Bucaramanga fundada como Parroquia el 22 de diciembre de 1622 por Andrés Páez de Sotomayor y el sacerdote Miguel de Trujillo, era un asentamiento indígena adyacente a la veta Real de Minas en una meseta jurisdiccionada a la Provincia de Pamplona. Se estima que para 1799 Bucaramanga contaba con 2.178 habitantes, los indígenas se habían extinto, su población era mestiza. El 30 de junio de 1821 el Congreso Constituyente de Villa del Rosario le confirió la calidad de Villa, calidad que perdería gracias a la presión de su vecina Piedecuesta, desde siempre, Girón y Piedecuesta pretendieron hacerse de la pamplonesa Bucaramanga. Finalmente, con la expedición de la primera ley de ordenamiento territorial del 25 de junio de 1824, Bucaramanga retoma la condición de Villa bajo con el nombre de San Laureano de Bucaramanga, aún adscrita a la Provincia de Pamplona.
Gracias a la mediática estancia de Simón Bolívar (1783-1830) durante la Convención de Ocaña de 1828, Bucaramanga tomó relieve. La creación del Estado soberano de Santander en 1853. El comerció que marcó la inmigración de alemanes, italianos, daneses y libaneses en el Siglo XIX, junto a las refriegas políticas y, la posterior creación a comienzos del Siglo XX de los dos Santanderes, hacen que la villa se expandiese y tomase pujante vuelo que la llevaría a ser conocida como Señora Bucaramanga, La Ciudad de la Cigarra, La Ciudad de los Parques, La Ciudad más Cordial de Colombia, La Ciudad más Limpia, La Ciudad Bonita y La Ciudad Universitaria; campañas publicitarias promovidas por las administraciones municipales de antaño con el propósito de posicionarla como centro económico llegando a ser la quinta ciudad colombiana en importancia, proyectándola a la escena internacional.
A punto de terminar la cuarta parte del Siglo XXI, de la Bucaramanga de antaño poco queda. La Señora Bucaramanga se marchitó. Las cigarras rara vez chirrean, en ciertas épocas del año, en alguno de los muchos parques abandonados se escuchan algunos chirridos. La cordialidad de la gente se transformó en agresividad, prima la ley del más fuerte, del más avivato, el más pingo y el más alzado. La bella Bucaramanga que hermoseaba por su limpieza hoy afea. Las calles y esquinas de la ciudad se convirtieron en muladares, donde los indigentes hacen también de las suyas. La Ciudad dejó de ser universitaria, pese a la creación de centros educativos, otras ciudades supieron capitalizar dicho nicho. Bucaramanga creció como urbe inhóspita entre caos, desorden, suciedad, inseguridad, comercio informal, invasión del espacio público y por supuesto, delincuencia generalizada. Así como atracan y asesinan a una colegiala en el deprimido del Mesón de los Búcaros también pueden organizarse en gavilla para atracar una joyería en un centro comercial y asesinarse entre miembros de la policía.
Los grandes líderes bumangueses de antaño desaparecieron. Los que enarbolaron en su momento las banderas de los otrora Partidos Conservador y Liberal son memoria que se diluye entre generaciones. Los ArmandosPuyanas, RafaelesArdilas y RodolfosGonzález que dieron lustre a la ciudad desaparecieron. Los AlfonsosGuerreros que con su Rondalla Bumanguesa alegraban los medios días se apagaron y los LadislaosGutiérrez que escribían “lea” en cuanto espacio público hubo, cedieron para ante los horrorosos grafitis que esparcen odio en la ciudad universitaria de la calle novena y las tapias de la Ciudad.
Bucaramanga tiene que ser Bonita, con todo lo que entraña la belleza: Estética, orden, civismo, limpieza, armonía, urbanismo y seguridad. Los JoséLuises Mendozas, Jorges Reyes, Alfonsos GómezGómez, Alejandros Galvis y Albertos Montoyas no están, el señorío se perdió. El próximo domingo habrá unas elecciones atípicas para elegir un alcalde por dos años, en los que poco se mejorará ¡Que despierten a los bumangueses! Que regrese la Señora Bucaramanga, solar nativo de Aurelio Martínez Mutis, Gabriel Turbay Abunader y Carlos Ardila Lulle.
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