Presidente Petro, basta ya de tantos globos.
Ahora, una vez más, vuelve a lanzar otro de sus fuegos artificiales mediáticos: la convocatoria de una Asamblea Constituyente. Otro anuncio ruidoso, distractor, sin hoja de ruta ni sustento jurídico claro, que solo demuestra lo que ya es evidente para todo el país: usted no quiere gobernar, quiere reescribir las reglas del juego para tener unas que se sirvan a su proyecto político.
Y mientras el país se cae a pedazos —con más inseguridad, más pobreza, más polarización, más muertos violentos por año, más desempleo y un sistema de salud en cuidados intensivos— usted sigue jugando a encender a Colombia cada semana. Parece más interesado en perpetuar el caos que en ofrecer soluciones. Tres años en la Presidencia y aún no asume que el poder Ejecutivo es para ejecutar, no para quejarse ni improvisar.
En lugar de entregar resultados, se la pasa en Twitter peleando con tuiteros, periodistas, expresidentes, medios y hasta caricaturistas. Como si le sobrara tiempo. Como si gobernar el país fuera una función secundaria frente a su ego o su show digital.
Y ahora, como si nada de esto fuera suficiente, pretende abrir la puerta a una constituyente en un país que lo que necesita con urgencia es estabilidad, acuerdos básicos, y que quienes gobiernan se pongan a trabajar. Esa propuesta no es una solución: es gasolina sobre la hoguera. ¿No le basta con haber debilitado instituciones, perseguido contradictores y sembrado desconfianza en la justicia?
No sé si sus asesores le están escondiendo la realidad, o si usted está tan encerrado en su burbuja de aplausos que ya no escucha. Pero debe saberlo: su gobierno ha sido un desastre. Puede que las encuestas todavía lo sostengan entre ciertos sectores, pero el país real, ese que madruga, que produce, que paga impuestos, ese ya está agotado.
Usted pasará a la historia como el presidente que se dedicó a pelear, a dividir y a nombrar a sus amigos y seguidores en cargos para los cuales no estaban preparados, un presidente que quiso cambiar la Constitución porque no fue capaz de cumplir la que ya existía.
Termino con la frase que dice la popular Karol G en una de sus canciones —y que, ojalá, el lector pueda interpretar con esa mezcla de frustración, ironía y desahogo que sale desde lo más profundo del alma—:
¡Marica, yaaa!
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