Prentice Mulford fue un buscador de fortuna estadounidense que nació en el estado de Nueva York en 1834 y murió en el estado de California en 1891, una parte de su vida la dedicó a la minería en el estado de California y luego a escribir una monumental obra dedicada al poder del pensamiento y de la intención, lo que en tiempos recientes se ha denominado erróneamente y con algún éxito mediático: La ley de la atracción. Fue uno de los autores más leídos, en materia del poder del pensamiento y sobre como la intención es en gran medida importante en la consecución de los propósitos de vida, a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. Mulford encarnó con estupenda coherencia al hombre de pensamiento y de acción.
La obra de Mulford es profusa en extensión y entraña, tiene diversos títulos en varias ediciones y presentaciones. La totalidad de la obra mulfordiana gira en torno del concepto del Poder Superior y del poder del pensamiento. Cómo el pensamiento ejerce un poder magnético para crear lo que el individuo quiere para su vida. Vale la pena destacar la edición postmortem, en lengua castellana, de Nuestras fuerzas mentales, Editorial Kier, Buenos Aires, 1951; monumental obra de más de 500 páginas, todo un trazado de filosofía de vida sobre la importancia de pensar bien, de pensar bonito, de creer y crear con la mente para predicarlo con la palabra y luego accionar para materializar lo que se visualiza. En suma, sin visión no es posible llegar a un destino claro y concreto.
A expensas del primer mes del año regular, huelga la oportunidad, para escribir algunas líneas sobre la importancia del poder del pensamiento, particularmente de la fuerza de la mente. Es la mente la responsable de todo, no en vano, es el pensamiento el que modela las emociones y su vez, son éstas las que determinan la acción. Todo es mental como lo refería Buda. La mente crea el universo, y el creador del Universo, según la tradición judeocristomusulmana, hizo la Obra con el poder del verbo, y el verbo es precedido por el pensamiento. Con toda seguridad antes de la palabra hubo la idea. Claro es, no basta con el pensamiento, la acción es necesaria si se quieren cambios sustanciales y significativos. Pensar bien y bonito es el primer peldaño que probablemente, no llevará de inmediato a dónde se quiere ir, pero con toda seguridad sí sacará de dónde no se quiere estar. Mientras las acciones no cambien, difícilmente cambiarán las circunstancias. El hombre y la mujer son superiores a sus circunstancias.
Hay un supremo poder y una suprema sabiduría que gobiernan el Universo. Son una inteligencia infinita e inconmensurable que lo llena todo en la existencia. Ese supremo poder y suprema sabiduría es Dios, al cual se le debe conocer para poder aprovechar esa infinitud y completud, aprendiendo a confiar, a creer y a depender de Dios en su magnificencia, “Estemos llenos de fe en lo que hemos de pedir ahora y todos los días, para que esta fe nos haga comprender y nos haga creer que todo lo que existe son partes del Infinito espíritu de Dios, que todas la cosas son buenas porque Dios está en ellas, y finalmente que todo aquello que reconocemos como formando parte de Dios existe y obra necesariamente para nuestro bien” (Mulford, 1951).
Son tiempos de una nueva era y de un despertar de conciencia, pese a que el ateísmo y la negación de Dios parecieran ir a la cabeza como una expresión válida de una nueva forma de ver y afrontar el mundo desde el materialismo de la felicidad. ¿Acaso la felicidad no es primeramente un estado del espíritu que ha sabido reconciliar el alma para con Dios? Dios no es sólo pensamiento, pensar bien y bonito son los primeros pasos hacia una vida de abundancia. Que los pensamientos sean tan bellos para que el hogar sea un jardín resplandeciente de cientos de miles de colores y formas.
León Sandoval