Foto: Publimetro/Cortesía
El incentivo que ha determinado el destino político del país, especialmente materializado desde el fatuo gobierno de Andrés Pastrana, ha sido el miedo. El uribismo ha utilizado por más de 2 décadas frases efectistas, mentiras simplificadas y repetidas para construir imaginarios según los cuales continuar bajo la égida de un único sector político dominante y repleto de privilegios es seguro y tranquilo para todos, y, en cambio, pensar en las reformas de justicia social y de política pública es una locura colectiva producto de un espíritu resentido y de “vago levantado” – como si las oportunidades en verdad fueran iguales para todos -, que arriesgan la institucionalidad del país.
Pues bien, tanto fue el cántaro al agua que al fin la ciudadanía le ha dado un portazo a esa continuidad escogiendo para la segunda vuelta las opciones que ya no atemorizan a la ciudadanía sino al uribismo propio, Petro por ser su némesis encarnada y Rodolfo por hacer un ataque constante contra la corrupción que ha sido tradicionalmente sobrerrepresentada en los gabinetes de Álvaro Uribe y especialmente descarada en el gobierno que esta por concluir.
¿Cómo es posible no identificarse con el discurso que busca insuflar miedo en los corruptos? Casi que daba un fresquito ver como pajareaban en los debates los miembros del Equipo por Colombia tratando de desprenderse de las acciones promovidas por ellos en el pasado, aún recuerdo con sorna cuando les decía “angelitos” señalándolos con su dedo inquisidor, mientras Barguil, Fico y Peñalosa se acomodaban nerviosos sus corbatas elegantes,
El domingo pasado Rodolfo logró ocultar dos circunstancias bastante relevantes para cualquier análisis, la primera, Gustavo Petro y Francia Márquez tienen un piso inédito en los sectores progresistas de Colombia, 8.5 millones de votos es el mejor arranque de todas las votaciones para segunda vuelta en toda la historia post Constitución del 91 y, por otra parte, la debacle uribista es incontestable, al punto que el “furibismo” se ha autofustigado con el ostracismo más denigrante que puede recibir una agrupación política que representaba, hasta hace poco, la mayoría ideológica del país.
Pero lo mejor estaba por venir, a unas pocas horas de ese castigo electoral, el propio candidato de Uribe-duque, el gobiernismo (dicen que hasta el propio ministro del interior) y la cúpula del Centro Democrático en pleno estaban desempolvando las rodilleras que otrora se reservaban para el ubérrimo y las lucían orgullosos enfilándose hacia un Hernández en pantaloneta, chanclas y bronceador.
¿Qué paso en esas pocas horas? ¿Cómo es que ese discurso que los atemorizaba paso a hacerles sentir confianza? ¿Será que ya sus pecados fueron expiados? Lo cierto es que Rodolfo ya no les da miedo, sienten, por el contrario, que es Gustavo Petro quien amenaza su régimen de privilegios y de impunidad perenne, mientras que el ingeniero es ahora su compañero de parrandas, que, aunque los trate como unos “hps” no es su enemigo, sino su candidato.
A los corruptos Rodolfo no les da miedo.