Por más que le doy vueltas, no encuentro explicación racional a que dos jóvenes vayan a un museo a dañar obras de arte por el simple hecho de llamar la atención por el cambio climático. Si eres tan valiente y consecuente con tu causa verde, harás más si te vas a la sede del Partido Comunista Chino en Pekín y protestas en contra de su política energética, causante del mayor deterioro del Medioambiente en el mundo. Digo yo que Xi Jinping es más responsable del aire que respiran estos idiotas posmodernos que Van Gogh o Monet. Casi la tercera parte de las emisiones mundiales de CO2 vienen de China. Van Gogh contamina cero, lo mismo que Monet, aunque estos jóvenes no se lo crean.
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Por más que le doy vueltas, no encuentro explicación lógica a por qué el feminismo caviar (de altas esferas y moqueta), brama coléricamente cuando una mujer futbolista gana menos que un hombre futbolista, o cuando los semáforos de su ciudad usan muñecos con pantalones en lugar de falda; o simplemente criminalizan a la Iglesia Católica por existir; mientras callan vergonzosamente ante asesinatos de Estado contra la mujer en Irán por leyes islámicas que sí aceptan; o en crímenes como el de la niña Lola en París, a manos de otra mujer perturbada. Si tanto les preocupa la mujer y quieren cambiar las cosas, que protesten ante la sede de Naciones Unidas, en los parlamentos de sus países. O si fueran un poquito más valientes incluso, protestarían en Irán o Arabia Saudí. Pero no. Es más ‘cool’ cortarse un mechón de pelo, hacerlo viral, para autoconvencerse que están haciendo… para no cambiar nada. Los challenger de TikTok o Instagram ‘de palo’. Si la asesina de Lola hubiera sido un asesino francés de raza blanca, la película que viviríamos sería bien distinta. Es inmoral.
Por más que le sigo dando vueltas, me sorprende aún más que estos mismos jóvenes activistas ‘de palo’ pongan todo su empeño en ‘cancelar’ toda expresión cultural del pasado que no les encaja con su ideología. No entienden la perspectiva histórica, porque además la historia no les interesa, ni sus causas ni sus consecuencias. Viven única y exclusivamente el presente más inmediato y de lo que les cuentan. El ayer ya es pasado y el pasado no vale. Esa, en mi opinión, es una de las causas y el motivo de la consecuente crisis creativa actual en campos como la música, el cine, la literatura o la pintura. El artista deja de ser transgresor, de arriesgar, de ir a contracorriente en el proceso creativo para evitar caer bajo el dedo acusador de la nueva moralina. El terror a la cultura de la cancelación y el matoneo en redes sociales.
Polémica con Hombres G
Respecto a esto último, por más que le doy vueltas, me resulta inexplicable que a alguien le pueda ofender una canción de Hombres G. Sea escrita en los años 80’s o en 2022. Si hay una banda que lleva más de 4 décadas sin escándalos, que incluso pasaba por ser ‘light’, poco comprometidos… eran ellos. Pues nada, también ofenden a los ‘duros activistas’ por decir “sufre mamón, devuélveme a mi chica”. Tengo la certeza de que somos la inmensa mayoría de personas las que tenemos las dosis adecuadas de sentido común para poner las cosas en su sitio y manejar nuestras ofensas sin caer en la caricatura intelectual. Pero ellos hacen ruido y nosotros nos callamos. Y llegó el punto en el que hay que dar un paso al frente, y señalarles, y retratarles en su estupidez. Realmente llegó el momento en que, o acabamos con estos idiotas y esta idiotez (lenguaje inclusivo incluido), o ellos acabarán con nosotros.
Debe resultar agotador luchar por causas que ya están legisladas, solucionar problemas que no existen, y avanzar en derechos que ya están plenamente consolidados por las leyes en las democracias occidentales modernas. Está pasando y es un poco patético, la verdad.
En el fondo, esta gente me da bastante pena. Pena porque son unos títeres del poder. Los poderosos que les imponen estas tendencias sin que ellos mismos se cuestionen el por qué. Poderosos: los que realmente mandan, que están en Nueva York, Bruselas, Pekín o Londres… que apenas sabemos quiénes son y que nos manejan como borregos sociales, a nosotros, pero también a nuestros dirigentes políticos, que siguen al dictado fiel, políticas milimétricas en medio mundo y que no miran por el progreso de las personas.
Causas robadas
Mientras, estos chicos, chicas o ‘chiques’ se sienten los más revolucionarios de su clase. Salen a vandalizar ciudades y museos, se pintan el pelo de verde, sin darse cuenta que sus causas no son realmente suyas, son las que les han impuesto. Vacías e inútiles. Estos revolucionarios ‘de palo’ logran sus cinco minutos de gloria en redes sociales, pero nada cambian. Y mientras, esos poderosos en la sombra se siguen haciendo multimillonarios con tecnologías que manejan mediante contratos y leyes compradas; leyes manipuladas a costa de engañar a la ciudadanía a través de los peleles de gobernantes que pusieron.
Creo que a los jóvenes del nuevo milenio les han robado, les han estafado y no paran estafarles. Con causas ajenas, manipulaciones masivas. Niegan las biología o incluso las matemáticas porque quieren que todo sea subjetivo, las cosas ya no son como son, sólo como lo siente cada uno. Pagan felices por usar una bolsa de plástico, usan una pajita o pitillo de cartón para beber una bebida preferiblemente no gaseosa porque les hace daño, o eso les han dicho. Y les hacen creer que son mejores seres humanos por usar el pitillo de papel a pesar de que no visitan a su abuela hace seis meses… pero eso sí, se sienten los salvadores del planeta, los ‘héroes del pitillo’.
Cuando en unos años estos jóvenes maduren un poco (los que se rebelen y lo hagan) se darán cuenta que nunca fueron activistas de nada, fueron el brazo ejecutor de quienes los usaron como mercancía barata, que se rieron de ellos, los utilizaron y los tiraron a la basura cuando les convino cambiando las causas como el que cambia de camisa. Mientras unos se hacen cada día más poderosos y más millonarios, los otros cada vez se vuelven más los tontos útiles de los primeros, y van al museo a acordarse de la obra y de la madre de Van Gogh, para nada, para hacer el ridículo.