Atroz crimen
El asesinato del profesor de historia de la Universidad Nacional de Medellín me ha conmovido por la manera tan salvaje como lo asesinaron días después de haber publicado una durísima critica al Grupo Empresarial Antioqueño GEA a partir del escándalo con EPM por Hidroituango.
No puedo inferir una relación en los dos eventos – porque me cuesta trabajo pensar que alguien de ese conglomerado empresarial, a pesar de que atraviesa por una crisis de transparencia y eficiencia de su modelo de gobierno corporativo en EPM, sea capaz de ordenar tal atrocidad -, por eso aludo a una infeliz coincidencia.
Sin embargo, en Colombia este tipo de coincidencias muchas veces no son fortuitas, han sido deliberadas. Nuestra historia de los últimos setenta años tiene numerosos episodios de esas características, porque la protesta individual, colectiva, la crítica y la oposición política e intelectual, han sido reprimidas con violencia extrema.
Paz sin Nobel
Apoyé y voté por el SI a la paz, por convicción de social demócrata nacido en las ideas liberales, por lo tanto, no soy fascista, conservador o comunista, es decir, ni uribista ni castrochavista. Apoyé al SÍ porque nací en la primera violencia y viví la segunda, entonces, quería en estos últimos años abrazar la paz. Santos fue grande en negociar el acuerdo y pequeño con el plebiscito por eso en parte es culpable de que el proceso corra peligro en manos de Duque.
Santos juega ahora con sus nietos, comparte con su familia, pero no se le ve asumir mayor papel como Nobel para salvar el proceso. Da entrevistas, declaraciones, va a foros, escribe libros, y uno que otro Twitter en defensa del proceso. En todo caso hay que decirle gracias y que ejerza más como premio Nobel.
Sin embargo, la violencia se volvió cotidiana en Colombia, tiene raíces profundas, cuenta con enormes partidas en las finanzas del estado, en los presupuestos de algunos empresarios, en la cadena del narcotráfico y en otros negocios ilegales. Una especie de psicopatía que se transmite de generación en generación.
La ultraderecha de Colombia es violenta a más no poder, el liberalismo también, pero menos brutal por eso al final siempre busca la paz. Mientras tanto el nuevo centro y la izquierda no le encuentran el pulso a la nación. El ejercicio político de Colombia se antoja retardatario, sin visión y sin compromiso con objetivos superiores de largo alcance.
El rebrote
La violencia en este gobierno es aún peor que la violencia de los años 1980 al 2010, donde sucedieron los ataques del narcotráfico, luego de la guerrilla, y por último del paramilitarismo. Si bien las expresiones de maldad eran mayores a las que estamos viviendo en estos días, eran parte de un conflicto, de fracturas en la sociedad y en el Estado, y de una confrontación contra el establecimiento, por eso cuando se firmó el acuerdo con las FARC se generó un viento de esperanza, razón por la cual está nueva violencia es imposible de entender y de aceptar porque es devolverse cuarenta años. El rebrote de la barbarie está acompañado de una descarada forma de violencia de las fuerzas del estado. El rechazo a la policía por su accionar desmedido, un ejército que poco defiende la democracia y los territorios ante la acción despiadada de los grupos armados, la impunidad en la justicia con el crimen ordinario, con los de lesa humanidad y con la corrupción, genera desconfianza, desesperanza, y sálvese quien pueda y como pueda.
Al final la dirigencia quiere un país superficialmente mejor pero no una nación estructuralmente superior. Ahí está el problema de fondo porque en medio de una espiral de violencia no puede haber una secuencia de desarrollo.
Concertación por Colombia
Se requiere un acuerdo de largo plazo que aísle al uribismo, es la vacuna por la vida, la paz y el desarrollo sostenible con equidad. Con ÉL uribismo no puede haber diálogo, hay que derrotarlo políticamente y quebrar pacíficamente con inteligencia y estrategia su alucinante dogmatismo.
El centro y la izquierda tienen problemas: divisiones, debilidades programáticas e ideológicas, falta estructura y sobran individualismos, por eso también tienen su parte en el rebrote de la maldad porque no ha logrado crear un potente proyecto político de nación que de paso los hubiera amparado de la violencia que han sufrido.
Divididos siempre serán superados, pero unidos no, porque habrán logrado los espacios que ahora tienen cerrados para gobernar. Colombia no puede condenarse a ser siempre de derecha, que la gobierne la derecha, y que sea un estado de derecha que no camina derecho.
De igual manera desde el conocimiento aún no se ha llegado a entender suficientemente para trascender esta dislocada manera de pensar y de entender la vida que impide imaginar y crear una sociedad laica, pacífica y avanzada. Las verdades que está empezando a decir la FARC es la verdad que esperan los colombianos de todos los actores de la guerra. Es la única manera de sanar heridas, de parar tanta furia demencial y alcanzar la paz.
Colombia no se autodetermina
Estuvo Pompeo visitando al presidente Duque y nos hicieron creer que era para ultimar la estrategia de una nueva ofensiva contra Maduro. Mentiras, a los pocos días nos dimos cuenta que vino a perfeccionar el apoyo a Trump de los colombianos en la Florida, pues creen que las elecciones se definirán en ese Estado. ¿Qué negoció Duque a cambio? ¿Qué le ofreció Pompeo?
Ganará Biden y le hará saber a Duque su falta de compromiso con los acuerdos de paz, de sus malos resultados en la lucha contra el narcotráfico luego de dos años y medio de gobierno, de sus fracasos en las estrategias contra Maduro, de la displicencia para tramitar la extradición de Mancuso, y mandará a decir que quiere de él y Duque responderá que sí.
No obstante, Estados Unidos también debe cambiar su mirada hacia América Latina, ésta no puede ser el eterno patio trasero ahora que los espacios se le reducen en otros lugares del planeta y cuando el calentamiento global está en el frente de la agenda mundial. Entonces el piromano de Brasil ni los narco paramilitares de Colombia puede ser sus aliados, porque además el riesgo para la humanidad está en el calentamiento global y no en el covid 19 que en un año largo nos dejará secuelas peores que su verdadera letalidad, y el mundo preguntándose que fue realmente lo que sucedió.