WASHINGTON (AP) — Marc Rosenberg, fundador y director general de The Edge Desk en Deerfield, Illinois, se prepara para presentar una elegante silla ergonómica diseñada para reducir el dolor de espalda de los clientes y aumentar su productividad. Calcula que la más cara se venderá por más de 1.000 dólares. Sin embargo, no ha logrado fijar un precio y está reduciendo a regañadientes el envío que trae a Estados Unidos desde China.
Hay una razón para su cautela: la guerra arancelaria del presidente Donald Trump, siempre cambiante, con idas y venidas, que afecta a los tres mayores socios comerciales de Estados Unidos: México, Canadá y China. (AP, marzo 6, 2025).
La confusa guerra comercial de Donald Trump está afectando el normal desarrollo de los negocios. No solo con Canadá y México, sino también con China. A pesar de la constante confrontación, este país es clave para los empresarios de Estados Unidos. Las empresas, sean grandes o pequeñas, no pueden planear o tener horizontes de compras, inversiones o expansiones con un panorama tan confuso e incierto como el que lidera el actual presidente de Estados Unidos.
Según The Hill, una revista política de Estados Unidos:
«La caída de los mercados tras los nuevos aranceles de Trump, los despidos masivos de trabajadores federales, el estancamiento de la inflación y la ralentización del crecimiento económico aumentan la incertidumbre y el interés antes de la publicación del informe por parte del Departamento de Trabajo.
El Promedio Industrial Dow Jones cerró el jueves con una pérdida de 400 puntos, cayendo un 1 por ciento en el día. El índice compuesto Nasdaq cayó un 2,6% en la jornada, hundiéndose un 10% desde su máximo más reciente y entrando en territorio de corrección. El índice S&P 500 bajó un 1,8%.
«Hoy ha sido el día en que el miedo al crecimiento se ha hecho realidad», dijo Callie Cox, estratega jefe de mercado de Ritholtz Wealth Management, en una entrevista el jueves.
Cox explicó que las ventas del jueves se debieron en gran medida a un desalentador repunte de los despidos corporativos, según informó la empresa de empleo Challenger, Gray and Christmas.”
Este estilo de negociar podría entenderse como una puesta en práctica de las lecciones del libro The Art of the Deal, escrito por el propio presidente de Estados Unidos. Para algunos, podría ser un acierto y casi una necesidad para un sistema político que requiere tantas reformas.
Sin embargo, la incertidumbre causada por su estilo de negociar, que afecta la estabilidad para hacer negocios (lo cual él defiende con fuerza), demuestra que este enfoque de «negociar con fuerza» o «responder más fuerte» no funciona en el entorno público. Esto se debe a que existen muchas variables a considerar, numerosos grupos de interés con los cuales negociar, y muchas más personas a las que se afecta con las decisiones.
En su libro, Trump también afirma que se debe «conocer el mercado» en el que un negocio está incursionando. Si esto es cierto, entonces muestra una clara falta de comprensión sobre cómo funciona la economía en el contexto de una guerra comercial. Más aún, revela un desconocimiento total de la historia y las consecuencias nefastas de una guerra comercial, al ignorar las trágicas repercusiones del Smoot-Hawley Tariff Act de 1930.
Por otro lado, ¿qué queda por hacer en esta cambiante guerra comercial? Se pueden crear incentivos y regulaciones que prioricen sectores estratégicos, como el sector ambiental o verde. Un ejemplo de esto es el Inflation Reduction Act en EE.UU., que otorga subsidios a las energías limpias o incentivos a la producción nacional de tecnologías verdes.
Además, se pueden diseñar vehículos innovadores de financiación para sectores sostenibles. Los bonos e infraestructura verde, así como la tecnología que aporte a la sostenibilidad, pueden ser herramientas para mitigar las terribles consecuencias de la guerra comercial. Igualmente, se puede relocalizar cadenas de suministro y proveedores para hacer frente a los aranceles, a través de la producción local y la economía circular.
Ante esta nueva realidad, se deben buscar formas de adaptación a las nuevas realidades económicas y empresariales. Los emprendedores tendrán que ser creativos, porque las perspectivas de que esta situación mejore, o siquiera cambie, en el mediano plazo son muy bajas.
Joseph Schumpeter (economista) dice: «El capitalismo es, por naturaleza, un proceso de cambio continuo y disruptivo.»
Paul Romer (Premio Nobel de Economía) responde: «Una crisis es una cosa terrible para desperdiciar.»

Juan Camilo Clavijo
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