Se acerca la época decembrina y el espíritu colectivo se pone animoso, huele a Navidad y a Año nuevo, temporada de reencuentros y añoranza de recuerdos idos. Bien vale la pena estar feliz, por lo menos, para gran parte del hemisferio occidental. Sea la oportunidad para trazar algunas reflexiones relacionadas con el sentido de la vida y la Navidad ¿Realmente el sentido de la Navidad está en la generosidad al compartir alimentos y obsequios? ¿Tendrá que ver con el Ser individual y su incidencia sobre la colectividad? ¿Soy necesario e indispensable para el Universo? ¿Soy una simple ficha de cambio que está disponible al vaivén de las circunstancias?
El paso de los años permite acercarse a posibles respuestas. La necesidad e indispensabilidad depende del nivel de importancia que cada individuo tiene, validado por el evento en particular. En las empresas hay personas que son necesarias e indispensables dada su destreza y habilidad laboral y terminan por ser parte de los procesos en la organización, al fin y al cabo, se irán, ya porque se jubilan o bien porque son despedidas y, la organización debe de continuar la marcha.
En materia deportiva, se han retirado los deportistas más grandiosos en sus épocas y las instituciones continuaron. Hubo fútbol antes de Maradona, partió Maradona, y el fútbol siguió. Las Familias pierden al padre o a la madre, la vida de los hijos debe seguir.
El Universo le da al individuo su valor, para un bebé su madre es y será su universo hasta que logre cierta independencia y desarrollo neuromotriz. El mundo es y seguirá siendo desde siempre y hasta siempre. Ningún humano es necesario e indispensable para el universo. Si por universo se tiene el núcleo de personas del cual se forma parte o se tiene pertenencia, verbo y gracia, la Familia, tampoco se será indispensable para nadie y para ninguno.
Con el paso de los años se descubrirá que el único universo para el cual se es indispensable y necesario es para el universo propio, es decir, para cada quien. Sólo para uno mismo se es indispensable y necesario; lo demás es llana retórica, para nadie se es por tal categoría. La vida sigue para quien continúan vivos, y quienes alguna vez manifestaron estar siempre, algún día no estarán.
Uno sólo se tiene a sí mismo y pare de contar. Uno mismo es la mejor y más confiable compañía. Es parte del ejercer el ciclo vital, el adulado y el adulador terminarán al paso del tiempo en soledad. La mejor compañía, la más sincera, leal y honesta es la propia compañía. Lo demás es oropel y vana gloria. Desde épocas pretéritas, el valor de las personas se ha determinado por su aporte manifiesto en utilidad. Según el grado de utilidad se es bienvenido y aceptado. El día que la utilidad se torne en inutilidad, no importará el pasado, ni qué haya hecho o quién haya sido, se terminará en el traste de los olvidos. El olvido que seremos borgiano.
En suma, lo más valioso e importante, es el sí mismo: El amor propio y la autoestima, lo demás no importa, ni aduladores, ni adulados, ni amores u odios, al final, siempre al final, se acabará solo. Nacer y morir son procesos individuales. Hoy se es amado, mañana seguramente odiado, y viceversa. Cuando los vientos cambien, cambiarán las rutas, menos el individuo, que seguirá siendo el mismo. Tantos grandes hombres amados e idolatrados que terminaron siendo odiados porque perdieron su valor. No depender para no sufrir, no esperar nada para no tener frustración. Ser generoso y honesto consigo mismo es más importante qué cientos de afectos efímeros sin raíces. La Navidad no son los regalos. Que vivan el individuo y su individualidad, el aquí y el ahora por siempre.