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Confidencial Noticias 2025


Carlos Enrique Lehder Rivas nunca será un “ángel caído del cielo”. De eso debe estar segura la sociedad criolla que observa sus recientes amagos en los medios masivos manifestándose como un ser humano arrepentido de sus pecados; todos ligados con el oscuro mundo del narcotráfico, escenario marcado por ríos de sangre y muerte que aún despierta rechazo por parte de los directamente afectados como son los familiares de diversos actores de nuestra realidad social asesinados por el cartel de Medellín, grupo “narco” del que hacía parte el señor Lehder.

El repentino advenimiento -40 años fuera de Colombia- a la tierra que le vio nacer y testigo de sus promocionadas fechorías alarmó a quiénes aún desconfían de las recientes palabras de reflexión, arrepentimiento y perdón de uno de los alfiles más cercanos al “capo de capos”, Pablo Escobar. Reflexión, arrepentimiento y perdón que para algunos se trata de una estrategia para promocionar su libro, Vida y muerte del cartel de Medellín en la próxima edición de la Feria del Libro en Bogotá. Otros, por su parte, le creen poco porque argumentan, Lehder Rivas, es culpable de asesinatos como el del entonces Ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla y la oleada de violencia provocada por el legendario y reconocido cartel del narcotráfico.

Siendo realistas la sociedad colombiana tiene todo el derecho a rechazar a los actores involucrados en el ilícito negocio de las drogas porque en el caso particular del cartel de Medellín fueron severos los daños causados a gran parte de la población civil con “asesinatos de líderes, periodistas y policías; sobornos a políticos, bombas en espacios públicos, carros y hasta aviones, hacen parte de la lista de acciones que desencadenó la guerra del narcotráfico y que dejó miles de muertos”, destaca el periódico, El Espectador. Sumado a eso, los delitos escondidos en las mentes de cada uno de estos “ex capos” que hacen parte de una oscura y siniestra recordación para la historia de nuestra sociedad.

Lo más paradójico de todo esto es que, Carlos Lehder, a mi parecer, tiene la valentía de ponerle la cara a Colombia y los colombianos admitiendo en su libro y en boca suya traficar coca por rutas estratégicas hacia los Estados Unidos. Esa ilegalidad le costó ser extraditado, sentenciado a cadena perpetua, más 137 años de prisión y pagar casi 34 años de condena en cárceles de máxima seguridad hasta que logró llegar a un acuerdo con Sistema Judicial gringo para obtener su libertad. Un caso excepcional solamente parecido con las películas o series policiacas estadounidenses en las que sus protagonistas son los traficantes colombianos capturados en fragancia y luego llevados a los estrados judiciales.

¿Culpable o inocente? Las autoridades tanto de Colombia como de Estados Unidos le tienen señalado como un ciudadano sin cargos pendientes con sus respectivos sistemas. Eso sí, el gobierno estadounidense, le sentenció que por el resto de su vida no podrá volver a pisar esas tierras. Por lo pronto, Carlos Lehder “(…) Se define como un rehabilitado, alguien que admite su camino ‘chueco’, que pagó sus culpas, que se arrepiente y que nunca más delinquirá…nosotros los rehabilitados debemos dar ejemplo”, reflexionó ante las cámaras del programa de televisión, Los Informantes (@InformantesTV) en su última edición.

“Pagué totalmente todas mis deudas judiciales, y solo espero que mis compatriotas me perdonen y me den una segunda oportunidad”, insiste Lehder en todas las entrevistas que pude leer, oír y ver para documentar esta redacción. Los católicos y cristianos pasamos en estos días por el tiempo de la reflexión ante el extasis de una cuaresma que nos debe llevar a insistir en la posibilidad de sanar en nuestras reacciones las grotescas formas de señalar a nuestros semejantes por los errores cometidos. Que no suene a cliché, pero “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Colombia necesita empezar a perdonar y brindar segundas oportunidades. Tal vez, el señor, Lehder Rivas las merece.

El Estado colombiano perdonó, dio curules de senadores, un súper salario y una vida civil de “reyes” a los insurgentes de las Farc, quienes en su salsa revolucionaria “(…) reclutaron niños, los violaron, los golpearon, los fusilaron; mutilaron a miles con sus minas, extorsionaron, obligaron a las mujeres a abortar, masacraron a inocentes. Su demencia superó todo límite” (@RevistaSemana). ¿Por qué no escuchar las palabras de arrepentimiento de un “ex narco” para brindarle la oportunidad de terminar sus últimos días en la patria que le vio nacer?

Edgar Martínez Méndez

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