¿Qué aporta un terrorista?, la opinión de Almudena González Barreda

Se ha presentado en el Festival de Cine de San Sebastián, el festival de cine español más internacional que tenemos, la entrevista que Jordi Évole (un periodista español de TV) le hizo a Josu Ternera, terrorista, llegó a ser número 1 de la banda ETA.

Nunca elegiría a un terrorista, a un asesino, a un pederasta no arrepentido para hacer una entrevista. Gracias a Dios ni soy juez, ni abogado, y aunque creo que todos tienen derecho a un juicio y una defensa justa, claramente no es mi vocación porque no podría ser imparcial. Tampoco lo soy, como periodista, en este tema. Considero que, sin pedir perdón ni arrepentimiento alguno, alguien que ha decidido acabar o truncar sobremanera la vida de otro no es merecedor de nada. Sin arrepentimiento, sin perdón, sin esa capacidad de ponerse en la piel del otro y reconocer el daño que se le ha causado, creo que nadie merece una entrevista. Sin arrepentimiento, nadie recupera la dignidad de ser persona. Nada podrá convencerme de que hay una razón; legal, legítima o de la categoría política que sea, para hacer del verdugo sujeto de la noticia. El foco no está en el que mata, el foco está en quien hay que proteger. Y creo que está bien recordarlo.

No seré yo la que censure a un periodista, ni a nadie. Pero asumo que si existe la libertad de información y la libertad de expresión y también existe la libertad de elección y elijo no ver, consciente de que no puedo decir nada bueno y nada malo de la entrevista al terrorista Josu Ternera.

El comando Madrid y otros

En los años en los que la banda terrorista ETA mataba, ponía bombas, hacía ejecuciones y tenía a la sociedad española amedrentada, con comandos en muchas de las ciudades más importantes de España y por supuesto, en Madrid, yo era una niña de las cientos que esperaban en uniforme a que pasara el autobús del colegio. Mi parada, la de la ruta 8, era en la esquina de un Wendy’s, que hoy ya no está.

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En Madrid el tráfico siempre ha sido un problema, padece tráfico denso por las mañanas y en aquella época no era para menos. Cerca de casa, por donde pasaba también la ruta 6, la de mi amiga, había y hay y un sistema de puentes que une arterias principales de la capital y una mañana de esas en las que toca esperar el autobús, los amigos de Josu Ternera lo hicieron saltar por lo aires, el cruce. La encargada de mi ruta vino en un taxi a avisarnos. El autobús no vendría. Creo que esa fue la primera vez, al menos la primera que yo recuerdo que fui al colegio en taxi. A mi amiga no le pasó nada, pero la ansiedad de la espera, esa que produce no saber si alguien vendrá o no, se quedó instalada en ese rincón de mi infancia.

En otra ocasión, lo que saltó por los aires fue un furgón con 12 guardias civiles que pasaban por la rotonda de detrás de mi casa. En otra, un coche con una niña de mi edad y su madre; en otra, un chico le dio una patada a una mochila que vio tirada en la calle y tras la patada salió por los aires y mucho de lo que había alrededor…  Un total de 3.500 atentados en toda España. Más de 800 muertos. Y aún no han pedido perdón, ni lo van a pedir.

Asesino sin eufemismos

Dijeron que dejarían las armas. Lo hicieron en 2011. Andan metidos en las instituciones. Hablan de democracia, como si supieran lo que es. Exigen cada vez más al gobierno de turno y sus amigos, los que siguen presos, están cada vez están más cerca de sus familias. Mientras, las víctimas, las verdaderas víctimas, cada vez más silenciadas.

Parece que a este gobierno multi-politico, inclusivo y feminista, le sentara mal que las victimas alzaran su voz y ahora equiparan el dolor y la lucha de unos terroristas con el dolor de la ausencia de muchos.

Una idea, ideal, ideología o política nunca tendrá el mismo valor que la vida humana, aunque nos hagan creer y nos repitan 1.000 veces que no son terroristas, que son hombres de ley, fervorosos combatientes, militantes exaltados de una causa democrática. Todo es mentira, son asesinos. Pero hay que ser valiente para decirlo alto y ponerles un espejo de frente y que se reconozcan como lo que son. Y sigue habiendo miedo, porque si bien han dejado de matar, ahora ya no se esconden y hay que usar el eufemismo, para apaciguarles y que no se reúnan de nuevo, en otros comandos.

Manos blancas, ¡basta ya!

Crecí con ese miedo que tienen los que han vivido en una cierta inseguridad social. Ese miedo al que te acostumbras y con el tiempo llegas a superar porque aprendes a moverte lejos de un posible escenario, aunque latente en uno quedara ese y si… lleno deincertidumbre: ni centros comerciales, ni grandes aglomeraciones, ni eventos políticos… Un día esos terroristas llegaron a la Universidad y en su despacho, mataron al profesor Francisco Tomás y Valiente. Y todas las Universidades y universitarios de entonces nos vestimos de un luto blanco y nos pintamos las manos por el profesor de derecho, en contraposición a los que las tenían rojas, manchadas de sangre. Y ese día me prometí no dar voz a los que matan, ni a los que niegan la libertad a los suyos. Y prometí como periodista no ser imparcial en esto, porque antes que profesional soy persona y tengo unos valores y en ellos no entran ni el terror. Ni darle voz al que siembra muerte y le quita la vida a otro. Tal vez nunca llegue a ser una gran periodista, pero sé que la verdad no está del lado del que esparce terror con ejecuciones, bombas o tiroteos en un semáforo. 

Prefiero leer Patria (Editorial Tusquets), de Fernando Aramburu, y poder comprender el dolor de una madre con un hijo terrorista, prefiero saber qué se siente en un pueblo al instalarse el miedo y perder las amistades, y cómo el perdón sana a víctimas, pero sobre todo a verdugos.

Les recomiendo que si quieren ver algo de historia de ETA, algo real y bien narrado, vean el cortometraje 27 minutos, homenaje a todas las víctimas de ETA.  Define muy bien el ambiente que se vivía entonces en el País Vasco, cuando reinaba el miedo y la desconfianza en el otro.

Cuando el documental / entrevista llegue a alguna plataforma recuerden que ante todo libertad, de elección. Faltaría más.