Levántate, Ofelia, que ya pasaron los indios

Por: Omar Adi


La luz del sol es el mejor desinfectante.

En todo sentido.

Me hago eco de la desesperación por respirar un poco de aire libre, de que nuestros gurises jueguen en las plazas, de poder caminar bajo los árboles y respirar esa vida que late fuera de nosotros.

Pero ni calvo ni con dos pelucas.

Cuando uno ve la multitud desaforada codeándose en un paseo de compras porque le autorizaron a abrir la puerta de su cárcel personal, duda de la cordura de sus semejantes.

Es como si todos se hubieran dicho: ahora sí, avanti bersaglieri!

Paul Valery lloraba afirmando que entramos al futuro caminando para atrás.

Prefiero el ir pa´lante y p´atrás ni pa´tomar impulso, como decía un amigo.

Ese irreflexivo “avanti!” tiene mucho de entrar a la batalla caminando hacia la derrota.

Seguimos el camino fácil del tropel: cortamos el hilo, no desatamos el nudo, que eso lleva tiempo y las inevitables frustraciones.

Vamos p´allá que es gratis!

Estas líneas están escritas cuando un malón invadió una 18 de Julio convertida en peatonal, días después que otro malón peatonal se chocaba con un malón de bicicletas en la Rambla.

¿Nos parece equivocada esa apertura? Claro que no. Pero nos afiliamos a una apertura responsable. Y la responsabilidad está en quienes deben indicarnos quienes y a qué hora y dónde y qué hacer y qué no. No de abrir las compuertas y dále que es tarde, que se nos inunda todo.

Y la otra parte de la responsabilidad, tal vez la decisiva, está en nosotros, en cada uno de nosotros.

¿Por qué no usar barbijo? ¿Por qué no mantener la famosa distancia social?

¿A mí no me afecta? ¿Todo ésto es una gran mentira que busca la instauración de un nuevo orden mundial y en realidad todo es joda? ¿Es el imperialismo con Bill Gates a la cabeza que busca controlar a la humanidad mediante el miedo? ¿Los científicos que se queman cabezas y corazones advirtiendo y buscando soluciones son unos cretinos útiles y yo soy un crack?

Uno puede llegar a pensar que no todos los indios están afuera del fuerte pero no quiere hacerlo y le gusta soñar que vaqueros, indios, el sheriff y el pistolero, la cantante del saloon y el barbado barbero estamos todos juntos cuidándonos unos a otros en este pequeño pueblo del oeste.

O del sur, que este mundo ya no tiene ni norte.