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El descubrimiento de casi 1.000 restos niños enterrados cerca de un internado en Canadá que era administrado por la iglesia católica desató una ola de indignación, quema de iglesias y demás símbolos del gobierno británico.

En Colombia se conocieron denuncias por presunto abuso sexual a 15 niños en un jardín adscrito al ICBF.

Jóvenes desaparecidos son hallados muertos junto a vías o lugares públicos, incluso se ha conocido un caso de decapitación, atentados a líderes sociales, fuerzas públicas y artistas.

Remilda Benítez Domicó era guarda indígena y fue víctima de una mina antipersonal plantada por grupos armados que se disputan las inmediaciones del resguardo Río Murindó. Ella iba con sus 5 hijos, uno de ellos los llevaba en sus hombros cuando Remilda piso la trampa mortal, sus hijos sobrevivieron, pero quedarán con el doloroso recuerdo, su madre tuvo que ser enterrada en el mismo lugar de su muerte debido a que la zona esta minada.

Ese es un resumen de las noticias con las que se despide el mes de junio.

A pesar de la preocupante crisis sanitaria y económica a la que todavía se enfrenta el mundo por la pandemia, estas tristes noticias han captado la atención -así sea momentáneamente- del mundo.

Eso me hace preguntar qué está pasando en el mundo, o mejor dicho, con nosotros.

Sin importar los tiempos o lugares vemos el poder destructivo y amenazante de los seres humanos, ya sea contra otras especies, su entorno o a sus congéneres.

Una retorcida creatividad, insensibilidad e indiferencia parecen ser “virtudes” que se apoderar de nosotros e infectan todo lo que construimos o hacemos, en verdad pienso que somos mejores que eso, pero al ver los hechos anteriormente descritos es fácil perder la fe momentáneamente.

Para combatir esta sensación lo único que se me ocurre -por ahora- es desconectarnos un poco, huir del caos que se da en el mundo, o mejor, el que nosotros creamos. Escuchar música, ver una película, engancharnos con series, reunirnos con amigos o tener una llamada con ellos es una buena fórmula para recargar la energía que a veces la sociedad nos arrebata.

No es que vayamos a perdernos del mundo, no por siempre, solo nos tomaremos un aire haciendo aquello que nos gusta o nos distrae.

Este tratamiento deberá ser tan intensivo como se necesite, puede tomar un par de horas, un fin de semana o parte del mes, lo importantes es siempre volver con más energía y con la intención de mejorar nuestra vida, realidad o entorno por medio de nuestro trabajo o iniciativas.

No es fácil siempre estar con buena energía o disposición, tomarse un tiempo para desconectarse es sano, no lo es permanecer desconectado de lo que nos motiva o mueve.

Daniel Espitia | Opinión

daniel.espitia.gf@gmail.com

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