Lágrimas, rencores, expectativa, perdones, intenciones y recriminaciones, así se sentía el ambiente al encontrarse victimarios y víctimas, excombatientes de las FARC y personas que una vez fueron sus secuestrados.

En La Comisión De La Verdad hubo un doloroso pero necesario cara a cara, víctimas del secuestro hablaron de lo desgarrador y deshumanizante del secuestro, de cómo ese dolor sigue acompañándolos día a día, una experiencia que marca y cambia y genera un dolor profundo y absorbente.

El espacio buscaba desde una visión humana, lejos de la política y sus complejidades, dar respuestas del por qué se realizaron esas prácticas y se hacían de una forma tan cruel. Se robaron días, se robaron vidas, se robaron la oportunidad de tener bellos recuerdos, de no despedirse de seres amados y se desaparecieron personas.

El escuchar testimonios como el de la excandidata presidencial, Íngrid Betancourt, deja mucho que pensar, hace recordar y reflexionar en la dura y triste historia de conflicto.

Por su parte, las extintas FARC siguen lentamente, más lento de lo que se esperaba, reconociendo sus crímenes, intentando reparar y ayudar a la reconstrucción del tejido social. Años atrás un espacio como este era impensable, pero se dio.

Todos quieren la paz, eso se podría decir que es una verdad casi universal, pero la versión de la misma varia dependiendo las experiencias, el proceso y la ideología, eso hace que el proceso para unos sea uno bien intencionado, pero con falencias a una completa abominación.

Durante décadas hemos vivido en un frenesí de violencia, desapariciones, atentados, crímenes de todos los bandos del conflicto y un sin número de muertes que nos han hecho profundamente insensibles, la violencia ha marcado y moldeado de alguna forma nuestro estilo de vida y pensamiento. Quitarnos toda esa carga e ideología es una tarea que nos corresponde a todos, no olvidar cómo inicio todo, pero con la mirada -si se puede- a un mejor futuro, o a uno menos trágico y gris.

Es un reto debido a que nos acostumbramos a vivir en el día a día y nos acostumbramos a la sangre, el miedo y la indiferencia.

Una de las cosas más difíciles para cualquier sociedad, especialmente la colombiana, es aprender, entender, perdonar, reparar y no olvidar, es una hoja de ruta sumamente dolorosa pero fundamental para tratar de formar mejores días y alejar a este conflicto maldito de nuestras vidas.

El futuro político de las FARC no es muy prometedor, aunque están dando aportes y su versión de los hechos de guerra, no han podido capitalizar algo de fuerza política, debido a esa misma falta de verdad o demorada colaboración.

Espero que en algún momento de la historia colombiana venidera las víctimas tengan las respuestas que necesitan y a su vez dejen de darse tantos tristes eventos.