Todos duermen. El sol aparece cálido y sin miedo, de frente. Los pájaros hablan entre ellos y a mí me despiertan. Las mañanas son calmadas y bajo mis pies siempre hay granitos de arena. De esa arena fina que se ha dejado acariciar tanto tiempo que se hace mimosa y se queda pegada a todo el que la visita, como ese perro cariñoso que ya no guarda la casa o ese bebé hermoso que se va feliz con los desconocidos.
Los días pasan casi iguales, metidos en una rutina de nada y todo en la que descansar y estar es lo importante. A penas hay conexión a internet, el ruido del mar impide concentrarse en los problemas y la lectura, esa montaña de libros para zambullirse en ellos se está quedando bajo la toalla de playa.
La juventud duerme. Ellos amanecen cuando el sol pica. Nos vemos tarde, para comer algo rápido antes de la siesta, ese descanso en el que el atardecer se prepara. Esta semana baja la marea y la playa se ensancha. ¡Qué maravilla es sentarse en esta orilla vespertina! La brisa es ligera y a ratos fresca, tanto que toca ponerse una chaqueta, nadie piensa en ella y acabamos todos con las toallas secas a modo de ponchos o chales de abuela.
Este año tenemos un contencioso familiar; “parece que hay menos gente este julio o que otros años”, unos dicen que no, que hay más, que la playa está llena. Otros que sí, que hay más casas cerradas, más plazas libres en las calles y las terrazas de medio día, esas que dan comidas por turnos y tienen camareros experimentados que llevan de memoria y en un solo brazo las comandas, no llenan turnos y te atienden en calma.
Tal vez se hayan ido a otros lugares de veraneo, apunta un camarero. Yo opino que, aunque las cifras del gobierno sean favorables a ellos, los bolsillos de los trabajadores están más tiesos.
A mi no me importa donde está la gente, me encanta que haya poca porque siento que así el mar me pertenece.
Julio se desvanece al ritmo de los que disfrutan y saborean cada minuto de descanso y yo habré saboreado sus días largos, sus puestas de sol tardías y sus playas semi desiertas de baja mar infinita.
Y les espero en la semana que viene ya a las puertas de agosto, ya metida en faena, dispuesta a contarles lo que de maravilla guarda el mes más esperado del año.
Almudena González Barreda
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