Podría inferir que nuestra democracia electoral para elegir presidente en el 2026 ‘sigue viva’ como consecuencia de la oleada de pre candidatos inscritos durante los últimos días bajo la figura Constitucional de Grupos Significativos de Ciudadanos o por firmas, grupos en su mayoría liderados por figuras de larga trayectoria en la vida política que usan la estrategia de venderse ante los medios y la opinión pública como independientes y alejados de los ‘vicios’ politiqueros.
Dice la normatividad que un aspirante por firmas, en este caso presidencial, debe recolectar por lo menos, 630.000 validadas por la Registraduría, lo que significa una logística con acciones de amplia cobertura para acumular en cientos de formularios la tan anhelada cifra, para lo cual el candidato y su equipo de colaboradores literalmente se tomarán sus regiones, especialmente lugares de alta concurrencia de gente para vender su proyecto político y presentarse en el cara a cara con la ciudadanía. Según, la Registraduría Nacional, los grupos o movimientos significativos tienen como fecha límite el próximo 17 de noviembre para entregar sus rubricas. De verdad, toda una rebelión de las firmas.
Amigo lector, la carrera por la primera vuelta presidencial del 2026 es un hecho en un país en donde ‘la cosa política’ es el ‘pan nuestro de cada día’ así muchos expresen lo contrario. Insisto en que la fiesta electoral arrancó en firme con la inscripción de ‘pesos pesados’ como Claudia López, ex alcaldesa de Bogotá o David Luna, ex senador de la República. En esta primera tanda de pre candidatos por firmas aparecieron otras figuras públicas salientes del actual gobierno, ex concejales y vendrán, según las fuentes políticas, otros con títulos de ex periodistas, ex ministros, ex fiscales y ex integrantes de cualquier partido político. Todos ellos, amparados en el ‘cuentico’ de la independencia absoluta. Pura carreta populista.
Carreta populista porque en el caso de los aspirantes con una experiencia en altos cargos públicos a través de elecciones populares sienten el despreció de un alto porcentaje de los ciudadanos hacia la clase política tras sus constantes y sonados casos de corrupción, incumplimiento de sus agendas programáticas con el ‘pueblo’ y el marcado oportunismo en fechas electorales. Estas y otras variables hacen que los candidatos se desmarquen de sus bases tradicionales para buscar en el mecanismo por firmas una imagen independiente, fresca, diáfana y un discurso prometedor y emocional para aliviar los problemas coyunturales de Colombia. El objetivo inicial es venderse como el pre candidato a ‘kilómetros’ del politiquero profesional.
Lo más paradójico de todo esto es que ese Grupo Significativo y su aspirante, de conseguir las rubricas requeridas para el caso de las presidenciales, deberá alinearse o hacer alianzas, con los más cercanos a sus doctrinas políticas, a sus similitudes en agendas propositivas o sencillamente porque la ‘política es dinámica’, como apunta el adagio entre los lideres de opinión pública. Esto es que palabras más palabras menos un candidato por firmas, de llegar a estar entre los verdaderos presidenciables, finalmente tendrá que revolverse con izquierda, derecha, centro, extremos, partidos tradicionales e incluso otros con la noble imagen de independientes. Es decir, volverá a donde lo vieron nacer como político profesional. Todo un ‘truco’ o ‘juego’ electoral permitido por nuestra viva democracia participativa.
El ‘truquito democrático de candidatos por firmas o el aval del pueblo, como se le define a este arduo y extenso proceso previo a elecciones, deja un sabor amargo porque el político de profesión vendiéndose como autónomo amalgama toda una maquinaria, para finalmente buscar el respaldo de los caciques políticos y partidos tradicionales y, con ello, llegar con más opciones a la recta final”, resume un estudio sobre Ciencia Política
Por lo pronto, la acalorada recolección de trazos gráficos, manuscritos que representan el nombre y el apellido de un ciudadano, serán el juez y parte de un sin número de pre candidaturas que desde ya auguran una fiesta electoral para el 2026 sin precedentes.
“La carencia de liderazgos al servicio de los ciudadanos con rasgos honestos, serios, empáticos y visionarios es indudable, pero siendo honestos, la figura Constitucional de acumular firmas por parte de cualquier individuo o grupo para hacer política abre las puertas de la esperanza en medio de la crisis. La política (…) debe estar en todas las aguas de la vida pública y debe ser abierta, pluralista, cambiante, como lo necesita una democracia”, escribe Yolanda Ruiz en una de sus columnas en El Espectador.
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