia interinstitucional, liderada por su primer mandatario, en la que prime el interés de más de 8 millones de habitantes, que no solamente sirven como maquinas generadoras de votos en el calendario electoral, sino como ciudadanos, en este momento, habidos de necesidades básicas en su contexto personal, familiar, económico y social.
Dice el libro Política y Oratoria: (…) el poder de la palabra es inmenso. La palabra es esencial en el arte de la seducción y, a veces, también en el arte del engaño”. Necesaria referencia y reflexión en precisos momentos en los que candidatos a la Alcaldía sacarán a relucir toda su artillería discursiva prometiendo a diestra y siniestra empleo, educación, seguridad, subsidios, salud, acabar con la corrupción, mejorar la movilidad, entre otras proyecciones, que en honor a la verdad, se quedan en seducción electoral y terminan en el engaño tradicional.
Solamente queda esperar que los candidatos blancos o negros seduzcan a los ciudadanos en campaña con propuestas viables y en el ejercicio de su mandato cazando los gruesos problemas para solucionarlos con estrategias públicas de gobernabilidad visibilizadas en mejorar la calidad de vida de millones de familias capitalinas.