El fondo de pensiones holandés PFZW dejó de invertir en fondos de acciones gestionados por BlackRock (BLK.N), en parte por preocupaciones sobre el historial de votación de la firma estadounidense en temas de sostenibilidad, según informó su gestora principal, PGGM, el pasado miércoles.
Esta decisión se enmarca en una campaña más amplia en los Países Bajos que busca presionar a los grandes planes de pensiones para que se alejen de los gestores que han reducido su apoyo a las resoluciones climáticas en las juntas de accionistas (Reuters, 3 de septiembre).
El fondo justificó su salida señalando la falta de alineación en los compromisos climáticos y en las prácticas de gobernanza. PFZW, que administra los ahorros de jubilación de los trabajadores de la salud, ha venido afinando su estrategia de sostenibilidad, exigiendo a los gestores de activos no solo comprometerse con trayectorias hacia las cero emisiones, sino también utilizar activamente su poder de voto para acelerar la descarbonización corporativa. En contraste, BlackRock y LGIM fueron percibidos como demasiado pasivos o demasiado condicionados por las presiones políticas en Estados Unidos, particularmente ante la reacción contra la inversión ESG en varios estados norteamericanos.
Este giro va más allá de un asunto de principios: es una señal clara de divergencia en los mercados de capitales globales. En Europa, los reguladores, los fondos de pensiones y los inversionistas institucionales han integrado la sostenibilidad como un deber fiduciario esencial.
Normativas como el SFDR y la Directiva sobre Informes de Sostenibilidad Corporativa (CSRD) imponen obligaciones de divulgación estrictas que dejan poco margen a la ambigüedad. En este contexto, los propietarios de activos europeos se están alejando de las estrategias pasivas basadas en índices de referencia y avanzan hacia enfoques más activos, donde la integración ESG sea demostrable, medible y exigible.
Para los gestores estadounidenses, el caso de PFZW expone una vulnerabilidad creciente: el difícil equilibrio entre apaciguar las presiones políticas internas y responder a las expectativas de clientes institucionales globales. Si más inversionistas europeos siguen el ejemplo de PFZW, las firmas estadounidenses podrían enfrentar una presión cada vez mayor para aclarar su postura sobre ESG, fortalecer sus prácticas de gobernanza y alinearse de forma más explícita con los marcos climáticos internacionales.
Al mismo tiempo, este movimiento subraya una tendencia más amplia: la reasignación de capital basada en la credibilidad en sostenibilidad. La salida de miles de millones de euros de los mayores gestores de activos del mundo demuestra que el ESG ya no es solo una cuestión reputacional; se está convirtiendo en un factor decisivo de competitividad y cuota de mercado.
En muchos sentidos, la decisión de PFZW es un aviso: los gestores globales que quieran competir en Europa deberán cumplir con las reglas europeas en materia de ESG. La capacidad de las firmas estadounidenses para conciliar la oposición política interna con las crecientes exigencias de sostenibilidad en el exterior definirá no solo su base de clientes, sino también la futura geografía de las finanzas sostenibles.
Estas decisiones en los mercados de capitales son también otro síntoma del aislamiento que está experimentando Estados Unidos en distintos frentes: en sus relaciones internacionales, en lo multilateral, en lo comercial e incluso en la fortaleza democrática de sus instituciones. Y todo ello empieza a tener un efecto visible en las transacciones bursátiles internacionales.
La pregunta que queda abierta es: si este es el ejemplo de un fondo europeo, ¿qué ocurrirá con el otro gran jugador mundial? ¿Seguirá China el camino marcado por los Países Bajos o, por el contrario, continuará con su estrategia de adquirir bonos de la Reserva Federal e invertir en Estados Unidos?
Como en el resto de la geopolítica internacional, conviene seguir de cerca este tipo de movimientos para identificar si estamos ante una tendencia general de los mercados —con un impacto potencialmente fuerte en la economía estadounidense y, por ende, en una de las banderas políticas de Donald Trump— o si se trata simplemente de una acción aislada por parte de un fondo neerlandés.
Juan Camilo Clavijo
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